Saeb Erekat *
Latinoamérica
es una región fascinante. La capacidad que ha demostrado de levantarse
de verdaderas catástrofes y, particularmente, del periodo de dictaduras
militares es ejemplo para el mundo. La solidaridad mostrada entre uno y
otro, que se refleja muy bien en la acogida dada por México a los
exiliados de la dictadura de Pinochet y la familia del presidente
Allende, ha quedado en la retina de la historia probablemente como el
momento en que el retorno de la democracia a Chile se empezó a gestar.
Es por ése y muchos otros ejemplos que la decisión adoptada por la
Alianza del Pacífico, que además de México y Chile incluye a Colombia y
Perú, de aceptar a Israel, país con incontables violaciones a los
derechos humanos y las resoluciones de Naciones Unidas, como Estado
asociado nos tomó por sorpresa. Ello no sólo no encaja en la historia
de la región, sino la revierte. Hoy son esos mismos países, que
mostraron un duro mensaje contra las violaciones a los derechos
humanos, los que han enviado un mensaje de impunidad al gobierno de Tel
Aviv.
Haciendo honor a su historia, Latinoamérica se ha plegado
prácticamente en pleno al reconocimiento del Estado de Palestina sobre
la frontera de 1967. Salvo México, Panamá y Colombia, todo el resto
reconoce con hechos nuestro derecho a la autodeterminación. Motivada
por justicia histórica, Latinoamérica prácticamente en su conjunto ha
hecho una importante inversión en la paz. Sin embargo, ¿cómo debe ser
tomada la decisión de la Alianza del Pacífico si no es como una luz
verde para que Israel continúe violando el derecho internacional? ¿Es
concebible dar un
premioa una potencia ocupante mientras ésta no termine con sus actos ilegales y dé una oportunidad a la paz?
Lo agravante de la situación es que tanto México como Colombia
tienen tratados de libre comercio vigentes con Israel, que no hacen ni
el más mínimo esfuerzo por diferenciar productos israelíes de los de
las colonias ilegales ubicadas en el estado de Palestina. Comercializar
con las colonias es comercializar con el fruto de lo que el Estatuto de
Roma define como
crimen de guerra. Son productos hechos sobre tierra y recursos naturales robados a Palestina, que según la Corte Internacional de Justicia niegan el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino.
En momentos en que la comunidad internacional busca
fórmulas para que Israel termine con el lucrativo negocio de la
colonización, incluyendo la firme posición de la Unión Europea con las
directrices sobre asentamientos que han entrado en vigor desde el
primero de enero, la Alianza del Pacífico lanza un salvavidas a quienes
creen que la colonización puede continuar de forma impune.
Lamentablemente,
las relaciones con Israel no son los nexos que se pueden tener con un
Estado que funcione en regla. Millones de palestinos viven bajo la
ocupación y colonización israelí, mientras otros siguen viviendo en el
exilio. ¿Dónde está la responsabilidad internacional de la que tanto se
habla en otros casos cuando concierne a Palestina?
Desde el comienzo de las negociaciones, el pasado 30 de julio,
Israel ha avanzado en la construcción de unidades habitacionales en las
colonias para prácticamente 50 mil colonos. El gobierno israelí ha
hecho todo lo posible para que las perspectivas de paz basadas en dos
estados soberanos sobre la frontera de 1967 se diluyan bajo una lluvia
de colonias, muros y puestos de control. La Alianza del Pacífico no
hace nada de bien al aceptar a Israel mientras esas políticas continúan
multiplicándose. Bajo la Iniciativa de Paz Árabe, nuestro plan de paz,
aspiramos a un Oriente Medio en el que Israel deje de ser una potencia
ocupante y se convierta en un Estado más que respete el derecho
internacional.
El mensaje que ha dado la Alianza del Pacífico es que
independiente de las violaciones cometidas, Israel puede encontrar
nuevos mercados. En momentos en que el gobierno israelí busca fórmulas
para perpetuar la ocupación sin pagar ningún precio, ha recibido este
regalo. De no reconsiderar su decisión, ese bloque de países va a
contribuir simplemente al desarrollo de la impunidad más que al
desarrollo económico que dice buscar, dejando la idea de una paz justa
y duradera para Israel y Palestina fuera de la agenda.
* Miembro del Comité Ejecutivo de la OLP
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