En el mundo existe bajo la línea de pobreza más de un tercio de los 2 mil 200 millones de niños y las atrocidades que se comenten en su contra son aterradoras.
En
las últimas semanas la situación de la niñez ha sido noticia
internacional y nacional por tres eventos que han sacudido tanto a los
medios de comunicación convencionales como a las redes sociales. Me
refiero a: 1) la migración sin acompañamiento familiar de
aproximadamente cincuenta y siete mil niños entre 10 y 17 años,
agolpados a las puertas de la moderna Roma, con el fin de reunirse con
familiares, conocidos, o ser cabeza de playa para el posterior arribo
de sus padres, madres, o lo que tengan como familia. 2) Los abusos y
el abandono de 200 menores de edad en el albergue La Gran Familia,
de Zamora Michoacán y 3) los más de 121 niños palestinos muertos en
bombardeos sobre asentamientos civiles, escuelas y hospitales de la
franja de Gaza por parte del ejército israelí.
Los tres casos
son espejo de la disociación existente entre los discursos familistas,
moralistas y pro-vida promovidos por asociaciones religiosas e iglesias
y las proclamadas iushumanistas de gobiernos u organismos
internacionales, que chocan ambas ante la realidad lacerante de la
desprotección que vive la niñez, en un mundo que tiene bajo la línea
de pobreza a más de un tercio de los 2 mil 200 millones de niños y
donde las atrocidades que se comenten en su contra son aterradoras.
Los
tres casos muestran la relación de la población menor de edad frente al
goce efectivo de sus derechos reconocidos y ratificados por más de una
veintena de estados miembros de la ONU (La Convención Internacional
sobre los Derechos de la Niñez, 1989). Pero cada uno de ellos es un
costado distinto de estas relaciones, que interesa aquí explorar por su
significación y alcances específicos, aunque en conjunto permiten
asomarnos a la verdadera faz del mundo de hoy.
Estados Unidos: de la sociedad del child-centered families a la niñez como amenaza
Primero
analicemos el caso de la migración infantil que tiene en alerta a la
toda la Guardia Nacional y militarizada la frontera con México, como si
se tratara de Roma asediada por los bárbaros a fines del siglo IV.
Desde esta perspectiva, la ideología de la familia centrada en la niñez
que había sido una de las divisas de la sociedad norteamericana, ha
dado un giro importante con una gran carga racista de por medio.
La
tensión valórica que ha detonado el caso de la niñez migrante va en
sentido contrario al proceso de institucionalización de los derechos de
la infancia desarrollado desde mediados del siglo XIX hasta finales del
siglo XX -1989-, en el que Estados Unidos fue pionero. Fue en Nueva
York y con base en el derecho de los animales a no ser maltratados, que
se emitió la primera sentencia en contra de una madre por maltrato
infantil (1864). Posteriormente, en el siglo XX instituciones como el
Children´s Bureau (1912) Save The Children (1919) y la Declaración de
Ginebra (1924) así como la Declaración de los Derechos de la Niñez
(1923) serán la antesala para la institucionalización de una especie de
ciudadanía universal de la niñas y los niños.
En este sentido la
desproporcionada violencia de la respuesta gubernamental norteamericana
ante “la amenaza de la migración infantil”, así como la omisión de la
Organización de las Naciones Unidas en este asunto, debe ser leída como
un punto de inflexión, un giro radical hacia un extremo no humanitario
en el trato a la población infantil en condiciones de pobreza,
entiéndase esto como desamparo y desesperación.
Mientras la
Guardia Nacional actúa bajo la consideración de que esta miseria
infantil itinerante es solo la cobertura de bandas criminales que
trafican con ellos, se soslaya que este tipo de migraciones son
resultado lógico y esperable de la política que los diferentes
gobiernos estadounidenses han sostenido en la región desde los años
50s, cuando la zona que ocupan México y Centroamérica, fue definida
como su traspatio (back yard).
