Esta
mañana, al despertarme, me encontré etiquetada en un par de entradas en una red
social (odio ser etiquetada en las redes) para “colaborar en una especie
de caja de resistencia para las mal llamadas “trabajadoras del sexo”
y apelando a que quienes tenemos una nómina, nos tocaba ser solidarias con las
mujeres que no pueden “trabajar” por el confinamiento.
Al
cabo de un rato recibo una notificación por otra red social sobre la reciente
detención de siete personas por explotar sexualmente a doce mujeres de origen
colombiano en dos ciudades de Andalucía, una de ellas menor de edad, incluso en
estos días de confinamiento.
Está
claro que la prostitución mueve muchos millones de euros se mire por donde se
mire y que los tratantes de personas van a defender sus negocios a capa y
espada, aunque sean ilícitos y las mercancías sean personas, mayoritariamente
mujeres.
Pero
hay algo que no entiendo. En este tiempo de confinamiento obligatorio, ¿por qué
el gobierno del Estado no ha decretado, específicamente, el cierre de todos los
prostíbulos tanto de carreteras como los que se tienen dentro de las ciudades,
así como los pisos donde se sabe que se ejerce la prostitución en pueblos y
ciudades?. Han dejado a las mujeres prostituidas y explotadas sexualmente en un
limbo jurídico y al albur, como siempre de sus explotadores y de los
consumidores de mujeres.
Desde
mi punto de vista no se pueden afrontar políticas integrales de igualdad entre
mujeres y hombres mientras se aparca el tema de la abolición de la
prostitución. Mientras haya una sola mujer víctima de trata con fines de
explotación sexual y una sola mujer víctima de violencias machistas de
cualquier tipo, incluidas las sexuales, las políticas serán de igualdad, pero
me cuestiono mucho que sean feministas.
Y no
se trata en absoluto de ir repartiendo carnets de quien es o no es feminista.
Nada más lejos de mi intención. Se trata, desde mi punto de vista y
sencillamente de mirar por el bienestar del conjunto de personas buscando la
equidad entre mujeres y hombres. O dicho de otra manera y con una expresión que
está en boga, de no dejar a nadie atrás tal y como ahora (y no solo por la
pandemia) se está haciendo con las mujeres prostituidas y victimas de
explotación sexual.
El
Ministerio de Igualdad no puede seguir mirando para otro lado cuando se sabe
donde están siendo explotadas sexualmente estas mujeres. Tampoco puede alegar
la “voluntariedad” de estas mujeres cuando están siendo explotadas
precisamente valiéndose de su vulnerabilidad económica tanto en sus países de
origen como dentro del territorio del Estado Español.
El tan
ansiado por el movimiento feminista, Ministerio de Igualdad, no puede ni debe
quedarse de brazos cruzados cuando hay mujeres siendo consumidas y tratadas
como si de animales se tratara al tiempo que son mercantilizadas para que unos
gañanes hagan sus fortunas personales y empresariales.
La
abolición de la prostitución tiene que ser un objetivo de esta legislatura
política, porque se nos debe a las mujeres, a todas las mujeres y no solo a
unas cuantas. Porque mientras se siga permitiendo que los cuerpos de las
mujeres sean usados como mercancías de consumo que permitan amasar fortunas
ilegales, nadie se puede llamar feminista.
Ministra
de Igualdad, le aconsejo que estudie en profundidad el tema, se deje asesorar
por las mejores feministas teóricas y defensoras del país y actúe como lo que
dice ser, como una feminista valiente. De lo contrario, dejará pasar una
ocasión histórica para romper la alianza asesina entre capitalismo y
patriarcado que se sigue enriqueciendo con los cuerpos y el sufrimiento de
muchas mujeres que están siendo prostituidas y explotadas, incluso en tiempos
del confinamiento.
El
tiempo de los paños calientes ha pasado y ha llegado el momento de la toma de decisiones
valientes y nuestras mejores teóricas del feminismo lo tienen muy claro. Y han
demostrado la clara vinculación entre esos dos poderes opresores para las
mujeres como lo son el capitalismo y el patriarcado.
Si no
se actúa habrá, por silencio y omisión, complicidad con ellos. Y eso no es ser
feminista.
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