Utopía
Eduardo Ibarra Aguirre
Preparamos la segunda edición digital del libro Remembranzas, corregida y aumentada, acaso con algunas fotografías, aún no lo sabemos. El sábado le dediqué siete horas continuas y encontré un testimonio que se llama Traidor y del que le comparto sólo una parte, ahora que se cumplen dos décadas del asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato del Partido Revolucionario Institucional a la Presidencia de la República, en Lomas Taurinas, de Tijuana, Baja California. Texto resumido que espero sea oportuno por la recurrente tendencia que tenemos los mexicanos a deificar a nuestros muertos y también a los ajenos:
A nadie engañó. Aún recuerda el editor cuando en diciembre del 90 coincidió con Colosio en el brindis de fin de año y conversaron sobre el futuro de la publicación priísta.
Modernizar y modernización, a tono con el discurso de La hormiga atómica, eran recurrentes en las ideas de Luis Donaldo. Y todas las acompañaba de “nuestro partido” y “nosotros los priístas”. Fue tal la insistencia del alumno de Salinas, que el periodista lo atajó:
–Senador, le aclaro que no soy integrante de su partido.
–Entonces qué hace usted en el PRI.
–Le vendo mis servicios profesionales. Soy un asalariado de su partido.
El ya clarísimo aspirante a la candidatura presidencial del llamado partido prácticamente único, repuso enseguida:
–Pues con más razón me interesa conversar con usted.
Concluido el breve pero sustancioso diálogo, el sonorense indicó al tamaulipeco que lo esperaba el siguiente lunes, en su despacho, a tales horas, para seguir conversando pero ya con el proyecto de nueva República, que preparaban Raúl, el editor y los subdirectores Abraham García Ibarra y Romeo Rojas.
–Con gusto, senador. Le informo a Raúl para que se presente a su oficina el lunes.
–No me entendió bien, lo espero a usted.
–Senador, aún no tenemos concluido el proyecto, apenas lo estamos integrando en la discusión del equipo.
–Con lo que tengan ya definido y lo que aún discuten, conversamos el lunes usted y yo.
–Discúlpeme, senador. El director de La República es Raúl. Yo soy el editor.
–Precisamente por eso quiero conversarlo con usted. Nos vemos el lunes y, por favor, no me falle.
Al editor lo esperaban sus compañeros en la excelente cantina que apodaron La ideología, para que les platicara los pormenores del encuentro. Las ansias de Rafael Reséndiz Contreras, secretario de Información y Propaganda del tricolor, formado en los entresijos de Televisa, por apoderarse del periódico como uno más de sus lucrativos negocios y desplazar al “grupo de comunistas”, estaban a todo vapor.
Vertida la información con tantos detalles como le pidieron, no faltó el Oaxaquitas con su ocurrente “¡Ya ves, y eso que no querías ir al brindis!”
–Fui porque ustedes me lo pidieron. No me interesa tratar con la cúpula priísta.
–Eso está clarísimo. No nos acompañaste a la comida con Santiago Oñate porque estabas en cierre de la edición.
Evaluaron cómo proceder, pero antes dilucidaron la pregunta que condicionaba los siguientes pasos ¿qué hacer el lunes con la cita de Donaldo?
El editor dejó muy claro que debía atenderla el director y presentarle el proyecto periodístico al hasta entonces hijo político del genocida que, más tarde, prácticamente se asiló en Dublín.
Para que no cupiera la menor duda, el editor explicó que era una buena oportunidad para que Moreno Wonchee se reivindicara con su jefe, pues –arguyó– casi siempre que lo busca no está localizable.
–¡Abusado Raúl! Tengo la impresión de que Colosio está cansado de tus ausencias –advirtió el motejado, posteriormente, como traidor.
Acuse de recibo
Omití registrar que el 27 de enero cumplió dos años de fallecida la solidaria Aurora Berdejo Arvizu y Héctor Delgado (16-II-13) su primer aniversario, ambos fueron integrantes del plural Grupo María Cristina… Otra omisión, esta personal y acaso no interese más que al redactor. En febrero de 1986 dejé, por presiones del hoy senador Pablo Gómez, la coordinación editorial del Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista, presidido por Arnoldo Martínez Verdugo, y su publicación Memoria, como el último reducto que encontré para permanecer en el Partido Socialista Unificado de México sin formar parte de las corrientes que se disputaban, de malas maneras, la dirección de aquél. Quedaron atrás 18 años dedicados en “cuerpo y alma” a la Juventud Comunista de México, el Partido Comunista Mexicano, el PSUM y el CEMOS… Visto en retrospectiva, agradezco a Gómez Álvarez y sus operadores políticos de 1986, haberme negado el aumento salarial del que todos los profesionales gozaron, mientras su leal secretario auxiliar ganaba igual que Pablo y por encima de otros dirigentes, como se registra en el recomendable libro Travesía a Ítaca, a pesar de las abundantes inexactitudes y su carácter de diario del estimado y difunto Raúl Jardón… El hecho es que cumplí 18 años reintegrado a la vida apartidista, comprometido desde la información y el comentario periodísticos.
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