Recordemos aquí que con esa
visión las diferentes administraciones norteamericanas, según su
talante más o menos intervencionista, auspiciaron invasiones,
dictaduras, gobiernos corruptos, guerras de extermino étnico.
Prohijaron cultivos de droga, tráfico de armas, grupos paramilitares,
etc., todo bajo la consigna de que eran sus hijos de puta en la región (our son of the bitch).
A partir de los años noventa se signaron entre los gobiernos sendos
acuerdos de libre comercio o se promovieron reformas estructurales, que
permitieron a sus inversionistas y empresas, ganar mercados casi
exclusivos para sus productos, ante la declinante competitividad
internacional de los mismos; explotar recursos naturales y depredarlos
prácticamente sin ningún control y mantener gobiernos casi
completamente subordinados a sus designios.
La miopía del
racismo norteamericano, les impide visualizar así, que el
desplazamiento masivo de la población latina, mexicana y
centroamericana en su gran mayoría, es justamente un derivado de la
destrucción de la economía campesina, del pequeño y mediano comercio,
de las industrias nacionales. Que son producto residual del crecimiento
económico desigual y selectivo, que ha favorecido a ciertas zonas y
pequeños grupos sociales de la región, pero que ha desarticulando la
base material de subsistencia y del tejido comunitario de la población
excluida, que no ha tenido casi ninguna otra oportunidad que atravesar
el desierto para encontrar alguna salida. Soslaya que huyen de la
violencia generada por la criminalización de las drogas, el
militarismo, el deterioro institucional, el establecimiento de la ley
de la jungla y la debilidad del Estado de derecho, que han venido de la
mano de esta desestructuración.
Olvidan también que la población
migrante latina (21.2 millones) es una fuente de dividendos económicos
que sostiene la declinante productividad y competitividad
norteamericana, en áreas como los servicios personales, la
construcción, el comercio, restaurantes, hoteles, los servicios
educativos y la agricultura, con un promedio de participación entre
estos sectores de 9.6%. Sin desconsiderar además que es uno de los
segmentos importantes en la cotización a la seguridad social. Y que por
el tamaño y la juventud de su población, es una reserva fundamental
como fuente de riqueza potencial para el vecino del norte.
Llegados
a este punto hay que aclarar que no es el perfil del ogro americano,
del codicioso Tío Sam el que ha cambiado. La persecución del sueño americano
que sigue atrayendo a tanta población que es un residuo social en sus
países de origen, tiene aún asideros, pero su naturaleza ha cambiado
radicalmente, como ha cambiado el perfil del capitalismo y la calidad
de los intercambios.
La transformación radical no solo entraña
mutaciones en el orden económico, sino transfiguraciones de las formas
de vida, de manera particular en el mundo del trabajo y en los modos
particulares de los regímenes de poderes y de gobernabilidad (Raymundo
Mier, 2013). Hoy las familias viven fracturadas por la movilidad
laboral, desprotegidas por el trabajo precario y sin derechos, máxime
en la condición de migrantes, enclavados en un régimen laboral marcado
por la asimetría y de facto, al margen del derecho.
El
estatuto de la población y en este caso de la niñez migrante como
nuevos objetos de tráfico y nuevos elementos de amenaza a la seguridad
de los Estados, es el de cuerpos nómadas, población de desecho que se
pelotean o remiten entre los gobiernos de la región como masas inermes,
apátridas. Instaurando de este modo en conjunto, una gobernabilidad de
lo residual en el sentido de no contractualidad, extraterritorialidad y
condición extrajurídica. Estamos pues ya lejos del enfoque de
protección de la niñez, o las familias, a mucha distancia de las
nociones de solidaridad intergeneracional e interclasista de los
Estados nacionales del siglo XX, cuando el flujo del ciclo demográfico
(nacimiento, desarrollo, madurez y ancianidad, muerte) estaba amparado
al menos por el derecho y las instituciones democráticas. En este
sentido, en rigor, no se trata sólo este endurecimiento de una cuestión
electoral, sino de un tema de la globalización, de la estructura de los
intercambios inequitativos y extracontractuales que marca al
capitalismo globalizado, porque ciertamente, esta mano de obra a-formal
es una amenaza a las condiciones del trabajo del país receptor. Pero es
igualmente producto del borramiento de fronteras para el capital libre
de ataduras jurídicas, por lo que la anomalía está enclavada en el
centro mismo de su funcionamiento.
