11/20/2010

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La Muestra

Los niños están bien

Carlos Bonfil

Los niños están bien (The kids are alright, referencia al famoso tour de rock de The Who en los años setenta), de la directora angelina Lisa Chodolenko (High Art, 1998), es una comedia doméstica, en apariencia convencional, que novedosamente pone en primer plano, de modo muy natural, el arreglo hogareño de dos madres lesbianas (Annete Bening y Julianne Moore) y sus hijos adolescentes, la joven de 18 años Joni (Mia Wasikowska) y su medio hermano de 16, Laser (Josh Hutcherson).

Cuando Joni decide indagar la identidad del hombre anónimo cuya donación de esperma permitió la integración de la familia alternativa, y para sorpresa de todos aparece el ex hippie, Paul (Mark Ruffalo), hombre muy alivianado, risueño tipo cool de tiempo completo y dueño de un restaurante de comida orgánica, los hijos piensan haber encontrado al confidente y cómplice ideal, al padre amigo buena onda que en algo compensará por el largo dominio matriarcal en la familia.

Las madres protagonistas son estupendas y sus roles reflejan, no sin ironía, el estereotipo de los arreglos domésticos tradicionales. Nic (Bening) es una doctora de temperamento difícil que evidentemente lleva las riendas del hogar; su esposa Jules (Julianne Moore) ha visto frustradas sus aspiraciones profesionales en el cuidado de la casa y la educación de los niños. Hasta ahí, la realizadora reproduce sin chistar el esquema de un matrimonio convencional. La aparición del padre de los niños y la bocanada de libertad, erotismo y frescura que trae consigo, trastorna sin embargo la apacible armonía del hogar alternativo, haciendo aflorar los deseos reprimidos, las ambiciones profesionales insatisfechas y el malestar que viven los adolescentes ante un equilibrio emocional que pronto se revela precario. La familia que han formado Nic y Jules se aparta en ese momento por completo de la definición inicial, se integra al resto de las familias estadunidenses, se afianza con toda naturalidad o normalidad en la neurosis descrita tantas veces por tantas otras comedias tradicionales, y deja de ser esa gran excepción pintoresca –expuesta al desdén o a la burla de las mayorías– que tuvo como emblema lamentable y jocoso la comedia francesa La jaula de las locas (Molinaro, 1978), a partir de la obra teatral de Jean Poiret, su versión estadunidense, su comedia musical, y un buen número de caricaturas semejantes.

Lisa Chodolenko maneja con eficacia los registros humorísticos y la carga dramática del relato. Esta solvencia tiene su origen en su trabajo televisivo para las series Six feet under y La letra L (esta última de tema lésbico). No hay precipitación en el melodrama, aun cuando la tentación es fuerte, ni tampoco en una comicidad complaciente a expensas de los protagonistas. Chodolenko celebra la fuerza moral de una familia alternativa que vive al margen de la tradición y de la plena aceptación social, aun cuando opera exactamente con los mismos patrones que cualquier otra familia. Los niños están bien porque gozan y padecen en sus madres lo mismo que viven otros adolescentes en arreglos familiares distintos. El humor levanta aquí los ánimos y también a la propia trama. Cuando surge, por ejemplo, una amenaza de ruptura y separación de las dos madres, su joven hijo Laser las conmina, con malicia, a permanecer juntas. No por ser lesbianas, sino por estar ya demasiado viejas.

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