Terra/Efe
A un lado de la Adelita y la Valentina, elevadas a leyenda de la revolución mexicana que cumple su centenario este sábado, surge el misterio de “la coronel” Amalio, la hija de hacendados que cambió el faldón por el pantalón y las muñecas por el fusil para lanzarse a la lucha armada.
Las instantáneas de la Revolución Mexicana han inmortalizado a cientos de ‘Adelitas’ mujeres que se subían a los trenes para acompañar la lucha armada, l mayoría a cargo de tareas como alimentar y proveer de vestuario a las tropas, otras como enfermeras y otras más contadas que tomaron las armas.
“Las mujeres también participaron en la Revolución, formaron organizaciones políticas y sociales. Otras se hicieron enfermeras, como la Adelita, o tomaron las armas, como Valentina, para luchar contra la dictadura de Porfirio Díaz”, que gobernó México entre 1876 y 1911, comenta a la AFP Antonio Aguilar, director del archivo de la secretaría de la Defensa de México que guarda documentos sobre el tema.
“Y si Adelita quisiera ser mi novia” la letra de un popular corrido de la revolución ha inmortalizado a a la enfermera que atendió a los heridos del ejército revolucionario y formó parte de la naciente Cruz Blanca de México.
Originaria de Ciudad Juárez (norte), Adela Pérez Velarde, su nombre real, sirvió desde los 15 años como enfermera de las tropas, lo que en 1963 le valió ser reconocida como Veterana de la Revolución Mexicana, según consta en los archivos de la Defensa.
“Hubo mujeres, muy pocas, que lucharon con las armas en la mano, como Valentina Ramírez Avitia, que incluso en su expediente menciona que causó alta como soldado y la dieron de baja por el hecho de ser mujer”, añade el capitán Aguilar.
Otra combatiente, Valentina quedó consagrada en el imaginario popular gracias a su propia melodía y a una de las imágenes más emblemáticas de la Revolución, en la que aparece de pantalón y sombrero, con el pecho cruzado por cananas, rifle a un costado y pistola al cinto, rodeada de hombres que la miran entre curiosos y burlones.
El temor a las burlas hizo que algunas combatientes escondieran su género.
“Tenemos un caso único documentado: el de Amalia Robles, que fue mujer pero en la Revolución se puso ropas de hombre para poder estar al frente de sus tropas y llegar hasta el grado de coronel”, añade Aguilar.
Originaria de Guerrero (sur), al llegar “la bola”, como los ricos llamaban despectivamente a los revolucionarios, la joven modificó la última letra de su nombre, se cortó las trenzas y cambió el faldón por un pantalón, reclutó a los peones de su hacienda y se lanzó a la contienda.
“Era hija de hacendados. Se unió a las filas de Emiliano Zapata”, explica Aguilar sobre “la coronel” que sirvió al ejército revolucionario del 23 de septiembre de 1911 al 27 de noviembre de 1924, participando en al menos siete campañas militares y en más de 70 combates.
“En agosto de 1970, se le reconoció oficialmente como veterano de la Revolución por los servicios que prestó a la misma, concediéndosele la condecoración al mérito revolucionario”, explica Aguilar.
La leyenda de Amalio, que militó en organizaciones socialistas, es ampliamente conocida en su pueblo natal de Xochipala (Guerrero), donde incluso han erigido un pequeño museo con fotos de distintas épocas de su vida, personificada como hombre.
“Para poder luchar en las fuerzas revolucionarias, se tuvo que disfrazar de hombre y se puso Amalio. Después de la Revolución siguió como hombre y cuentan que mato a dos tipos que se burlaron de ella, por lo que estuvo en la cárcel”, explica Regner Montiel, habitante de Xochipala.
La ‘coronel Amalio’ murió en 1984, a sus 95 años, y cinco después de admitir en un trámite administrativo oficial su género.
El hecho de que lo hubiera ocultado por décadas se entiende por otro hecho que consta en documentos del archivo militar: muchas veteranas de la revolución jamás fueron consideras como elementos del Ejército, y se les negó una pensión.
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