7/28/2014

La infancia residual


En el mundo existe bajo la línea de pobreza más de un tercio de los 2 mil 200 millones de niños y las atrocidades que se comenten en su contra son aterradoras.


En las últimas semanas la situación de la niñez ha sido noticia internacional y nacional por tres eventos que han sacudido tanto a los medios de comunicación convencionales como a las redes sociales. Me refiero a: 1) la migración sin acompañamiento familiar de aproximadamente cincuenta y siete mil niños entre 10 y 17 años, agolpados a las puertas de la moderna Roma, con el fin de reunirse con familiares, conocidos, o ser cabeza de playa para el posterior arribo de sus padres, madres, o lo que tengan como familia.  2) Los abusos y el abandono de 200 menores de edad en el albergue La Gran Familia, de Zamora Michoacán y 3) los más de 121 niños palestinos muertos en bombardeos sobre asentamientos civiles, escuelas y hospitales de la franja de Gaza por parte del ejército israelí.  

Los tres casos son espejo de la disociación existente entre los discursos familistas, moralistas y pro-vida promovidos por asociaciones religiosas e iglesias y las proclamadas iushumanistas de gobiernos u organismos internacionales, que chocan ambas ante la realidad lacerante de la desprotección que vive la niñez,  en un mundo que tiene  bajo la línea de pobreza a más de un tercio de los 2 mil 200 millones de niños y donde las atrocidades que se comenten en su contra son aterradoras.

Los tres casos muestran la relación de la población menor de edad frente al goce efectivo de sus derechos reconocidos y ratificados por más de una veintena de estados miembros de la ONU (La Convención Internacional sobre los Derechos de la Niñez, 1989). Pero cada uno de ellos es un costado distinto de estas relaciones, que interesa aquí explorar por su significación y alcances específicos, aunque en conjunto permiten asomarnos a la verdadera faz del mundo de hoy.

Estados Unidos: de la sociedad del child-centered families a la niñez como amenaza

Primero analicemos el caso de la migración infantil que tiene en alerta a la toda la Guardia Nacional y militarizada la frontera con México, como si se tratara de Roma asediada por los bárbaros a fines del siglo IV.  Desde esta perspectiva, la ideología de la familia centrada en la niñez que había sido una de las divisas de la sociedad norteamericana, ha dado un giro importante con una gran carga racista de por medio.

La tensión valórica que ha detonado el caso de la niñez migrante va en sentido contrario al proceso de institucionalización de los derechos de la infancia desarrollado desde mediados del siglo XIX hasta finales del siglo XX -1989-, en el que Estados Unidos fue pionero.  Fue en Nueva York y con base en el derecho de los animales a no ser maltratados, que se emitió la primera sentencia en contra de una madre por maltrato infantil (1864). Posteriormente,  en el siglo XX instituciones como el Children´s Bureau (1912) Save The Children (1919) y la Declaración de Ginebra (1924) así como la Declaración de los Derechos de la Niñez (1923) serán la antesala para la institucionalización de una especie de ciudadanía universal de la niñas y los niños.

En este sentido la desproporcionada violencia de la respuesta gubernamental norteamericana ante “la amenaza de la migración infantil”, así como la omisión de la Organización de las Naciones Unidas en este asunto, debe ser leída como un punto de inflexión, un giro radical hacia un extremo no humanitario en el trato a la población infantil en condiciones de pobreza, entiéndase esto como desamparo y desesperación.
Mientras la Guardia Nacional actúa bajo la consideración de que esta miseria infantil itinerante es solo la cobertura de bandas criminales que trafican con ellos, se soslaya que este tipo de migraciones son resultado lógico y esperable de la política que los diferentes gobiernos estadounidenses han sostenido en la región desde los años 50s, cuando la zona que ocupan México y Centroamérica, fue definida como su traspatio (back yard). 

Recordemos aquí que con esa visión las diferentes administraciones norteamericanas, según su talante más o menos intervencionista, auspiciaron invasiones, dictaduras, gobiernos corruptos, guerras de extermino étnico. Prohijaron cultivos de droga, tráfico de armas, grupos paramilitares, etc., todo bajo la consigna de que eran sus hijos de puta en la región (our son of the bitch). A partir de los años noventa se signaron entre los gobiernos sendos acuerdos de libre comercio o se promovieron reformas estructurales, que permitieron a sus inversionistas y empresas, ganar mercados casi exclusivos para sus productos, ante la declinante competitividad internacional de los mismos; explotar recursos naturales y depredarlos prácticamente sin ningún control y mantener gobiernos casi completamente subordinados a sus designios. 

