Vilma Fuentes
Fuera
de concurso y de los cines reservados al festival de Cannes, el sábado
pasado se exhibió un filme que acaparó la atención de los medios de
comunicación y del público: Welcome to New York. Filme de
Abel Ferrara con Gérard Depardieu y Jacqueline Bisset, se inspira en el
escándalo del asunto DSK (Dominique Strauss-Kahn, entonces director del
Fondo Monetario Internacional, perseguido por violación en un Novotel
de Nueva York). El tema, de por sí escabroso, con la personalidad de
Depardieu no podía sino adquirir dimensiones monstruosas.
Las polémicas comenzaron incluso antes de su rodaje: DSK y su mujer,
la periodista y millonaria Anne Sinclair, deseosos de no ver realizado
el proyecto de Ferrara, hicieron funcionar su red de relaciones para
hacer abortar este proyecto de olor dudoso e impedir, al menos, la
distribución del filme. Abel Ferrara se obstinó y presentó su película
ante la selección del festival, el cual la rechazó. El realizador
decidió, entonces, presentarla de todos modos en Cannes, así fuera en
un cine al margen de las actividades del festival, exhibición también
en la playa seguida, ahí mismo, por una conferencia de prensa donde
estuvieron presentes el productor, Ferrara, Depardieu y Bisset. La meta
fue alcanzada: todos los periodistas, todas las cámaras, se
precipitaron al asalto del evento –aunque no todos pudieron acceder
pues las salas del cine son estrechas. Asistir se convirtió en una
cuestión de principio. Puesto que le hicieron difícil la distribución
en los cines, el filme sólo se distribuirá a través del sistema VoD por
7 euros.
Las polémicas cobraron aún más fuerza: quienes se oponen a su
distribución lo califican de pornográfico, vulgar; quienes están de su
lado, elogian el desmesurado juego de actor de Depardieu. La querella
se volvió política y cada quien juzga Welcome to New York
(nombre más que irónico, sarcástico, a propósito de la bienvenida a
Strauss-Kahn en esta ciudad) según sus opiniones ideológicas pues se
mezclan sexo, dinero, poder, la controvertida personalidad de DSK,
adicto al sexo de manera enfermiza, favorito de los sondeos a la
presidencia de Francia, y la desmesura escandalosa del genio de
Depardieu y de su cuerpo rebosante de carne.
Desde
el punto de vista publicitario, un escándalo es siempre bienvenido. Ese
fenómeno tumultuoso que concentra la atención en un evento. Puede
ayudarse a producirlo, pero esto no siempre funciona. Es una alquimia
azarosa que se desencadena a causa de una chispa, a la manera de un
incendio incontrolable, deseado o no.
Película basada en un escándalo no deseado: el arresto de DSK,
sazonada con los escándalos que rodean la sulfurosa personalidad y la
vida de Depardieu, el último de ellos: dejar París y naturalizarse
ruso, protegido por Putin. Filme escandaloso en sí mismo, cuyo
estrépito aumentaron las oscuras tentativas de censura.
Los responsables de la película, ante la amenaza de un proceso,
consultaron abogados para evitar, sobre todo, perderlo. Aunque, desde
luego, un proceso es bienvenido pues significa un nuevo escándalo. Anne
Sinclair declaró que no lo haría a pesar de las náuseas que el filme le
provocó (su personaje es acusado de complicidad en su ambición por
llegar al poder). DSK ha decidido hacer un proceso… no para prohibir la
difusión de la película con el riesgo de dar aún más publicidad a Welcome to New York –lo cual no puede sino regocijar a los productores.
Desde luego, a pesar de que la película reproduce, casi de manera
documental los hechos que dieron la vuelta al mundo, productor,
realizador y actores no reconocen basarse en el affaire DSK.
Simples coincidencias. Depardieu declara, incluso, que el personaje es
él mismo. Sin simpatía por la pareja DSK, el polifacético actor ve en
estos hechos, muy lejos de la vulgaridad de la nota roja, la dimensión
de una tragedia de Shakespeare.
Juego de identidades y de dobles, el genio de Depardieu es innegable: Je est un autre, escribió Rimbaud. Gerard Depardieu lo interpreta.
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