Carlos Bonfil
Lejos
de Hollywood. Por tercera ocasión, el Riviera Maya Film Festival
refrenda su vocación esencial de establecer un puente entre el público
general y las apuestas más arriesgadas del cine de autor.
La proliferación de festivales de cine a lo largo del país ha tenido
como efecto saludable diversificar la oferta cinematográfica y
estimular a las distribuidoras y exhibidores independientes para que
presenten producciones marginales que hace apenas unos años no tenían
mayores oportunidades de difusión en una cartelera dominada por la
oferta hollywoodense.
Los espacios ganados son obra, en buena medida, de la actividad
incesante de organizadores y programadores de esos festivales. Sería
deseable que esa programación, disfrutable en eventos excepcionales,
ganara presencia y continuidad durante todo el año en una suerte de
cartelera alternativa que retomara las propuestas de autor y las
pusiera al alcance de esos públicos que rara vez pueden asistir a los
festivales. Una red de cine clubes o espacios inéditos de proyección
informal, con los sellos de cada uno de los festivales, podría seguir
exhibiendo en sedes alternas y permanentes una selección de las mejores
cintas, manteniendo vivo el interés por lo recién mostrado y muy viva
también la expectación para las ediciones siguientes.
El festival de cine de la Riviera Maya ofreció en su tercera edición
200 proyecciones gratuitas de películas seleccionadas por los muy
ágiles y sensibles programadores, Maximiliano Cruz, Michel Lipkes y
Fernando del Razo, particularmente activos en la difusión del cine de
autor desde los años del desaparecido FICCO (Festival Internacional de
Cine Contemporáneo de la Ciudad de México) hasta esas derivaciones
estupendas que son ahora FICUNAM y el Riviera Maya Film Festival.
Cabe señalar que sin la continuidad de ese trabajo de equipo,
algunos de los mejores títulos de la producción juvenil en México se
verían eclipsados o sepultados por la avalancha de filmes ramplones que
hoy figuran como emblema de una comedia mexicana exitosa. Pensemos, por
contraste, en una película tan fresca y propositiva como Los Hámsters, de
Gilberto González Penilla, verdadera revelación en este festival, la
cual seguramente tendrá una presencia obligada en la Cineteca Nacional
y en unas cuantas salas comerciales, pero una cobertura mediática muy
por debajo de la que realmente merece. Otro tanto puede decirse de
propuestas nacionales arriesgadas y polémicas, como Navajazo, de Ricardo Silva, o tan sugerentes como los primeros largometrajes de David Pablos (La vida después) o de Samuel Kishi Leopo (Somos Mari Pepa), o el documental Lejanía, de Pablo Tamez, por sólo mencionar lo más destacado del certamen.
El concepto que maneja este año el Riviera Maya Film Festival es
el cine nos une, un lema que ciertamente tendrá una congruencia mayor cuando se conjunten los esfuerzos de diversos festivales afines para conseguir que los trabajos de directores internacionales tan estimulantes como el kazajistaní Emir Baigazin (Lecciones de armonía), el iraní Mohammad Rasoulouf (Los manuscritos no se queman), el británico Jonathan Glazer (Bajo la piel), el chino Jia Zhangke (Un toque de pecado), el ruso Aleksei Guerman (Duro ser un dios) o el también chino Wang Bing (formidable documental Hasta que la locura nos separe), logren no sólo tener presencia continua en posibles sedes alternas de los festivales, sino que propicien la programación de retrospectivas o selecciones de dichos directores para una formación más coherente y menos episódica del gusto cinéfilo en nuestro país.
La programación incluyó también trabajos recientes de Jafar Panahi,
Brillante Mendoza, Christoffer Boe, Bruce LaBruce, Raya Martin, Sion
Sono, Spike Lee, y la muy polémica cinta del eterno provocador danés
Lars von Trier, Ninfomanía, volúmenes I y II, en las versiones censuradas que autorizó el propio realizador.
Todos estos títulos merecen mucho más que una valoración apresurada,
y de ellos se hablará oportunamente; lo que conviene señalar, sin
embargo, es que el conjunto de estas propuestas autorales poco o nada
tienen que ver con el cine hollywoodense con presencia hegemónica en la
cartelera comercial, ni tampoco con ese derivado suyo, el cine mexicano
de entretenimiento masivo, con aspiraciones igualmente hegemónicas.
Estas últimas cintas tienen ya sus espacios asegurados en la cartelera
y en los medios que las promueven. No exigen una mayor promoción ni
tampoco la necesitan. El cinéfilo de nuestras latitudes sí está ayuno
de la información que le importa y son ya pocas las publicaciones que
hoy la difunden. Señalar lo que hoy exhiben los mejores festivales de
cine es promover desde ahora labores de programación más diversificadas
y estimulantes, y sobre todo las oportunidades de esa cartelera
alternativa que no deja de crecer cada día.
Twitter: @CarlosBonfil1
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