Gracias
al fondo soberano del petróleo, cada noruego dispone de un ahorro de
150,000 dólares para garantizar su retiro y el sustento de las próximas
generaciones. Por supuesto, no pueden ir al banco y monetizar esos
fondos, pero a cambio reciben una pensión y una seguridad social
integral de las más dignas del planeta.
Los ciudadanos kuwatíes,
por su lado, reparten su fondo soberano en tres tramos: uno para obras
de infraestructura pública, otro para ahorros de retiro y otro más lo
reciben en efectivo a través de una tarjeta de débito donde el gobierno
ciudadaniza parte de esos fondos.
En México, desde la
“administración de la bonanza petrolera” de José López Portillo hasta
los excedentes del petróleo registrados el año pasado, los cuantiosos
recursos recibidos sirvieron para todo, especialmente para engrosar el
gasto corriente y la corrupción de buena parte de los gobiernos del PRI
y del PAN, pero nunca para crear un fondo de pensiones y un sistema de
seguridad social universal.
Vaya, ni siquiera se pensó en fondear
los pasivos laborales de los trabajadores petroleros, generadores
directos de esa riqueza energética. Hoy, esa omisión habrá de
socializarse, es decir, pagarse con los impuestos directos e indirectos
que pagamos todos los contribuyentes.
Ni siquiera el Fondo
Mexicano del Petróleo concebido por la reforma energética resolverá
este problema. Dicho fondo se repartirá escalonadamente de la siguiente
manera: Hacienda llevará la mano para tomar los impuestos
correspondientes a las nuevas petroleras privadas y a Pemex. La segunda
prioridad será cubrir el “fondo de estabilización de los ingresos
petroleros” y el “fondo de estabilización de los ingresos de las
entidades federativas”.
De lo que quede, es decir, de un tercer
remanente, tendrán prioridad el Presupuesto de Egresos de la Federación
para mantenerse en el volumen de ingresos de 2013; después un fondo de
ahorro a largo plazo que deberá ser igual o mayor al 3% del Producto
Interno Bruto del año previo; y, si todavía sobra algo, podrá destinar
hasta el 0.15% del PIB a financiar sistemas de pensiones; otro 0.15%
del PIB a financiar proyectos de inversión en ciencia, tecnología y en
energías renovables, y hasta otro 0.15% del PIB en becas para la
formación de capital humano, en proyectos de mejora a la colectividad y
en el desarrollo regional de la industria.
Es decir, es un fondo
para administrar las migajas de lo que un día fue un enorme pastel
petrolero nacional, y que ahora la mayor parte de él se repartirá entre
Hacienda y las tesorerías de empresas privadas nacionales y
trasnacionales.
Aquellos que piensen que con el Fondo Mexicano
del Petróleo se resolverán los problemas de las pensiones laborales del
sector público (que en 2010 ascendieron al 104% del PIB de ese año) o
que dispondremos de un sistema de seguridad social universal estilo
noruego, se llevarán la decepción de su vida. Con la conversión de los
pasivos laborales de Pemex en deuda pública, quedaremos más cerca de
Arabia Saudita o de Yemen del Sur que de cualquier país nórdico.
Si
los niños noruegos nacen con una educación y un sistema de salud
garantizados, y los niños kuwaitíes llegan a este mundo con una tarjeta
bancaria bajo el brazo, los nuevos ciudadanos mexicanos nacerán a
partir de la próxima semana con un bono de deuda adicional dentro del
pañal.
A los 55,000 pesos que ya debemos cada uno de los 108
millones de mexicanos por concepto de deuda pública consolidada (6
billones de pesos al año pasado), la semana próxima habremos de sumarle
a ese pañal marca “Prianal” (PRI, PAN, PVEM y Panal) 18,518 pesos más
por concepto de la carga laboral de Pemex y CFE.
Ningún presunto
beneficio en términos de luz, gas y gasolina barata para los mexicanos
en el futuro próximo habrá de compensar el daño colateral fiscal que
las nuevas leyes secundarias energéticas dejarán a los mexicanos de hoy
y de mañana.
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