Palabra de Antígona
"Y no me refiero al que hacemos las mujeres en la vida pública o productiva. Sino el que realizamos las mujeres en casa. El que hacemos del otro lado de la línea de ensamble, el que realizamos calladamente, como si no nos quedara remedio, el que nadie reconoce"
México
D.F., 26 mar. 14. AmecoPress.- “Tata” Marx es implacable. La economía,
sostén fundamental de la organización social es invencible y
definitiva. El trabajo de las mujeres significa casi la quinta parte
del Producto Interno Bruto (PIB). Y no me refiero al que hacemos las
mujeres en la vida pública o productiva. Sino el que realizamos las
mujeres en casa. El que hacemos del otro lado de la línea de ensamble,
el que realizamos calladamente, como si no nos quedara remedio, el que
nadie reconoce.
Ese
trabajo que Isabel Larguía definió como trabajo invisible hace casi 50
años. El de la doble jornada, el que nos tocó por ser mujeres y casi
nadie atina a considerar humano y noble. ¿Quién siendo mujer no ha
tendido camas o ha lavado trastes? ¿Quién siendo mujer no ha barrido?
Pero lo peor ¿Quién siendo mujer no le ha tocado cuidar a su madre, a
su padre por enfermedad o a otro familiar por discapacidad? Tareas que
no se consideran importantes que se ven como destino para las mujeres,
pero que corresponden al Estado, a la sociedad, a todo mundo.
Hoy esas
labores están en las cuentas satélites y la ONU les llamó economía del
cuidado, la que responde al bienestar para cada persona. Cuidado
proporcionado por una tercera persona, casi siempre mujer, trabajo no
pagado y sí fuente abundante de discriminación.
La semana que
pasó, INEGI nos ilustró de cuánto significa ese trabajo para la
economía nacional. Reflexiono sobre algunas cuestiones porque se nos
sigue viendo como víctimas en muchas situaciones, se nos vuelve
vulnerables, pero nadie atina a ver cómo contribuimos al bienestar de
la sociedad, cómo somos el colchón del sistema, cómo quizá gracias a la
llamada “pomposamente” economía del cuidado, la sociedad puede
funcionar.
Vean nada más:
el valor de este trabajo, siempre horrible, eso de limpiar la cola de
los recién nacidos y dar de comer en la boca a los enfermos es nada
menos que de tres mil 61 billones de pesos, lo que representó el 19.7
por ciento del PIB en México, durante 2012.
La mayor parte
de las labores domésticas y de cuidados las realizaron las mujeres, con
el 78.3 por ciento del tiempo que los hogares destinaron a estas
actividades, que corresponde, a su vez, al 76.1 por ciento si se habla
en términos del valor económico.
En 2012, los
resultados en cifras netas per cápita, mostraron que cada persona
contribuyó en promedio con el equivalente a 27 mil 700 pesos anuales
por sus labores domésticas y de cuidados. Al desagregar este valor
según el sexo de quien realizó estas actividades, se observó que el
trabajo de las mujeres tuvo un valor equivalente a 40 mil 800 pesos,
mientras que la aportación de los hombres fue de 13 mil 200 pesos
durante el mismo año.
INEGI muestra
que las más pobres aportan más tiempo y trabajo. Dice que al observar
el valor del trabajo doméstico y de cuidados por quintil de hogar según
el ingreso corriente, las mujeres del quintil I (con menores ingresos)
contribuyeron con 43 mil 300 pesos en promedio al año; mientras que
aquellas que pertenecen al quintil V (con mayores ingresos) lo hicieron
con el equivalente a 37 mil 600 pesos en el mismo periodo. Por su
parte, la contribución de los hombres para los mismos quintiles (I y V)
fue de 13 mil 200 y 12 mil 200 pesos, respectivamente.
Los valores atribuidos a este trabajo, se comparan con lo que podría cobrarse si se hicieran dentro de la lógica del mercado.
Esta cuenta
que hace el INEGI, por recomendaciones internacionales, se llaman
“Cuenta satélite del trabajo no remunerado de los hogares de México,
2012”, debería mostrarnos lo que esta sociedad se beneficia con las
labores que se realizan dentro de los hogares o familias, y que se
extiende a muchas actividades sociales. Por ejemplo, quienes realizan
principalmente la tarea de la recolección de recursos de la Cruz Roja u
otra asociaciones de beneficencia, trabajo gratuito que se ha
institucionalizado y que por supuesto realizan mujeres. Trabajo que
produce servicios indiscutibles, cubre necesidades básicas, incluida la
ternura, la paciencia, la eficacia…que ahorra y da satisfacciones para
bienestar de la población.
