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Barbie ha sido noticia últimamente, no sólo por la celebración de sus 55 años el pasado 9 de marzo y ser portada de la revista Sports Illustrated en sus cinco décadas de existencia, sino también por la nueva competencia que ha surgido en el mercado, la muñeca Lammily, creada por el artista Nickolay Lamm.
Coloquialmente conocida como la Barbie promedio (Average Barbie) Lammily -que fue nombrada a partir del nombre del artista-, tiene las medidas de una mujer americana promedio de 19 años en comparación con los imposibles 49 kilos, 1.82 metros y 96-45-83 que la Barbie en escala humana tendría, según mostró la estudiante Galia Slayen en 2011 al hacer una réplica de la famosa muñeca para concientizar sobre los problemas alimenticios en las niñas y mujeres jóvenes.
En una sociedad en que la exigencia estética respecto a la apariencia femenina es una constante la propuesta en la creación de nuevos modelos de representación femenina es fundamental, sobre todo cuando rompen con la convencional frágil, decorativa y vulnerable imagen que se ha proyectado de las mujeres.
De los brazos y piernas permanentemente rectos de la clásica Barbie que le imposibilitan mayor movilidad, se ha pasado a una más articulada con Lammily, que le permite estar en forma y promover un estilo de vida deportivo que muy pronto estará, al menos en Estados Unidos a la venta, tras un primer apoyo de $95, 000 a través del crowfunding para producir la muñeca.
Sin embargo la nueva competencia no creo le quite el sueño a la poderosa empresa Mattel, incluso el ex vicepresidente de manufactura de dicha compañía, Roger Rambeau ha asesorado a Lamm en la producción de la nueva muñeca, que ha cambiado la melena rubia por una castaña oscura, tiene un rostro más redondo, sus articulaciones se mueven y de tono de piel morena.
Partiendo de que las muñecas responden a un mercado capitalista en que la mirada eurocentrista entorno a la construcción de la representación de la feminidad impera, me atrevo a decir que las niñas no dejarán de jugar con la original Barbie tan sólo porque ha aparecido una versión promedio de la misma.
Habría que empezar a incluir en las representaciones mediáticas diferentes tipos de mujeres, de distintos orígenes étnicos, medidas, formas y estilos de vida tal y como sucede en la vida cotidiana. De esta forma las niñas, potenciales consumidoras de muñecas aceptarían la oferta de nuevos modelos de representación femeninos porque se reflejarían positivamente en ellas.
No existirían casos como la declaración de una madre iraní a Reuters en 2012 en el contexto de la prohibición de la venta de la icónica muñeca occidental en Irán en el que señalaba: Mi hija prefiere Barbies. Ella dice que Sara y Dara (la versión iraní de Barbie y Ken) son feos y gordos.
Sara y Dara creados en 2002 como un intento en Irán de proporcionar una alternativa a la estereotipada estética occidental no ha cosechado frutos. Pese a que sus medidas son más realistas y su vestimenta es más cercana a la indumentaria tradicional en aquella nación, las niñas no han querido dejar de jugar con Barbie.
Constantemente bombardeadas por imágenes de lo que es bello, más cercano a lo occidental, no es de extrañar que las niñas prefieran a Barbie, sin embargo es importante señalar que los estándares de belleza son arbitrarios y sujetos a cambio.
Es ahí donde se abre la oportunidad de generar una nueva construcción social de la feminidad y de los cuerpos de las mujeres, lo que sería un paso hacia la aceptación de una misma, más allá de los dictados de la delgadez y un cuerpo ideal impuesto por el mercado capitalista.
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