Leonardo García Tsao
Para
su tercera edición, el Riviera Maya Film Festival (RMFF) ha refrendado
su apuesta por exhibir cine alternativo en una de las plazas más
improbables para ese tipo de material. Así, a lo largo de ocho días, la
variada y por lo general interesante programación ha atraído a buen
número de espectadores variopintos, entre hipsters locales e importados
de otras partes, sumados a curiosos que, a veces, ante la narrativa
diferente de la película en cuestión optan por salirse de la sala. (El
hecho de que la entrada sea gratuita favorece ese tipo de muestreo.) Un
ejemplo elocuente ocurrió con Es difícil ser un dios, última e
indescifrable película del fallecido ruso Alexei Guerman: la sala
estaba abarrotada al inicio de su proyección. El éxodo no tardó en
darse.
Por otra parte, la atención de los profesionales –críticos e
invitados de la industria– se ha concentrado en la llamada Plataforma
Mexicana, donde compiten títulos nacionales, algunos de los cuales ya
se han visto en anteriores festivales, como Morelia y Festival
Internacional de Cine de la Universidad Nacional Autónoma de México
(FICUNAM). Hasta ahora, el estreno más llamativo de la sección ha sido Los Hámsters, opera prima de
Gilberto González Penilla, egresado del Centro de Capacitación
Cinematográfica. Situada en Tijuana, de donde es oriundo el realizador,
esta despiadada sátira examina a una familia de clase media de cuatro
miembros en sus individuales estados de crisis, comenzando por un
paterfamilias que oculta su situación de desempleado y busca chamba a
escondidas.
Sin exagerar los rasgos de sus personajes, que se podrían haber
prestado a la caricatura, González Penilla hace una puntual disección
de los usos y costumbres de la familia clasemediera mexicana y urbana,
atrapada entre sus pretensiones de una vida ideal y las limitaciones de
una realidad de intransigente frustración. Ahora que está de moda la
comedia mexicana simplona, no estaría mal que un ejemplo pensante del
género aspirara también a un buen estreno comercial.
Ya vista –y premiada– en el FICUNAM, Navajazo, de
Ricardo Silva, es un inclasificable híbrido entre documental y ficción
que parece haber sido filmada en un contexto posapocalíptico. El
resultado tiene filo, no obstante su tosquedad formal. Siempre
moviéndose bajo una capa de sordidez, la película –también de ambiente
fronterizo– no titubea ante la violencia y el sexo gráficos, pero su
perspectiva renuncia a lo morboso. Este es un auténtico ejemplo de cine
punk.
En cuanto a la programación internacional, el RMFF ha mantenido su
perfil ecléctico, con una selección de títulos antes estrenados en
festivales, como los de Cannes, Toronto y Berlín. Claro, la que ha
provocado mayor interés –o morbo, según se vea– ha sido Nymphomaniac en
sus dos volúmenes, la más reciente (y muy tibia) provocación de Lars
Von Trier. Ya habrá ocasión de abundar en la película, pronta a
estrenarse en México en su versión más breve (la
censuradasegún su autor, pero con su aprobación).
En cuanto a la organización, el RMFF ha enfrentado el reto del
alojamiento dispersando a sus invitados en varios hoteles de la zona.
Por suerte, a la crítica se le ha alojado en sitios cercanos a Plaza
Pelícanos, sede del festival en Playa del Carmen, lo cual ha facilitado
mucho el desplazamiento.
Sin embargo, hay nubes sobre el paraíso. La propia directora del
festival, Paula Chaurand, ha comentado que dicha plaza está condenada a
ser derruida para dar paso a un gran almacén de autoservicio. Como
sede, el lugar parece ideal para los fines del festival, con
suficientes salas y número de butacas para los espectadores
interesados, y espacios adicionales para una bien equipada sala de
prensa, un lugar de encuentro para mesas redondas, entrevistas y hasta
una singular dulcería. El traslado al más convencional e impráctico
entorno de un mall, no se antoja como deseable.
Twitter: @walyder
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