Napoleón Gómez Urrutia
La historia no es lineal, porque la evolución de la humanidad tampoco sigue un patrón constante y muchos de los acontecimientos que en ella ocurren son producto de sucesos totalmente inesperados o de liderazgos que cambian frecuentemente el rumbo de las cosas. Aunque a veces hay algunos que se repiten, nunca son iguales en tamaño o en la fuerza que los impulsa, y en otros casos son totalmente impredecibles, y sus consecuencias también.
Pero lo que sí es muy importante es conocer, comprender y analizar constantemente nuestro pasado para no repetir los errores y estrategias fallidas, o al menos mitigarlos para disminuir el impacto negativo y superar la crisis de la mejor manera posible y en el menor plazo. El que desarrolla la capacidad de aprender en cabeza ajena tendrá una ventaja comparativa de grandes proporciones. Hoy estamos enfrentando un muy grave y extendido problema que ha desembocado en una pandemia en relación con un virus sumamente contagioso y que en cerca de 5 por ciento de los infectados ha resultado mortal. Este virus se ha expandido demasiado rápido por todo el mundo y mientras no se desarrolle un tratamiento eficaz o una vacuna, no se vislumbra una solución próxima.
La situación es complicada no sólo desde el punto de vista de la salud, sino también de la crisis económica consecuente y la pérdida generalizada de empleos que está provocando una tensión social alarmante. Ahora debemos tomar aquello que dio buenos resultados en las crisis del pasado, desterrar las malas prácticas que buscaban el beneficio de unos cuantos y escuchar las opiniones de aquellos que quieren el bien del Estado. No estamos hablando de un tema sencillo, sino sumamente complejo. Pero, además, de las aportaciones que cada persona pueda hacer para enfrentar este serio reto, se requiere también el compromiso ineludible y decidido de todos los actores que están en posibilidad de ayudar para evitar los protagonismos, oportunismos y ambiciones de acrecentar el poder –sea económico, político, social o mediático– a costa de los demás. En ambos casos, debemos estar atentos a esos personajes y restarles importancia. Tenemos que consolidar una sociedad que promueva la armonía y el bienestar, una que no tolere la manipulación e intereses mezquinos de algunos.
Hoy debemos velar y levantar la voz por las y los trabajadores que son despedidos sin algún ingreso, salario o prestación, quedando en consecuencia, ellos y sus familias, en total indefensión. Debemos todos frenar los abusos y la falta de solidaridad, pues una cosa pueden ser las ganancias moderadas de las empresas producto del esfuerzo y del trabajo y otra muy diferente las humillaciones y violaciones a los derechos de los más necesitados. México no necesita de esa clase de egoísmos, ni de empresarios que actúen sin responsabilidad social y respeto hacia los demás.
La mayoría de los trabajadores despedidos son de las empresas que se dedican a la subcontratación u outsourcing. Hace un par de días propuse crear un seguro de desempleo que ayude a paliar el impacto económico que dejará el Covid-19. Este seguro existe en otros países, como Canadá, Estados Unidos y algunos de Europa e incluso en la Ciudad de México. Es urgente colaborar entre todos y ver si las empresas, las compañías de seguros, bancos y otros organismos más están dispuestos a buscar una salida que aligere temporalmente la difícil situación de los trabajadores que están siendo despedidos. Así nos daremos cuenta también si esos inversionistas tienen la dimensión social que tanto ha impulsado el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. De lograr el establecimiento de este mecanismo de protección contra el desempleo, será necesario desburocratizar, hacerlo de una manera ágil y oportuna en todos los trámites.
En estos momentos el coronavirus es una especie de terremoto sanitario que trae consigo uno económico, de proporciones todavía desconocidas. El impacto negativo en el crecimiento de muchas economías de Europa y del mundo está siendo brutal. En España, por ejemplo, se estima para el presente año una caída acelerada del PIB de -8 por ciento y un alza en las tasas de desempleo de -20.8 por ciento, que será el peor descenso desde la guerra civil que alcanzó en 1936 una tasa de -26.8 por ciento. En otras naciones de Europa, como Portugal y Lituania se estima un PIB de -8 por ciento, Italia -9.1 y Grecia -10 por ciento. Incluso las dos más grandes economías del viejo continente se verán fuertemente afectadas: Francia -7.2 por ciento y Alemania con -7. En conjunto, se pronostica que la Eurozona se contraerá -7.5 por ciento. Todas estas estimaciones son proporcionadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Para evitar una catástrofe mayor, el gobierno que encabeza Andrés Manuel López Obrador ya está trabajando, utilizando todo el poder nacional para contrarrestar los efectos adversos de esta pandemia; sin embargo, la sociedad en su conjunto, los sindicatos y las empresas deben cooperar para mitigar el golpe que ineludiblemente recibiremos. Aunque el mismo FMI estima una recuperación lenta para 2021, por ejemplo, España se espera reduzca la caída a -4.3 por ciento y la tasa de desempleo en 17.5 por ciento, es necesario anticiparnos para mitigar los efectos negativos sobre los trabajadores y las empresas más débiles.
Algo que sin duda deberemos evitar a cualquier costo es la avalancha de quiebras de empresas que al final resultará en una alta tasa de desempleo. Más si queremos evitar el surgimiento de fuerzas y corrientes de extrema derecha que busquen capitalizar el descontento de las personas para instaurar gobiernos fascistas.
Parece exagerado, pero hoy vemos a grupos de la ultraderecha disfrazados de expertos en diversos temas que ya se están preparando y abiertamente atacando a un gobierno patriota que busca una transformación de fondo. Un movimiento que recuerda las palabras del Benemérito de las Américas, quien dijo: "como hijo del pueblo nunca podría olvidar que mi único fin debe ser siempre su mayor prosperidad".
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