Las cuentas de
INEGI forman parte del Sistema de Cuentas Nacionales de México (SCNM) y
contribuye a la difusión y fortalecimiento de la información
estadística con enfoque de género dentro del marco de la Ley del
Sistema Nacional de Información Estadística y Geográfica.
Lo interesante
es que nunca nos damos cuenta, porque consideramos que las mujeres
nacieron para lavar y planchar, para pensar poco y para sacrificarse
por su familia, cuando hace falta. Entonces se las recibe en el mundo
de lo público, incluso se las aplaude. “Ya vieron a doña Evita, que
hasta hace pozole los domingos y es la madre de mi amigo que saco
adelante a siete hijos y todos, hasta la mujercita, fueron a la
escuela”. Ideas que se repiten, se viven, se sienten como naturales.
Durante 2012,
el valor económico del trabajo no remunerado doméstico y de cuidados (a
precios corrientes) fue de 3.061 billones de pesos que, como se
mencionó anteriormente, equivale al 19.7 por ciento del PIB; de dicha
participación las mujeres aportaron 15 puntos y los hombres 4.7. En
términos reales dicho valor registró un crecimiento anual de 0.76 por
ciento (a precios constantes).
Con relación
al PIB a precios corrientes, la actividad de proporcionar “cuidados y
apoyo” a los integrantes del hogar representó el 6.6 por ciento del
PIB; le siguió la alimentación con 4.6 por ciento; la limpieza y el
mantenimiento a la vivienda, 3.1 por ciento; compras y administración
del hogar, 2.6 por ciento; limpieza y cuidado de la ropa y calzado, 1.7
por ciento, y ayudar a otros hogares y trabajo voluntario, con 1.1 por
ciento.
Para el año
del estudio, la población que realizó trabajo no remunerado doméstico y
de cuidados estuvo conformada por 52.8 por ciento de mujeres y 47.2 por
ciento de hombres. Las mujeres aportaron el 78.3 puntos porcentuales de
las horas destinadas a esa tareas en el hogar, que equivale al 76.1 por
ciento si se habla en términos de valor económico.
Mientras
suponemos que las mujeres están hechas para eso, INEGI proporciona una
comparación sorprendente: el valor generado por el trabajo no
remunerado -doméstico y de cuidados de los hogares en 2012-, fue
superior al registrado por algunas actividades económicas como la
industria manufacturera, el comercio y los servicios inmobiliarios y de
alquiler de bienes muebles e intangibles de manera individual, las
cuales registraron una participación de 17.3 por ciento, 15.2 y 11.4
por ciento, respectivamente en el PIB.
He estado en
reuniones donde los hombres se burlan de las mujeres y dicen, “ya me
voy, tengo que dar de comer”, les parece absurdo, de ahí las
reticencias que hay en muchas empresas para dar trabajo a las mujeres.
Ellas deben “cuidar a su familia”, me da risa. La verdad es que ello no
es valorado y costaría lo que nadie puede pagar en tiempos de crisis.
El tiempo
dedicado en “Alimentación” representa el mayor número de horas que las
mujeres destinan en el hogar con 33.5 por ciento, y su valor es de 23.2
por ciento de esa quinta parte del PIB nacional. La “Limpieza y
mantenimiento a la vivienda” significó el 22.1 por ciento, con 15.8 por
ciento del valor económico, y lo que se conoce como tiempo dedicado a
“Cuidados y apoyo” fue del 18.9 puntos porcentuales y generó la mayor
cantidad de valor económico contribuyendo con el 33.6 por ciento del
valor.
Se trata del
cuidado y apoyo a enfermos, a recabar fondos para una escuela, pintar
aulas, ir a visitar a quienes están en la cárcel, dar ánimo a las
vecinas, llevar consejos y caricias a las madres de los desaparecidos,
contribuir con limosnas en las iglesias ¿Lo habían pensado? Acciones
que ayudan a que el sistema no quiebre. Esas voluntarias en las
guarderías de adultos mayores, las mismas que van a las escuelas a
“ayudar”, en lugar que se encargue el gobierno. Insisto: trabajo
invisible.
Las personas
religiosas les dan bendiciones; los dizque socialistas reconocimientos
y discursos, el gobierno las ama, son las equilibradoras del hogar, las
que reciben sin chistar a los borrachos el fin de semana y cuidan que
sus hijos no pierdan a estos padres; las que se callan en la fila de
las tortillas, las que agachan la cabeza en la fila del hospital porque
no hay fichas para todas y hasta dentro de 15 días hay que volver con
el chamaco lleno de lombrices en la panza. Esas mujeres que hacen
guardia en las madrugadas para conseguir el ingreso de sus hijos o
hijas a la primaria.
