OPINIÓN
CRISTAL DE ROCA
Especial
Por: Cecilia Lavalle*
Cimacnoticias | México, DF.-¿Cuánto vale una niña? ¿De cuánto estamos hablando si alguien quiere comprar a su hija o a su hermana? ¿De cuánto hablamos si ella tiene 11 años?
Se compran esposas. Como lo lee. Y algunas autoridades no sólo lo avalan, sino que castigan a las niñas que se salen de ese esquema.
No vaya usted a creer que en países lejanos. ¡No! Aquí, en nuestro México lindo y querido.
¿El argumento? Los usos y costumbres. Lo que, en general, dice sabiamente la investigadora Celina Izquierdo, para las mujeres se traduce como: “Yo te uso y tú te acostumbras”.
Se llama Roxana. Tiene 14 años. Y acaba de estar en la cárcel, donde la encerraron policías municipales para garantizar que sus familiares le devolvieran, con intereses, el dinero al señor que la compró.
Como si ella no fuera una ella. Como si ella fuera una cosa. Si usted compra, digamos, una estufa y le parece que no cumple con sus expectativas, la puede devolver y exigir la devolución de su dinero. ¿Cierto? Pues haga de cuenta.
Roxana fue comprada a los 11 años. El señor pagó por ella 15 mil pesos. Tres años después la devolvió y exigió la devolución de ese dinero más 9 mil pesos por concepto de intereses. Total: 24 mil pesos.
Como la familia no podía pagar esa cantidad, la niña fue detenida por la autoridad municipal y encarcelada como garantía de pago.
Permaneció 29 horas en una celda entre basura y heces humanas, sin alimento, sin agua y sin cobija para protegerse del frío.
Roxana es indígena tzotzil. Es una de las muchas niñas indígenas en nuestro país que vive en comunidades donde los hombres están convencidos que las mujeres son cosas que se compran. Y, como cualquier cosa, es usable, reusable, intercambiable y desechable.
Roxana es una de las niñas indígenas que vive en una de las muchas comunidades de nuestro país, donde las autoridades creen que si los usos y costumbres indican que las mujeres son cosas no importa lo que digan otras leyes, ni esa idea extraña de que las mujeres son humanas.
Roxana es una niña, entre muchas, que son compradas y vendidas. Y una de las muchas que son perseguidas por las leyes del pueblo cuando huyen, se niegan a ser compradas o, como en este caso, simplemente son devueltas como mercancía inservible.
El caso de Roxana ha sido ventilado por organismos defensores de Derechos Humanos, y ha puesto, nuevamente, focos rojos a los usos y costumbres de las comunidades indígenas.
Personalmente no tengo objeción a las costumbres de nadie. EXCEPTO (con mayúsculas) que vulnere los Derechos Humanos de otras personas.
Y eso es particularmente importante para las mujeres. Porque tradicionalmente no se nos consideraba humanas. Porque la tradición suele prescribir que lo nuestro es callar y obedecer. Porque la costumbre es que seamos objetos de servicio para los hombres de nuestra vida.
Por eso, el límite, la frontera a una tradición, a una costumbre, es la premisa de que las mujeres somos humanas. Y, por tanto, todos los Derechos Humanos, TODOS, deben ser garantizados por el Estado.
Y, dado que los Derechos Humanos son universales, imprescriptibles, indivisibles e irrenunciables, no hay ninguna autoridad, ninguna costumbre, ninguna tradición por encima de ellos.
El Estado mexicano le falló a Roxana. Y le falla a cada niña que es tratada como cosa. ¿Qué se va a hacer al respecto?
Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com.
*Periodista y feminista en Quintana Roo, México, e integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.
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