Samuel Schmidt
sxhmidt@mexico.com
Hay veces que uno lee declaraciones y no sabe si son irónicas o simplemente cínicas, o ambas.
Escucho en el radio que la Wal Mart foundation tiene disponibles 2,000 millones de dólares para luchar contra el hambre. Y me confundo.
Resulta que hay comunidades que se oponen a la llegada de las tiendas de esa empresa porque automáticamente eliminan a los pequeños negocios que son incapaces de competir contra el gigante comercial. Se crea desempleo y las comunidades tienen que sostener a la gente que perdió sus fuentes de ingreso. El consumidor va feliz de la vida a comprar ahí porque le cuesta muy barato, aunque lo que en apariencia se ahorra, en realidad se pierde porque el gobierno tendrá que usar sus impuestos para sostener a la gente que perdió sus medios de sobrevivencia. Hay una ganancia individual y una perdida social, ¿cuál domina? Sin duda que el egoísmo individual. Yo me ahorro una lana aunque mi vecino se esté muriendo de hambre gracias a mi ahorro, ventajas del capitalismo salvaje.
Es interesante indagar cómo es posible que esa empresa maneje precios tan bajos. Un empresario me dijo que la clave está en el tamaño de las compras, al manejar pedidos enormes los márgenes de ganancia individual por pieza pueden ser bajos pero con el volumen el empresario alcanza una ganancia razonable. Pero resulta que los empresarios hacen una cadena y van presionando a sus proveedores para que bajen sus precios con el mismo argumento que los márgenes que con el volumen se reponen; todos por supuesto buscan agrandar sus márgenes lo más posible, y nadie se molesta con castigarse un poco si el volumen (palabra mágica) compensa la baja utilidad. Claro está que un componente que se encuentra constante a lo largo de toda la cadena productiva y que es castigado de manera inmisericorde es la mano de obra que ve reducidos sus ingresos, con lo cual el impacto social se incrementa. Uno dirá que los empleados de la cadena pueden comprar en Wal Mart porque los precios son baratos, pero entonces se pierde la libertad de escoger, que a final de cuentas parece importar poco, si de lo que se trata es que todos ganen. Y a lo largo del camino ese mismo obrero de bajo ingreso podrá llegar a ni siquiera poder comprar ahí lo que produce.
Otra fuente para Wal Mart parece ser una presión distinta sobre sus proveedores. Escuche la siguiente historia: un empresario recibió una orden que fabricó especialmente para la empresa, entregó a tiempo y cuando se le iba a hacer el pago se le pidió una bonificación del 20% sobre el precio pactado. El hombre hizo el cálculo y encontró que todavía le quedaba un margen muy mínimo que se compensaba con la promesa de un pedido todavía mayor al del anterior. Hizo la bonificación. Con la orden se puso a fabricar y una semana antes de la entrega lo mandaron a llamar para decirle que debía hacer una nueva bonificación de 20% al pedido que ya estaba cerrado: 40% de descuento sobre un pedido entregado y liquidado. Ese descuento no era posible hacerlo a menos que aceptara perder dinero en la operación. Como se negó, la empresa decidió cancelar el nuevo pedido que había hecho, lo que lo ponía en la situación de no poderlo colocar por las dimensiones y las especificaciones del mismo, resultado: el empresario quedó al borde de la quiebra. Wal Mart demostraba que los tratos no terminan nunca y se revisan a su favor.
Los empresarios que cuentan la historia también cuentan la de otros que fueron quebrados por la empresa. Lo sorprendente es que Wal Mart los castigaba no por números negativos sino por otros propósitos.
Uno se pone a pensar sobre la postura de responsabilidad civil de una empresa que de manera implacable quiebra a sus proveedores y con ellos lanza al desempleo a los empleados cuyos patrones cayeron en el espejismo de las grandes compras de Wal Mart y que promete atender con sus millones para reducir el hambre.
El segundo caso es el de Felipe Calderón que se monta en el discurso ecologista y aconseja al mundo sobre cómo proteger al medio ambiente. Ahora predica sobre la protección a los bosques mientras su gobierno es incapaz de frenar la tala inmoderada e ilegal de los bosques.
¿Con qué cara un presidente habla de protección ambiental cuando en sus propuestas de presupuesto recorta los fondos para proteger a ese mismo medio ambiente?
Ya en su momento elevaba la voz exigiéndoles congruencia a los gobiernos del mundo mientras su gobierno permitía el uso de tecnologías contaminantes (producción eléctrica con carbón) o arrasar al medio ambiente con proyectos hidráulicos que son rechazados por la comunidad.
¿Cinismo irónico o burla social?
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