Enrique Calderón Alzati*
Una pregunta que en estos
días de crisis, hombres y mujeres de todo el mundo nos hacemos se
refiere a lo que Cuba, una nación pequeña, sitiada por la mayor potencia
mundial, que le ha impedido por años recibir medicamentos, alimentos y
otros insumos básicos, esté hoy dando un ejemplo de solidaridad a escala
internacional, mandando brigadas médicas a países afectados por el
nuevo coronavirus, sin importar que éstos cuenten con recursos
económicos varias veces ma-yores a los suyos. Pero la ayuda no es sólo a
estas naciones, sus brigadas médicas también han salido en auxilio de
varios países hermanos de Latinoamérica que no cuentan con los recursos
necesarios para enfrentar la epidemia.
La respuesta a esta pregunta está en más del medio siglo en el que su
gobierno, presidido por Fidel Castro, estableció una política social
ejemplar, reconociendo primero la importancia de la educación, dando
como resultado, primero, la erradicación del analfabetismo, y
posteriormente el incremento de los niveles de escolaridad de la
población. Una década después, miles de estudiantes cubanos realizaban
estudios de posgrado en universidades de la entonces Unión Soviética,
haciendo posible la conformación de centros de investigación
relacionados con la medicina, así como de hospitales a los que acudían
no sólo enfermos locales, sino también los provenientes de otros países,
sabiendo que en ellos encontrarían la cura para sus males.
Fue en uno de esos centros de investigación, creado en 1981, donde
los médicos e investigadores cubanos comenzaron a estudiar las
sustancias conocidas como
interferones, descubiertas en Inglaterra por dos investigadores suizos, las cuales estaban siendo utilizadas para eliminar células cancerosas en los seres humanos. Fue así que, apoyados por un laboratorio establecido en Finlandia y dirigido por el doctor Kary Kantell, se logró la producción y aplicación de interferones en el combate de algunas enfermedades contagiosas y peligrosas, como el dengue hemorrágico esparcido en África y Latinoamérica.
Así, la contribución de la isla al conocimiento mundial de las
propiedades de los interferones comenzó a adquirir relevancia
internacional a partir de 1982. Desde ese año, el proyecto de
investigación de la medicina cubana se concentró en dos tareas
importantes: el estudio de enfermedades que podían ser combatidas con
variantes de los interferones, y el logro de una suficiente capacidad de
producción para satisfacer la demanda internacional de variantes de
éstos para el combate a distintas enfermedades.
De esta manera, el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de
Cuba, (CIGB) encargado de todas las investigaciones relacionadas con la
producción y utilización de los Interferones, comenzó a convertirse en
una referencia mundial de la investigación médica a partir de la década
de 1990. Esto permitió, por una parte, exportar sus productos a un
número creciente de países afectados por diversas enfermedades
contagiosas, y por la otra, obtener divisas y paliar, en parte, los
efectos del bloqueo económico establecido en contra de Cuba por Estados
Unidos. Al mismo tiempo se pudo financiar un proyecto prioritario de
formación de médicos y técnicos para asegurar servicios de salud
gratuitos a toda su población. Durante la primera década del siglo XXI,
brotes epidémicos de Gripe Aviar, de gripe H1-N1 y del ébola en diversas
regiones del planeta, causantes de miles de muertes, pudieron ser
combatidos con algunas variantes de los interferones producidos en Cuba.
Esto hizo posible el establecimiento de una empresa china, asociada con
el ICGB, que a raíz de la epidemia del nuevo coronavirus en la
provincia de Wuhan, comenzo a producir y distribuir el medicamento,
apoyando al sistema medico de esa nación, a terminar con la epidemia en
pocas semanas.
Por ello me atrevo a afirmar que ese país hermano del nuestro, es hoy
una vez más ejemplo para todas las naciones del mundo, no sólo por su
capacidad científica en el campo de la medicina, sino también por su
solidaridad con las naciones que enfrentamos la pandemia del Covid-19.
Me pregunto si nosotros contamos ya con esta sustancia maravillosa,
conocida como
interferón-a. Siendo los premios Nobel el mayor reconocimiento mundial a los esfuerzos científicos y sociales realizados por el bien de la humanidad, sería deseable que los gobiernos de un amplio número de países propusieran a los integrantes del consejo de la organización Nobel, la entrega no de uno, sino de dos premios Nobel a la nación cubana, algo inédito hasta ahora: uno de Medicina y el otro de la Paz, por este esfuerzo maravilloso que se ha convertido en esperanza para buena parte de la población del planeta, haciendo ver con ello las absurdas políticas de Estados Unidos en estos tiem-pos del Covid-19, que debieran ser también de solidaridad universal.
Aprovecho estas líneas para mandar un saludo fraternal a Ángel Guerra Cabrera, ilustre cubano, compañero articulista de La Jornada.
*Director del Instituto Latinoamericanode Comunicación Educativa (ILCE)
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