La Jornada:
El cardenal australiano George Pell es alto y corpulento, una especie de John Wayne eclesiástico. De ahí su mote de The Ranger. Tiene 78 años y su trayectoria está irremediablemente vinculada a la pederastia clerical. Acaba de salir de prisión después de que el más alto tribunal de Australia anuló una condena inicial por abusos a menores. A pesar de que el foco mediático se ha centrado en el Covid-19, la noticia no ha pasado desapercibida. Fue cardenal de Sidney hasta 2014, también ex jefe de Finanzas del Vaticano. Ha sido la figura eclesiástica con mayor rango de la Iglesia católica encarcelada bajo cargos de pederastia y encubrimiento. En diciembre de 2018, el jurado australiano encontró a Pell culpable de cinco cargos y aceptó la evidencia de un demandante: cuando fue arzobispo de Melbourne habría abusado sexualmente de él y de otro niño de 13 años, ambos integrantes del coro de la catedral de San Patricio, en 1996. Pese a la imputación, la Corte Suprema acaba de revertir ese veredicto, por lo que el cardenal dejará de cumplir la pena de seis años de cárcel y recobró su libertad. Las organizaciones de víctimas de abuso han mostrado su descontento y desilusión. Acusan a las autoridades de haber reblandecido su postura ante la envergadura del prelado.
Sin embargo, el cardenal George Pell no está liberado de las acusaciones. Ahora, está bajo investigación policial, un reciente denunciante presentó nuevas acusaciones de abuso sexual. La policía aún no ha notificado a Pell o su equipo legal sobre la nueva demanda, pero el caso se remonta a un abuso perpetrado en la década de 1970, según el Herald Sun, periódico australiano con sede en Melbourne.
George Pell , además de ser acusado de haber regateado indebidamente las compensaciones a las víctimas, se opuso a colaborar con la policía, encubriendo los casos de violencia sexual perpetrada contra menores por religiosos católicos en su diócesis. En 2002 tuvo otra demanda de abusar sexualmente de un niño de 12 años, pero fue absuelto por falta de pruebas.
Destacados investigadores en complots vaticanos como Gianluigi Nuzzi y Emiliano Fittipaldi, colocan a Pell como un personaje siniestro. Adicto a los lujos y las intrigas, al menos ese saldo dejó su paso por Roma. Revelan que George Pell practicó el encubrimiento y la protección de sacerdotes depredadores de menores. Pell creó en la década de 1990 un protocolo de compensación para víctimas de abuso, pero, según el libro de Fittipaldi, Lujuria (2017), en realidad era un sistema diseñado para controlar a las víctimas, contener el abuso y proteger a la Iglesia.
Recordemos que, en 2013, el papa Francisco lo invita a Roma a participar como parte de sus colaboradores de confianza. En 2014, lo nombra prefecto de la Secretaría de Economía, convirtiéndolo en uno de los tres hombres más poderosos de la Santa Sede. La confianza de Francisco resiste, aun cuando llegan a su despacho documentos, en 2015, sobre sus exagerados gastos personales: vuelos de clase ejecutiva, restaurantes elegantes, vinos selectos, ropa exclusiva a medida, muebles finos, cuantiosos alquileres, por 501 mil euros en tan solo un año. En 2016, el Ranger fue acusado nuevamente por el Poder Judicial australiano de abusar de menores de testimonio directo. Se declaró inocente por lo que tuvo que renunciar a su puesto en Roma y volar a Sidney para enfrentar los cargos.
El caso George Pell representa sólo la punta del iceberg para las autoridades judiciales australianas, que han estado lidiando con los abusos sexuales infantiles de clérigos durante años. Las cifras en verdad son inquietantes. De 1950 a 2017, se estiman más de 6 mil casos de abuso, de los cuales casi 3 mil ocurrieron precisamente en edificios eclesiásticos, especialmente aquellos relacionados con la educación religiosa de jóvenes y niños. La entonces primera ministra de Australia, Julia Gillard, estableció en 2012 una comisión para indagar las respuestas institucionales al abuso de menores en ese país. Dicha comisión descubrió que 7 por ciento de los sacerdotes en Australia había abusado de niños. Así determinó que el gobierno debía intervenir de facto en dichos casos. Como lo hacen varios estados de Estados Unidos, o países como Chile, Italia y Polonia.
A pesar de su larga hoja de vida vinculada a la pederastia. Sin duda, la revocación de la condena del cardenal Pell es un revés para los activistas contra la pederastia clerical, pero trae importantes lecciones. Primero es con autoridades civiles y no eclesiásticas que dictaminaron la exoneración del Pell. Mientras las autoridades seculares australianas no determinen lo contrario, Gorge Pell tiene jurídicamente la presunción de inocencia. Segundo: la alta exposición mediática ha contribuido para que a sociedad australiana tome conciencia de la gravedad de los abusos. Se han formado importantes presiones sociales y fuertes organizaciones de la sociedad civil. Tercero: los delitos sexuales son difíciles de enjuiciar en la mayoría de los casos, porque el abuso tuvo lugar hace lustros o décadas. Ante tales circunstancias, la búsqueda de justicia, se entorpece y complica. No hay pruebas genéticas, difícil encontrar testigos, y los recuerdos de los testigos disponibles pueden desvanecerse o deformarse. Cuarto: el foco central es la justicia para las víctimas. Los políticos deben atender las demandas de los sobrevivientes y contribuir al cabildeo del gobierno. Finalmente, con independencia veredicto de la justicia, George Pell, haga y diga lo que quiera, cargará con el estigma de la pederastia clerical...
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