México. El abandono a la niñez y la vuelta al familismo radical
El
caso del albergue de Zamora es una constatación local de lo mismo, pero
con otras expresiones. México fue uno de los países concurrentes al
Primer Congreso Internacional de Protección a la Infancia celebrado en
París (1883) y activo promotor de las iniciativas de las resoluciones
de los Congresos Internacionales de la Gota de Leche (1905, 1907 y
1911). En 1929 auspició el Comité de Damas por la Gota de Leche que es
el abuelo del actual SNDIF y mantuvo de 1937 a 1964 una política
pro-natalista para contrarrestar la elevada mortalidad infantil y
materna, así como reponer al millón de muertos de la Revolución
Mexicana. Con esa finalidad desarrolló una amplia infraestructura
social de servicios a la niñez y a las madres: desayunos fríos y
calientes, hospitales, centros de rehabilitación, funerarias, redes de
visitadoras sociales, centros comunitarios, guarderías,, estancias
juveniles etc. que hasta el año 2000, fue la red de servicios mas
cercana e inmediata a enfermos, discapacitados, niñas y niños, en todo
los municipios del país. Sobre todo para el sector no protegido por la
seguridad social.
La monetarización de los apoyos sociales más
afín a las políticas pro-mercado y la reducción de la infraestructura
social que se adopta a partir de 1994, fue quebrando el espinazo de
este sistema.
Comenzando por el Programa Progresa-Oportunidades
(2000-2012) que se fundó inicialmente a partir de los recursos
sustraídos al DIF ( dos mil millones de pesos del programa de desayunos
escolares). A esto se agrega la privatización de la asistencia que se
estableció en el gobierno de Fox: teletones, asociaciones de asistencia
privada, fundaciones filantrópicas etc., que se establecieron a partir
de la deducción fiscal de donativos y que hace posible que una
proporción equivalente al 1% del PIB en los ingresos fiscales que las
grandes empresas debían ingresar como impuesto a las arcas públicas, se
dirija a sus mismos bolsillos a partir de la creación de fundaciones
diversas.
No es que la filantropía privada este mal. Lo
reprochable es que el Estado mexicano haya transferido o se haya vuelto
omiso ante sus obligaciones con los derechos de la niñez y de las
familias. Porque el giro hacia privatización de la asistencia, se
tradujo en el desmantelamiento de la infraestructura de servicios
públicos para el cuidado de la infancia, de la vejez y para la
rehabilitación y atención de discapacidades. En lugar de actuar
conforme a las obligaciones de la Convención de los Derechos de la
Niñez, ratificada por el Senado mexicano, e institucionalizar los
derechos humanos de la infancia, el gobierno mexicano los trasladó al
plano de la caridad de las fundaciones privadas. Adicionalmente se
abandonó en el año 2000 el proyecto legislativo para regular a través
de estándares de calidad, calidez y observancia de derechos humanos los
servicios prestados en el sector filantrópico privado, considerando que
los recursos que manejan vía deducciones de impuestos, son públicos.
Por el contrario bajo el principio de estimular su crecimiento, dichos
estándares quedaron bajo vigilancia de los propios patronatos y
miembros fundantes de las asociaciones y fundaciones privadas.
