Lo
acontecido en la últimas semanas en torno al “Auditorio Che Guevara” no
escapa a la dinámica del espectáculo. De allí que la aparente
confrontación entre dos grupos por dicho espacio tenga una dimensión
oculta que la espectacularidad de los comunicados, fotos y videos se
obstinan en hacer desaparecer.
¿Por qué luchar por un espacio?
Un
espacio es un lugar físico donde se desarrollan actividades con
finalidades concretas. El “auditorio Che Guevara” no siempre ha sido un
espacio en donde se hayan desarrollado actividades políticas de corte
“autogestivo”, “anticapitalista” y/o “autónomo”. Antes bien, ha sido el
lugar donde se han desarrollado una serie de actividades lucrativas, de
espionaje (CISEN), de venta y consumo de drogas (amparadas por rectoría
y por el estado), que, quienes han realizado todo esto y alardeando
desde una retórica limosnera y pretendidamente “digna”, han intentado
crear legitimidad frente a los estudiantes y, frente a cierta parte del
movimiento social. Como si por colgar el epíteto de “anticapitalista” o
“autónomo” la venta de ácidos o cocaína se convirtiera en un acto
subversivo y radical tendiente a hacer estallar las relaciones de
opresión y dominio capitalista.
Quien defiende un espacio lo
hace porque defiende las finalidades y las actividades que se le
imprimen o que se realizan en dicho espacio. Por eso, es pertinente
saber diferenciar entre el discurso que acompaña una práctica y la
práctica misma.
Durante años, el “Auditorio Che Guevara”, ha
albergado a puesteros que, como modus vivendi, venden sus artesanías,
libros usados y comida. De ésta manera el auditorio ha servido de
bodega y tiendita. No obstante, entre toda la oferta “autonomista” y
“anti-capitalista” de mercancías tendientes a liberar las mentes y los
estómagos de los estudiantes, encontramos también a los “comerciantes”
que, desde y en el auditorio, han establecido su centro de operaciones
para el comercio y consumo de drogas en Ciudad Universitaria. Ésto
último con la permisividad de las autoridades universitarias y con el
beneplácito de “Vigilancia UNAM”, que siempre ve, pero nunca dice ni
hace nada.
Es sabido, por toda la comunidad universitaria de la
Facultad de Filosofía y Letras, así como de otras facultades, que
durante muchos años el Che Guevara fue el espacio de “divertimento” y
ocio. No sólo porque se podía encontrar la droga que se quisiera, sino
porque durante años el auditorio se convertía en un “antro” donde se
celebraban las “mejores pedas” y “revens” desde un horizonte, claro
está, “revolucionario” y “anticapitalista”. Con el dinero recogido de
la fiesta “autonomista” de cada fin de semana no se hizo prácticamente
nada para restaurar el auditorio. Benefició privadamente a los
organizadores y “comerciantes” de drogas y alcohol. Sin embargo, la
resistencia “autogestiva” seguía su curso en contra de la organización
de eventos políticos y culturales. Pues, cuando se pedía el espacio se
apelaba a una asamblea de no más de 6 personas, que se encontraban
siempre bajo el influjo de alguna droga o alcohol y que no cedían los
espacios con el pretexto de que ya había actividades “culturales”
programadas. Sin embargo, dichas actividades solamente quedaban
anunciadas en un cartel o en Internet, pero jamás se realizaban.
Durante
aproximadamente 6 años el espacio albergó a gente ajena al movimiento
estudiantil y social, convirtiéndose en un refugio de los “olvidados”
de la tierra (vagabundos y lumpenes), que, para justificar y legitimar
su presencia, acudieron al discurso zapatista, autonomista y
anarquista. Mientras tanto, en la práctica, el usufructo mercantil del
espacio y el refugio para los vagabundos seguía su camino, ajeno al
discurso y a la práctica que decían reivindicar.
Fue éste grupo
quien, el pasado 19 de diciembre, armado con palos, petardos, botellas,
navajas, desalojó a una persona que hacía guardia en el auditorio,
cerrando el espacio a los grupos que trabajaban desde el 2009, quienes
restauraron el auditorio y llevaron cabo actividades políticas y
culturales sin fines de lucro (chéquese todas las actividades que se
realizaron en http://che.vela-do.net).
Éste
grupo (conformado por los vagabundos) llamó a su acto “la retoma del
Che”. Y no es para menos, pues durante 4 años, el espacio fue
acondicionado (por quienes son acusados de “paramilitares”), remodelado
(en la medida de las posibilidades) para llevar a cabo conferencias,
reuniones, asambleas, talleres, coloquios, etc. Se fijaron normas y
lineamientos para trabajar, entre los cuales se encontraban la
prohibición del consumo de drogas y alcohol y la prohibición de usar el
espacio para lucrar. Nunca se prohibió la realización de un evento por
razones “políticas”. Por el espacio desfilaron posturas políticas que
van desde el zapatismo, hasta el anarquismo o la defensa de los
derechos humanos. (véase, http://che.vela-do.net).
