México. Comentario a tiempo
Teodoro Rentería Arróyave
(especial para ARGENPRESS.info)
Ante toda la podredumbre, que sigue saliendo, así literalmente, de la historia de horrores del albergue “La Gran Familia” de la “bonita sociedad” cristera de Zamora, Michoacán, que desde luego no es todo el pueblo zamorano que nos merece todo nuestro respeto, sino como siempre al pequeño círculo de los potentados, lo que se exige ahora, como consecuencia de todo esta sevicio infantil, es con precisión ganen los niños desamparados, no sólo de esa localidad sino de todo el país.
Nos equivocamos, en nuestra anterior entrega en la que abordamos el tema, cuando benévolos, dijimos que María Rosa Verduzco Verduzco, alias “La Jefa” o “Mamá Rosa”, cuando al inicio de la apertura de su albergue, seguramente tuvo el ánimo verdadero de servir a los niños y a los jóvenes en condición de abandono y que al paso del tiempo la mujer se degradó y degradó a la institución, no fue así, todo lo ahí descubierto que se convirtió en noticia internacional de infamias, fue la constante.
Exacto, la verdad es más cruenta y es la propia octogenaria, “La Jefa”, la que relata sus excesos de carcelaria y negociante en sendas entrevistas que concediera a una televisora extranjera y a su principal defensor, León Krauze, después de haberse negado a rendir declaración ante la Procuraduría General de la República, puesto que ella misma no solamente acepta que se le salió de control la administración del supuesto centro asistencial, sino que además confiesa que parte fundamental para la formación de los infantes eran los golpes y toda clase de castigos, incluyendo el encierro en su apando “Pinocho” Para imponer disciplina, explica, fraguó su propio sistema a la manera de los judiciales torturadores, el “soplamocos”, así lo dijo textual: “Uy. Yo era muy buena para soplamocos, se da una leve cachetada, para el sopapo”.
Disciplina que no impuso a sus empleados que constantemente vejaban a las niñas, a los niños, a los jóvenes y a los ancianos, incluyendo los abusos sexuales, la pederastia era común, casi natural. Los correctivos eran sólo para los internos.
También admitió que recibía dinero hasta de instituciones oficiales, imponía cuotas a los familiares para la reintegración de alguno de los confinados. También, como lo dijimos, con la ayuda de un notario público “adoptaba” a los niños para después disponer de ellos a su antojo y conveniencia.
El trabajo reporteril de Liliana Alcántara de El Universal, nos hace saber que ese Notario Público, el número 2 de la ciudad de Zamora de nombre Luis Fernando Alconcer del Río, en forma cómoda y desvergonzada se deslinda de su complicidad con “La Jefa”, al asegurar que los actos notariales a los que se prestó, es decir cuando dio fe pública de ellos, no tienen validez oficial, pretende ignorar que fueron suficientes instrumentos para convertirse María Rosa en dueña de esos indefensos seres. Qué fácil le resulta al fedatario dejar sola a la mujer que le pagó y bien y por muchos años, para extender esas actas notariales en que involucraban a los padres de los menores.
A confesión de parte relevo de pruebas, dice el principio jurídico, sin embargo “La Jefa” ya no será procesada, fue declarada de inimputable en razón de su edad y un supuesto daño cerebral senil, expertos han dado a conocer su posición en contra de que no se aplique la justicia, que sea un caso más de impunidad.
Es de tomarse en cuenta, también en razón de la edad, que en el caso de haber sido consignada la mujer, es posible que apenas algunos días estaría en prisión. En consecuencia, lo importante es que algunos de los intelectuales que sin mayor conocimiento salieron en defensa de “La Jefa”, al conocer el horror de sus confesiones y lo documentado y exhibido, han tenido la calidad intelectual de reconocer su error.
Lo menos que se exige ahora, es una exhaustiva investigación de sus cuentas bancarias y sus bienes, después de que nos enteramos que Rosa Verduzco tiene otro albergue en Zamora, para ancianos. Además el bautizado como “La gran Familia”, que será cerrado definitivamente este miércoles, tiene un costo promedio de 160 millones de pesos. Por cierto, como estos sujetos han deformado el vocablo familia, para todo lo usan hasta para la delincuencia: “La Familia Michoacana”.
Y lo más importante, ahora se sabe que por omisión el Estado mexicano tiene en el abandono a la inmensa mayoría de los 25 mil 700 niños que se apiñan en 922 albergues -805 privados y 117 públicos-, eso sin tomar en cuenta a los que sobreviven en condición de calle, ante ello urge las leyes y presupuestos suficientes para atender el grave fenómeno, provocado por el abandono de padres y por la violencia o maltrato familiar.
México debe dejar de ser fábrica de seres humanos para delincuencia y de carne de cárceles. México debe de ser ejemplo de atención a la niñez y a sus jóvenes, de otra manera no tenemos cara para salir en defensa de los niños migrantes. Toda esta infamia, todos estos horrores, toda esta sevicia, debe tener un solo destino: Qué ganen los niños.
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