INEGI aporta
más datos. Al considerar el lugar de residencia, las personas que
habitan en las áreas rurales aportaron un mayor valor económico por sus
labores domésticas y de cuidados, con relación a las que viven en áreas
urbanas. En 2012, las mujeres en hogares rurales generaron en promedio
un valor económico de 47 mil 600 y los hombres de 12 mil 100 pesos;
mientras que en los hogares urbanos las mujeres aportaron un valor de
39 mil 100 y los hombres de 13 mil 400 pesos.
Cuando este
valor se visualiza por nivel de escolaridad, las mujeres que tienen
algún grado de educación media superior en promedio aportaron 39 mil
300 pesos al año y los hombres que cuentan con el mismo grado de
estudios generaron 14 mil 600 pesos.
Por su parte,
las mujeres que no cuentan con instrucción o con primaria incompleta en
promedio contribuyeron con 38 mil 700 pesos, y los hombres con el mismo
nivel de instrucción lo hicieron con 12 mil 000 pesos. El valor
económico del trabajo doméstico y de cuidados, en función de la
relación de parentesco, mostró que las mujeres cónyuges generaron más
que los hombres, alcanzando un monto de 55 mil 600 pesos anuales.
Además, las mujeres que habitan en hogares nucleares con presencia de
menores de seis años aportaron en promedio 57 mil 200 pesos, mientras
que las que viven en hogares que no cuentan con niños menores de seis
años el monto fue de 32 mil 700 pesos. Esto significa que no se salva
ninguna. Con hijos o sin ellos y con marido aumenta el trabajo.
Finalmente, se
observa que en 2012, las mujeres que no hablan alguna lengua indígena
realizaron menos horas que aquellas que sí la hablan una lengua, en
promedio éstas últimas generaron el equivalente a 46 mil 200 pesos
anuales. Esto significa que aportan más las mujeres indígenas,
increíble.
El estudio de
INEGI muestra, además, cómo es la carga total de trabajo de la
economía, tiempo que las personas destinan a las principales
actividades, considerando tanto el trabajo de mercado como el no
remunerado. En 2012, las mujeres tuvieron la mayor carga del trabajo
con dos mil 520 millones de horas a la semana frente a dos mil 158
millones de horas de los hombres; es decir, por cada 10 horas de
trabajo de las mujeres, los hombres realizan 8.6 horas.
Así, las
mujeres destinaron el 65.2 por ciento de su tiempo de trabajo total y
solo 3.3 de cada 10 horas al trabajo de mercado. En contraste, los
hombres se orientan al trabajo de mercado y a la producción de bienes
de autoconsumo con el 76.2 y 2.7 por ciento, respectivamente, de su
trabajo total, destinando sólo 2.1 de cada 10 horas a las labores
domésticas y de cuidados.
Desde hace
muchos años el movimiento feminista empujó la posibilidad de estas
mediciones, ilustrativas de cómo las diferencias entre hombres y
mujeres, relacionadas con la vida cotidiana, sí se pueden medir,
elaborar y mostrar. Este estudio de INEGI y sus resultados se puede
conocer ahora gracias a la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT).
Y esto tiene
consecuencias. Las mujeres mexicanas están muy cansadas, una
consecuencia son mayores gastos en el sistema de salud por enfermedades
crónicas, originadas por esta doble carga; las mismas que no se animan
a participar en política o las que prefieren destinar mucho tiempo a
las otras personas y muy poco para ellas.
Es decir, el
sistema que reparte de esta forma la carga de apoyo y ayuda a la
población, acaba reproduciendo la injusticia y justificando la
discriminación. Por ejemplo, los partidos políticos dicen que las
mujeres no quieren candidaturas y cuando las quieren les recriminan. La
derecha las hace responsables de romper sus hogares por trabajar fuera
de sus casas.
¡Pamplinas!
Con estas
cuentas, el Estado debería actuar. No es imaginación o sueño de verano
pensar que el profesorado y los medios de comunicación debían
contribuir a que los hombres cambien, a que niños y niñas aprendan a
realizar parte de estas tareas y que el gobierno asuma el cuidado de
los enfermos, de las personas con discapacidad y fortaleza el sistema
de salud en todo sentido. Hoy vivimos sin protestar.
En los
hospitales se obliga a “familiares” a cuidar a los enfermos, tarea que
como ya vimos hacen las mujeres; en el sistema educativo, hace tiempo
que dicen que “los papas” deben estar al lado del proceso de
aprendizaje de las criaturas. Ambos sistemas privatizados porque ha
abrogado la obligación del Estado. Y no ha cambiado: a las mujeres les
toca, dice la costumbre.
Hoy nos toca protestar y cambiar esta situación, tan bien estudiada y claramente explicada por INEGI.
Foto: Archivo AmecoPress.
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