Los niños están bien
Cuando Joni decide indagar la identidad del hombre anónimo cuya donación de esperma permitió la integración de la familia alternativa, y para sorpresa de todos aparece el ex hippie, Paul (Mark Ruffalo), hombre muy alivianado, risueño tipo cool de tiempo completo y dueño de un restaurante de comida orgánica, los hijos piensan haber encontrado al confidente y cómplice ideal, al padre amigo buena onda que en algo compensará por el largo dominio matriarcal en la familia.
Las madres protagonistas son estupendas y sus roles reflejan, no sin ironía, el estereotipo de los arreglos domésticos tradicionales. Nic (Bening) es una doctora de temperamento difícil que evidentemente lleva las riendas del hogar; su esposa Jules (Julianne Moore) ha visto frustradas sus aspiraciones profesionales en el cuidado de la casa y la educación de los niños. Hasta ahí, la realizadora reproduce sin chistar el esquema de un matrimonio convencional. La aparición del padre de los niños y la bocanada de libertad, erotismo y frescura que trae consigo, trastorna sin embargo la apacible armonía del hogar alternativo, haciendo aflorar los deseos reprimidos, las ambiciones profesionales insatisfechas y el malestar que viven los adolescentes ante un equilibrio emocional que pronto se revela precario. La familia que han formado Nic y Jules se aparta en ese momento por completo de la definición inicial, se integra al resto de las familias estadunidenses, se afianza con toda naturalidad o normalidad
en la neurosis descrita tantas veces por tantas otras comedias tradicionales, y deja de ser esa gran excepción pintoresca –expuesta al desdén o a la burla de las mayorías– que tuvo como emblema lamentable y jocoso la comedia francesa La jaula de las locas (Molinaro, 1978), a partir de la obra teatral de Jean Poiret, su versión estadunidense, su comedia musical, y un buen número de caricaturas semejantes.
Lisa Chodolenko maneja con eficacia los registros humorísticos y la carga dramática del relato. Esta solvencia tiene su origen en su trabajo televisivo para las series Six feet under y La letra L (esta última de tema lésbico). No hay precipitación en el melodrama, aun cuando la tentación es fuerte, ni tampoco en una comicidad complaciente a expensas de los protagonistas. Chodolenko celebra la fuerza moral de una familia alternativa que vive al margen de la tradición y de la plena aceptación social, aun cuando opera exactamente con los mismos patrones que cualquier otra familia. Los niños están bien porque gozan y padecen en sus madres lo mismo que viven otros adolescentes en arreglos familiares distintos. El humor levanta aquí los ánimos y también a la propia trama. Cuando surge, por ejemplo, una amenaza de ruptura y separación de las dos madres, su joven hijo Laser las conmina, con malicia, a permanecer juntas. No por ser lesbianas, sino por estar ya demasiado viejas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario