En esta ciudad fronteriza donde la industria de la maquila, el tráfico de personas y de droga rigen la economía local, ha surgido recientemente un nuevo personaje, envuelto en un halo de misterio y sospechosismo que no ha dejado indiferente a la prensa nacional. Teniendo como principal misión vengar a las mujeres víctimas de violencia sexual a manos de choferes que las trasladan en horarios nocturnos de las maquiladoras a sus casas, ha surgido en Juárez la autoproclamada: Diana, la cazadora de choferes.
Tras dos asesinatos de conductores, el primero el miércoles 28 y el segundo el jueves 29 de agosto, un medio de Ciudad Juárez recibió vía correo electrónico una breve y concisa denuncia contra las agresiones sexuales a mujeres, y la autoproclamación de una nueva vengadora social ante la falta de protección juridica eficaz, generando el que se le puedan atribuir los dos asesinatos.
Charles Bowden señala en su libro sobre Ciudad Juárez, titulado Murder City que “las cosas pasan y nadie dice nada. Luego, después de un tiempo, nadie admite que las cosas hayan pasado”. Justo esa indiferencia es, lo que Diana ha querido evitar, que los hechos no se olviden ni se empantanen.
Hacer justicia por propia mano y sobre todo en defensa de sus iguales, mujeres, es una gran afrenta al Estado que no protege a sus ciudadanas asi como una gran valentía y compromiso por parte de Diana. Ya sea que el correo enviado a los medios sea ficticio o veraz, es significativa la denuncia y sobre todo el enunciamiento desde un nombre femenino, como cuando Diana señala: “yo soy un instrumento que vengara a varias mujeres que al parecer somos débiles para la sociedad pero no lo somos en realidad somos valientes y sino nos respetan nos daremos a respetar por nuestra propia mano, las mujeres juarenses somos fuertes”.
La venganza ha sido tradicionalmente de dominio masculino y sobre todo la venganza a punta de pistola. Las armas han sido históricamente protectoras de la masculinidad siendo la independencia, la agresividad, y el valor físico, características que estereotipadamente se les han asignado a los hombres. El hecho de que cambien de manos y se pongan en poder de las mujeres, a quienes la sociedad ha relegado al espacio de lo privado, lo sentimental, lo frágil, lo dependiente, y que aparte se defienda a través de un arma a sus coetáneas, es muy significativo.
Por lo menos ya ha creado una psicosis dentro de los choferes de las rutas de Juárez quienes incluso han faltado a trabajar. Me pongo a pensar si acaso no sentirán también mucho temor y cero ganas de ir a las maquiladoras las mujeres de Juárez, que han sufrido violencia sexual, como la misma Diana, por los choferes que cubren el turno de noche en Juárez. Sin embargo como señala ella en su carta “no contamos con quien nos pueda defender y tenemos la necesidad de trabajar hasta altas horas de la noche para mantener a nuestras familias ya no podemos callar estos actos que nos llenan de rabia, mis compañeras y yo sufrimos en silencio pero ya no podemos callar más”.
La violación sexual resulta ser el castigo por el atreverse de las mujeres a existir como un ser independiente, para sus propios propósitos, un sujeto que se es para sí y no para otros. El asalto sexual es la idea de que las mujeres no tienen ningún lugar en el mundo, que son meros objetos, a disposición de los hombres y que son desechables.
Como señalaría la escritora y cineasta francesa Virginie Despentes, realizadora de la polémica cinta Viólame (2000):“la violación es una obvia estrategia para mantener a las mujeres fuera de juego, diciéndoles que no pueden estar solas en la calle, que necesitan un hombre fuerte a su lado”.
El hecho de hacer sentir vulnerables a las mujeres y que teman a la violación tanto como a la muerte sin proveerlas de herramientas de autoprotección las ubica como indefensas y manipulables, hecho que habría que modificar culturalmente no sólo a través de leyes más eficaces contra los agresores sino también con un cambio radical en la construcción del sujeto femenino que haga uso de la violencia en legítima defensa.
El que una mujer haya decidido detonar los gatillos de su pistola claramente ha infundido temor en el gremio de tranportistas de Juárez, mismo que se ve reflejado en la falta de despachadores y choferes de las rutas.
Este hecho deja abierta la suposición que es mayor el temor a perder la vida a no tener un ingreso económico diario, lo que evidencia un claro temor de los choferes a ser la próxima víctima. Acaso ¿la práctica de la violación es tan recurrente y común contra las trabajadoras de las maquilas, que cualquiera podría ser el siguiente perjudicado?, ¿las autoridades se dedicaran con mayor aplomo a resolver el caso del asesinato de los choferes? o ¿terminará la indolencia, como es costumbre, olvidando estos casos, como sucede con las mujeres víctimas de agresiones sexuales y/o feminicidios?
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