Así
el gasto erogado en la población de 0 a 15 años que representa .08% del
gasto público total en 2014. En pesos y centavos se trata de 382 mil
742 millones, 305 pesos para atender al 28% de la población,
equivalente a 33 millones 524mil 563 menores de quince años. Es decir,
31.68 pesos diarios para cada uno. En lo que hace a la primera infancia
(0-3 años) según datos de la OCDE en 2012 sólo 6% de los niños menores
acudía a un centro de cuidado infantil, cuando el promedio de la OCDE
es de 31%.
La falta de políticas de apoyo al cuidado de la
infancia y la familia, también se trasladó a estas últimas, vía los
servicios de salud ambulatoria, sobrecargando a las mujeres madres,
hermanas, y abuelas del cuidado de enfermos, menores de edad y
discapacitados. Justamente cuando las necesidades y la penuria
económica aumentaban en los hogares y las mujeres debieron salir
masivamente a trabajar por recursos complementarios. El dato que
arroja la Cuenta Satélite del Sector Salud INEGI 2008-2011)
es más que elocuente respecto a esta sobrecarga, que es equivalente a
3.1% de lo producido en el sector. En otros términos, las familias
mexicanas, especialmente las mujeres, contribuyen en esa proporción del
PIB a los servicios de salud que debiera prestar el Estado.
En
suma la situación de desprotección a la infancia y de los adolescentes
se ha agravado mientras el discurso piadoso de gobiernos,
congregaciones religiosas y fundaciones continua exaltando el cuidado
de la familia, la integración familiar o defienden el valor de la vida
humana desde la concepción. Les importa el principio de la vida, no los
niños y niñas vivos, andando y creciendo.
En este marco se puede
explicar tanto el abandono en la vigilancia del Estado y los gobiernos
en la tutela de los derechos de la niñez, así como la aceptación de
padres, madres, abuelos a la entrega casi inventarial de sus hijos e
hijas a un albergue que le ofrecía al menos la seguridad de que ahí
quedarían cuidados hasta su mayoría de edad.
El genocidio en la franja de Gaza
Finalmente
el tercer costado de este triángulo de la ignominia es el recuento de
niños, niñas y adolescente muertos en los ataques a la población civil
(colegios, hospitales) durante 13 días ininterrumpidos por parte de los
bombardeos israelíes. Hasta el día de ayer sumaban 121 menores. Ochenta
y cuatro de ellos eran niños y 37 niñas, entre los cinco meses y los 17
años, según los datos de UNICEF en Ginebra. El ataque a instalaciones
de UNICEF, a 100 escuelas habilitadas por la ONU y hospitales de la
Cruz Roja, que en conjunto albergaban a mas de 100 mil desplazados, ha
confirmado que no hay un milímetro de espacio seguro para nadie.
Se
trata con toda claridad de una guerra de exterminio, en el más claro
sentido de despoblar la Franja de población palestina y aún de
erradicar a los miembros más pequeños para que no quede nadie que les
suceda. Lamentable estrategia, mas propia del verdugo mas cruel que la
población judía haya tenido en su historia: Adolfo Hitler, que del
pueblo que se considera escogido por dios para salvar a la humanidad.
Todo ello ante el silencio cómplice del gobierno norteamericano; el
disimulo de la Comunidad Europea mas concentrada en investigar las
razones del derribamiento del avión malayo y de la tibieza de la ONU,
que solo se lamenta, sin alzar la voz.
La lógica del exterminio,
de la despoblación palestina como requisito de supervivencia del
régimen sionista, como en la lógica de la población infantil migrante
como desecho de los países de la región centroamericana (incluyo aquí a
México) o de la niñez residual, que no alcanza los recursos jurídicos y
económicos del Estado para su protección, es la misma: la destrucción
como vía para establecer equilibrios, saltando las trancas de un
arbitraje jurídico que restableciera los derechos de todos, mas allá de
la extraterritoriedad del mundo actual
No hay comentarios.:
Publicar un comentario