Con
el gobierno de Arturo Núñez en Tabasco ocurren dos de esos fenómenos
políticos que, tristemente, conocemos tan bien los mexicanos: el
desencanto y la decepción. Luego de haber llegado a la gubernatura tras
más de una década de buscarla, y haber generado una alta expectativa de
cambio en un estado asolado por la corrupción, el experimentado
político que acumuló prestigio y reconocimiento en cargos federales, lo
mismo en Gobernación que en San Lázaro o el IFE, enfrenta una severa
crisis de gobierno en su estado donde lo mismo se le amotinan y rebelan
los policías que se le disparan los secuestros.
En apenas un año de gobierno, la imagen de Núñez Jiménez se ha
deteriorado y el desgaste se resume en una expresión que circula en el
vox populi tabasqueño: “Este salió peor que el químico, al menos aquel
sólo robaba”. Y es que tras los escándalos de corrupción protagonizados
por su antecesor, Andrés Granier Melo, y las investigaciones que lo
mandaron a la cárcel junto con su secretario de Finanzas, José Manuel
Saiz, la administración de Núñez no ha cumplido con las expectativas
que se desataron tras el enjuiciamiento al gobierno anterior.
La falta de recursos públicos en varias áreas del gobierno estatal
ha hecho crisis. En el sector salud, uno de los directamente afectados
con los desvíos y corruptelas del sexenio anterior, las cosas no han
mejorado en lo que va de este gobierno. Las carencias de medicinas e
insumos médicos en hospitales locales del Instituto Estatal de Salud se
evidenció con los casos de dos jóvenes mujeres embarazadas a las que
les fue negado el servicio de urgencias, una de las cuales dio a luz en
una sala de espera mientras otra sufrió un aborto en el baño de la
clínica.
Aunque en ambos casos el gobierno estatal ordenó el cese de los dos
médicos que negaron la atención y de la directora de una de las
clínicas, esto provocó que esta semana se registraran manifestaciones
del cuerpo médico del sistema de salud estatal, en las que los doctores
denunciaron que hay desabasto de medicamentos, equipos y carencia de
personal en los hospitales del estado. Para hoy está anunciada una
nueva movilización en la que se volverá a mostrar la crisis del sistema
de salud tabasqueño.
Y si en la salud hay problemas, en la seguridad de los tabasqueños
estriba otra de las razones del descontento popular. El alza de los
secuestros en diversas regiones del estado, si bien obedece a un
fenómeno nacional, se ha recrudecido ante la inacción de las
autoridades del estado para frenar el problema. Empresarios ganaderos,
comerciantes y hasta trabajadores e ingenieros de Petróleos Mexicanos
están siendo víctimas de secuestros lo mismo en la región centro que en
las zonas petroleras del estado.
A eso se añade que la violencia del narcotráfico, junto con las
extorsiones y cobros de derechos de piso, se han recrudecido por la
presencia en Tabasco de tres cárteles que se disputan el territorio. A
la batalla entre Los Zetas y el Cártel del Golfo por el territorio
estatal, se suma ahora la presencia de Caballeros Templarios que han
comenzado a operar en algunas regiones según reportes de inteligencia
federal.
En medio de ese caos, la policía estatal se ha rebelado y desde el
domingo pasado los policías mantienen un motín en contra del secretario
de Seguridad Pública, General Audomaro Martínez, y de los mandos medios
de su corporación a los que el lunes los policías amotinados golpearon
salvajemente. La razón de esta rebelión policiaca que ya obligó al
Ejército a entrar a patrullar en varias zonas de Villahermosa, es el
descontento que ha provocado el general Audomaro con el endurecimiento
de medidas laborales y los bajos salarios -de 6 mil pesos mensuales-
que perciben los policías.
Pero el amotinamiento en contra de Audomaro Martínez, un militar
ligado a Andrés Manuel López Obrador, se desató también por los
comentarios negativos que el militar de carrera hizo sobre los policías
locales a los que llamó “gordos, flojos y panzones” y al intento de
cambiar sus jornadas de trabajo aunado a la falta de presupuesto que
enfrenta la Secretaría de Seguridad Pública.
Por si el problema de seguridad no fuera suficiente, la operación
política tampoco funciona en el gobierno de Arturo Núñez. A su
secretario de Gobierno, César Raúl Ojeda Zubieta, cuya experiencia
política se reduce a una diputación y varias candidaturas fallidas, lo
han rebasado la mayoría de los problemas. En corto, el funcionario se
queja de que no le permiten tomar decisiones ni operar. Y es que al
gobernador, dicen en los corrillos tabasqueños, lo tienen dominado dos
mujeres que ejercen una enorme influencia en las decisiones públicas:
por un lado su esposa, Martha Lilia López, a quien se cuestiona su
excesivo protagonismo en el gobierno, y su directora de Comunicación,
Dolores Gutiérrez, una ex diputada con una gran cercanía al gobernador.
Así que mientras los ojos del país están puestos en lo que ocurre en
Michoacán, en el sureste mexicano las cosas no andan bien; el calor del
trópico parece no sentarle bien a un político de la talla de Arturo
Núñez Jiménez y el desencanto y la inconformidad cunden en el idílico
Edén de Carlos Pellicer.
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