La miopía del racismo norteamericano, les impide visualizar así, que el desplazamiento masivo de la población latina, mexicana y centroamericana en su gran mayoría, es justamente un derivado de la destrucción de la economía campesina, del pequeño y mediano comercio, de las industrias nacionales. Que son producto residual del crecimiento económico desigual y selectivo, que ha favorecido a ciertas zonas y pequeños grupos sociales de la región, pero que ha desarticulando la base material de subsistencia y del tejido comunitario de la población excluida, que no ha tenido casi ninguna otra oportunidad que atravesar el desierto para encontrar alguna salida. Soslaya que huyen de la violencia generada por la criminalización de las drogas, el militarismo, el deterioro institucional, el establecimiento de la ley de la jungla y la debilidad del Estado de derecho, que han venido de la mano de esta desestructuración.

Olvidan también que la población migrante latina (21.2 millones) es una fuente de dividendos económicos que sostiene la declinante productividad y competitividad norteamericana, en áreas como los servicios personales, la construcción, el comercio, restaurantes, hoteles, los servicios educativos y la agricultura, con un promedio de participación entre estos sectores de 9.6%. Sin desconsiderar además que es uno de los segmentos importantes en la cotización a la seguridad social. Y que por el tamaño y la juventud de su población, es una reserva fundamental como fuente de riqueza potencial para el vecino del norte.
Llegados a este punto hay que aclarar que no es el perfil del ogro americano, del codicioso Tío Sam  el que ha cambiado.  La persecución del sueño americano que sigue atrayendo a tanta población que es un residuo social en sus países de origen, tiene aún asideros, pero su naturaleza ha cambiado radicalmente, como ha cambiado el perfil del capitalismo y la calidad de los intercambios.  

La transformación radical no solo entraña mutaciones en el orden económico, sino transfiguraciones de las formas de vida, de manera particular en el mundo del trabajo y en los modos particulares de los regímenes de poderes y de gobernabilidad (Raymundo Mier, 2013). Hoy las familias viven fracturadas por la movilidad laboral, desprotegidas por el trabajo precario y sin derechos, máxime en la condición de migrantes, enclavados en un régimen laboral marcado por la asimetría y de facto, al margen del derecho.  

El estatuto de la población y en este caso de la niñez migrante como nuevos objetos de tráfico y nuevos elementos de amenaza a la seguridad de los Estados, es el de cuerpos nómadas, población de desecho que se pelotean o remiten entre los gobiernos de la región como masas inermes, apátridas. Instaurando de este modo en conjunto, una gobernabilidad de lo residual en el sentido de no contractualidad, extraterritorialidad y condición extrajurídica.  Estamos pues ya lejos del enfoque de protección de la niñez, o las familias, a mucha distancia de las nociones de solidaridad intergeneracional e interclasista de los Estados nacionales del siglo XX, cuando el flujo del ciclo demográfico (nacimiento, desarrollo, madurez y ancianidad, muerte) estaba amparado al menos por el derecho y las instituciones democráticas.  En este sentido, en rigor, no se trata sólo este endurecimiento de una cuestión electoral, sino de un tema de la globalización, de la estructura de los intercambios inequitativos y extracontractuales que marca al capitalismo globalizado, porque ciertamente, esta mano de obra a-formal es una amenaza a las condiciones del trabajo del país receptor. Pero es igualmente producto del borramiento de fronteras para el capital libre de ataduras jurídicas, por lo que la anomalía está enclavada en el centro mismo de su funcionamiento.

México. El abandono a la niñez y la vuelta al familismo radical

El caso del albergue de Zamora es una constatación local de lo mismo, pero con otras expresiones.  México fue uno de los países concurrentes al Primer Congreso Internacional de Protección a la Infancia celebrado en París (1883) y activo promotor de las iniciativas de las resoluciones de los Congresos Internacionales de la Gota de Leche (1905, 1907 y 1911). En 1929 auspició el Comité de Damas por la Gota de Leche que es el abuelo del actual SNDIF y mantuvo de 1937 a 1964 una política pro-natalista para contrarrestar la elevada mortalidad infantil y materna, así como reponer al millón de muertos de la Revolución Mexicana. Con esa finalidad desarrolló una amplia infraestructura social de servicios a la niñez y a las madres: desayunos fríos y calientes, hospitales, centros de rehabilitación, funerarias, redes de visitadoras sociales, centros comunitarios, guarderías,, estancias juveniles etc. que hasta el año 2000, fue la red de servicios mas cercana e inmediata a enfermos, discapacitados, niñas y niños, en todo los municipios del país. Sobre todo para el sector no protegido por la seguridad social.  

La monetarización de los apoyos sociales más afín a las políticas pro-mercado y la reducción de la infraestructura social que se adopta a partir de 1994, fue quebrando el espinazo de este sistema. 

Comenzando por el Programa Progresa-Oportunidades (2000-2012) que se fundó inicialmente a partir de los recursos sustraídos al DIF ( dos mil millones de pesos del programa de desayunos escolares). A esto se agrega la privatización de la asistencia que se estableció en el gobierno de Fox: teletones, asociaciones de asistencia privada, fundaciones filantrópicas etc., que se establecieron a partir de la deducción fiscal de donativos y que hace posible que una proporción equivalente al 1% del PIB en los ingresos fiscales que las grandes empresas debían ingresar como impuesto a las arcas públicas, se dirija a sus mismos bolsillos a partir de la creación de fundaciones diversas.

