2001,
domingo 29 de abril. La cámara de diputados aprueba una ley indígena
contraria a la propuesta de ley elaborada por la COCOPA, la ley
aprobada niega a las comunidades indígenas derechos legales sobre el
territorio, la ley fue aprobada por todas las facciones parlamentarias
incluyendo la del PRD en ese momento coordinada por Marti Batres
Guadarrama. El sentido del voto del PRD fue parte de una negociación
sucia entre el PRD y el PRI para que este ultimo reconociera sin
impugnar la elección de gobernador en Michoacan donde fue electo (con
un proceso poco confiable) Lazaro Cárdenas Batel, hijo de Cuauhtemoc
Cárdenas. El texto aprobado en 2001 fue de inmediato rechazado por el
EZLN y el CNI, entre otros puntos por desconocer la vinculación entre
territorio y comunidad.
En ese momento el coordinador del PRD en el
congreso Marti Batres, argumentó que la reforma aprobada era culpa de
los ciudadanos que se desmovilizaron de las calles tras el retorno de
la delegación del EZLN al DF, es decir excusaba a su bancada por la
traición cometida. Como señaló desde ese momento el finado sub Marcos,
el problema fue siempre la traición de la clase política.
2014,
jueves 12 de junio. La ahora senadora Dolores Padierna, líder de una de
las facciones del PRD acusa a la reforma petrolera de legalizar el
despojo a tierras comunales. Sin embargo ni su tribu ni ninguna otra
dentro del PRD ha reconocido públicamente que eso es posible porque
ellos mismos aprobaron en 2001 la ley anti-indigena que despoja a las
comunidades de derechos legales para defenderse del despojo de tierras.
Ahora que su nueva causa es la defensa de su fuente de ingresos (Pemex)
pretenden usar el discurso de defensa de los bienes comunales para
justificarse. En su pequeña andanada están acompañados de personajes
como Manuel Bartlett, quien en 2001 era senador por el PRI y uno de los
principales operadores de ese partido. Hoy reciclado por la mano negra
de AMLO es un férreo defensor de la burocracia petrolera así como lo
fue en el pasado de las leyes que despojan a las comunidades de
derechos políticos y económicos sobre sus territorios.
También claro
fue el artífice del fraude que llevo a Carlos Salinas a robar la
elección de 1988. Y en la misma andanada esta también la organización
con tintes de megalomania de AMLO, Morena, esa opción donde hoy se
cobija Marti Batres y algunos otros resquicios de épocas pasadas. El
propio AMLO cacarea la defensa de Pemex pero no denuncia la corrupción
de la empresa ni dice una palabra sobre la mitigación de los efectos de
la contaminación. Mas aun su paso por el gobierno del DF dejo como
herencia un imponente monumento al automóvil, el segundo piso del
periférico) que en su momento fue supervisado por la secretaria de
medio ambiente, Claudia Sheinbaum (esposa de Carlos Imaz, uno de los
implicados en los videoescándalos por recibir dinero ilegalmente) quien
promovió la obra como una acción “ecológica”. Al final del sexenio de
AMLO en el DF no había nuevas lineas de transporte público, no se
fomentaron medios de movilidad urbana alternativa y el metro subió de
precio sin que ello redujera su deterioro.
Si bien es cierto que
con la reforma priista se abandonan actividades de producción petrolera
desde una empresa pública, también es cierto que esa empresa pública es
una maraña de problemas en la que es muy arriesgado apuntalar el
futuro. No solo porque la producción está en declive y se promueven la
explotación de yacimientos no convencionales y de difícil acceso. Sino
porque la reforma actual representa el reconocimiento público de que el
gobierno es incapaz de promover el desarrollo tecnológico y deja la
responsabilidad en los privados que por las características de ese
mercado son empresas tiránicas con ninguna preocupación social o
ambiental. Empresas nacidas del colonialismo y que a su paso han dejado
secuelas terribles en todos los lugares a donde van.
A los
priistas se les puede acusar y con razón de ser criminales, pero no de
ser tontos, están comprando con esta reforma su sobrevivencia política
apuntalándose en poderes aun mas corruptos que el de ellos. Y a un
costo social inmenso, la reforma abre la puerta a un despojo de bienes
comunales mas intensivo que el que ya se practica impunemente. Mantiene
el enfoque sobre energías sucias y mantiene la dependencia financiera
del estado a la explotación de petroleo a la mayor velocidad posible.
Ahí no hay opciones de desarrollo tecnológico ni económico. Menos aun
de desarrollo no dependiente.
Por supuesto el futuro de Pemex
debe ponerse a discusión pública, pero aceptar de un lado de la
discusión la postura anti-histórica del PRD que no reconoce el cambio
climático, las afectaciones por accidentes en tuberías, la corrupción
del falso sindicato de Pemex o la vinculación entre el fomento del
automóvil y la baja en la calidad de vida en las ciudades. Y por el
otro lado reconocer el fracaso de sus gobiernos locales donde dejan una
estela de corrupción que no le pide nada a sus competidores en la clase
política. Para muestra Mancera y su gestión en el DF que es en parte un
fracaso propio y en parte un fracaso heredado de las administraciones
anteriores. Así que la defensa del óde la mano del PRD está condenada a
la complicidad con la misma cretinada corrupta del PRD, Morena y sus
satélites. Y la defensa del petroleo fuera de esa iniciativa parece un
tema que puede superarse si la sociedad se enfoca en las vías de
autonomía tecnológica.
Las praácticas extractivistas de las
economías de Latinoamerica le están dando una fuente de recursos
constante a los gobiernos que las fomentan, esto se puede canalizar a
gasto social. Pero también están contribuyendo a la destrucción
ambiental y están estancando la tecnología y el desarrollo industrial
endogeno. Mientras las demandas sociales sean tan ciegas como para
pedir solo gasolinas baratas por una muy pobre vinculación entre estas
y el desarrollo. La clase política de cualquier signo tendrá material
para movilizar apoyos sociales a cualquier plan por muy nocivo que
resulte. Lo que se puede construir no es el reciclaje del auge
petrolero que sumió al mundo en el cambio climático, sino una economía
del conocimiento con base en saberes de fuente abierta (open source),
donde toda la sociedad actué en redes de colaboración con enfoque
ecológico desde espacios con autonomía. Esa opción no pasa por el
petroleo y tiene el potencial de ofrecer bienestar social permanente
sin vincularlo al deterioro ambiental.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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