Molestos
por haber bajado las ganancias de la venta de alcohol y drogas,
enfurecidos y cobijados nuevamente bajo el discurso del “autonomismo” y
del “anticapitalismo anti-autoritario”, tomaron en su poder el
auditorio para seguir viviendo del cuento.
Para justificar y
explicar la “retoma” emplearon un discurso que los hacia víctimas de
los “atropellos” hechos por los “grupos autoritarios” y
“paramilitares”. Se ensañaron y repitieron el discurso estigmatizador
que ellos, junto al Estado, crearon, difamando al Comité Cerezo de
haber sido el grupo “paramilitar” que orquestó la confrontación del día
3 de Marzo en la madrugada.
Nota: como en todo proceso social
que impugna el status quo imperante, el Estado trata de deshacerse de
las organizaciones, individuos o procesos que le son incómodos. Para
ello, a parte de la represión directa y selectiva, utiliza a otra parte
del movimiento social para que realice dicho trabajo. De ésta forma, el
uso de los lumpenes, que se venden por migajas, unos pocos pesos,
drogas o amparo político, son quienes efectivizan dicha tarea.
Así,
las “víctimas” dedicadas al consumo y venta de drogas, libros, alcohol,
artesanías, desde un horizonte “libertario”, recuperaron la tiendita y
el antro para seguir enriqueciendose privadamente bajo el discurso que,
dicen ellos, “construirá la nueva sociedad bajo la autonomía y la
autogestión”.
En los hechos, éste grupo que se reclama
autogestivo, no ha hecho ningún trabajo político que haya servido para
algo. No tiene contacto con las organizaciones del movimiento
estudiantil en la Universidad, mucho menos con organizaciones del
movimiento social. Sus propios hábitos, vicios y nulo trabajo, los
aisla automáticamente. Son pocas las “organizaciones” que por lástima o
a cambio del uso del espacio, se solidarizan con ellos. De allí que
digan que su trabajo “hormiga” y cotidiano (¿vender artesanías y
drogas?) importa más que abrir el auditorio al pueblo organizado.
Otras
organizaciones, así como muchos universitarios que han acudido a las
asambleas realizadas, desconocen el conflicto y se quedan con la
versión que, desde la “auto-victimización” repite una y otra vez éste
grupo, para legitimar su regreso y seguir, como ha querido siempre la
autoridad, romper la organización estudiantil seria, subutilizar el
espacio, y que las cosas sigan como siempre.
Éstos grupos de
“vagabundos autonomistas” son los que han orquestado una campaña por
Facebook amenazando a varios integrantes de la “Coordinación del
Auditorio Che Guevara”, y son los mismos que se presentan o mandan a
los estudiantes ingenuos a repetir que, “ellos fueron las víctimas de
una violencia irracional, auspiciada por paramilitares que buscan
desestabilizar la Universidad”.
Sólo como ejemplo del tipo de
personas que habitan y lucran en ese espacio (homicidas, drogadictos y
violadores), recordemos que Omar Yoguez Singo, alias “El Franky”, fue
el autor del asesinato de una activista estadounidense de nombre
Marcela Salli Grace Ellier.
“Según la explicación de la autoridad, El Franky,
de 38 años de edad, confesó a sus propios compañeros artesanos, que
tenían amistad con Grace Ellier, que él mató a la mujer en Oaxaca, por
lo que éstos lo retuvieron la noche del jueves al salir de un concierto
de música africana en el auditorio Che Guevara de la Universidad
Nacional Autónoma de México, informó Evencio Nicolás Martínez Ramírez,
titular de la PGJE durante una conferencia de prensa ofrecida con
mandos policiales.”
La nota puede ser checada acá:
La
espectacularidad de los procesos encubre y beneficia a una parte
integrante de dicho conflicto. Sin embargo, un buen criterio para
juzgar la congruencia y la legitimidad es el trabajo realizado, el
sentido del mismo y los efectos que ha tenido. Quien, desde la
sobriedad de la crítica desee valorar y sopesar lo que ocurre en el
auditorio Che Guevara, habrá de romper la espectacularidad creada por
el grupo que se “auto-victimiza”, y ver el trabajo realizado por éste
grupo en relación al grupo “victimario”. Pues, en la sociedad del
espectáculo, todo está invertido.
Bárbara Galma. Estudiante del posgrado en Estudios Latinoamericanos de la UNAM
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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