No es que la filantropía privada este mal. Lo reprochable es que el Estado mexicano haya transferido o se haya vuelto omiso ante sus obligaciones con los derechos de la niñez y de las familias. Porque el giro hacia privatización de la asistencia, se tradujo en el desmantelamiento de la infraestructura de servicios públicos para el cuidado de la infancia, de la vejez y para  la rehabilitación y atención de discapacidades. En lugar de actuar conforme a las obligaciones de la Convención de los Derechos de la Niñez, ratificada por el Senado mexicano, e institucionalizar los derechos humanos de la infancia, el gobierno mexicano los trasladó al plano de la caridad de las fundaciones privadas. Adicionalmente se abandonó en el año 2000 el proyecto legislativo para regular a través de estándares de calidad, calidez y observancia de derechos humanos los servicios prestados en el sector filantrópico privado, considerando que los recursos que manejan vía deducciones de impuestos, son públicos. Por el contrario bajo el principio de estimular su crecimiento, dichos estándares quedaron bajo vigilancia de los propios patronatos y miembros fundantes de las asociaciones y fundaciones privadas.

Así el gasto erogado en la población de 0 a 15 años que representa .08% del gasto público total en 2014.  En pesos y centavos se trata de 382 mil 742 millones, 305 pesos para  atender al 28% de la población, equivalente a 33 millones 524mil 563 menores de quince años.  Es decir, 31.68 pesos diarios para cada uno. En lo que hace a la primera infancia (0-3 años) según datos de la OCDE en 2012 sólo  6% de los niños menores acudía a un centro de cuidado infantil, cuando el promedio de la OCDE es de 31%.

La falta de políticas de apoyo al cuidado de la infancia y la familia, también se trasladó a estas últimas, vía los servicios de salud ambulatoria, sobrecargando a las mujeres madres, hermanas, y abuelas del cuidado de enfermos, menores de edad y discapacitados. Justamente cuando las necesidades y la penuria económica aumentaban en los hogares y las mujeres debieron salir masivamente a trabajar por recursos complementarios.  El dato que arroja la Cuenta Satélite del Sector Salud INEGI 2008-2011) es más que elocuente respecto a esta sobrecarga, que es equivalente a 3.1% de lo producido en el sector. En otros términos, las familias mexicanas, especialmente las mujeres, contribuyen en esa proporción del PIB a los servicios de salud que debiera prestar el Estado.    

En suma la situación de desprotección a la infancia y de los adolescentes se ha agravado mientras el discurso piadoso de gobiernos, congregaciones religiosas y fundaciones continua exaltando el cuidado de la familia, la integración familiar o defienden el valor de la vida humana desde la concepción. Les importa el principio de la vida, no los niños y niñas vivos, andando y creciendo.

En este marco se puede explicar tanto el abandono en la vigilancia del Estado y los gobiernos en la tutela de los derechos de la niñez, así como la aceptación de padres, madres, abuelos a la entrega casi inventarial de sus hijos e hijas a un albergue que le ofrecía al menos la seguridad de que ahí quedarían cuidados hasta su mayoría de edad.

El genocidio en la franja de Gaza

Finalmente el tercer costado de este triángulo de la ignominia es el recuento de niños, niñas y adolescente muertos en los ataques a la población civil (colegios, hospitales) durante 13 días ininterrumpidos por parte de los bombardeos israelíes. Hasta el día de ayer sumaban 121 menores. Ochenta y cuatro de ellos eran niños y 37 niñas, entre los cinco meses y los 17 años, según los datos de UNICEF en Ginebra.  El ataque a instalaciones de UNICEF, a 100 escuelas habilitadas por la ONU y hospitales de la Cruz Roja, que en conjunto albergaban a mas de 100 mil desplazados, ha confirmado que no hay un milímetro de espacio seguro para nadie.

Se trata con toda claridad de una guerra de exterminio, en el más claro sentido de despoblar la Franja de población palestina y aún de erradicar a los miembros más pequeños para que no quede nadie que les suceda.  Lamentable estrategia, mas propia del verdugo mas cruel que la población judía haya tenido en su historia:  Adolfo Hitler, que del pueblo que se considera escogido por dios para salvar a la humanidad. Todo ello ante el silencio cómplice del gobierno norteamericano; el disimulo de la Comunidad Europea mas concentrada en investigar las razones del derribamiento del avión malayo y de la tibieza de la ONU, que solo se lamenta, sin alzar la voz.

La lógica del exterminio, de la despoblación palestina como requisito de supervivencia del régimen sionista, como en la lógica de la población infantil migrante como desecho de los países de la región centroamericana (incluyo aquí a México) o de la niñez residual, que no alcanza los recursos jurídicos y económicos del Estado para su protección, es la misma:  la destrucción como vía para establecer equilibrios, saltando las trancas de un arbitraje jurídico que restableciera los derechos de todos, mas allá de la extraterritoriedad del mundo actual

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