Marcos Romero (ANSA)
El escritor argentino Julio Cortázar fue espiado por los servicios de
seguridad del Estado mexicanos durante las numerosas ocasiones, al
menos tres, que estuvo en el país y su correspondencia fue
interceptada, leída y copiada, según archivos e informes
desclasificados del gobierno.
La revista mexicana MX hurgó en el Archivo General de la Nación (AGN) y
desempolvo documentos donde se constata que la desaparecida Dirección
Federal de Seguridad, la temida policía política en los años de la
represión gubernamental, espió las conversaciones del autor de
"Rayuela".
"Los muchachos" de la DFS, a cargo de Fernando Gutiérrez Barrios, el
mismo que protegió y apoyó a Fidel Castro y Ernesto "Che" Guevara antes
de desembarcar en Cuba para deponer al dictador Fulgencio Batista, "lo
siguieron como su sombra", señaló la publicación.
El reporte, titulado "Cortázar, el perseguido", señala que el propio
Gutiérrez Barrios firmó varios de los reportes y ordenó que lo
siguieran a partir de 1967, luego de una reunión del Partido Comunista
Mexicano, donde se le mencionó como uno de los firmantes de un
documento en el que se abogaba por la lucha armada en América Latina.
La proclama, suscrita también por el poeta salvadoreño Roque Dalton y
el escritor peruano Mario Vargas Llosa, urgía a realizar "una asamblea
de Escritores Latinoamericanos de izquierda" y llamaba "a la unidad de
los intelectuales" pese a sus "diferencias de opinión".
"El escritor visitó muchas veces México. En todas ellas habló contra
las dictaduras, defendió a la Revolución cubana a capa y espada y
colocó su capital intelectual en favor de los sandinistas. Y eso no
podía ser pasado por alto" por las autoridades, indicó el informe.
Durante una de las visitas del literato argentino, cuyo natalicio
número 100 se festejó en México con numerosas reseñas, conferencias y
actividades culturales, en agosto de 1980, Cortázar paseó por las
playas de Zihuatanejo, estado sureño de Guerrero, costas del Pacífico.
Lo que quizá no sabía es que mientras caminaba y escribía desde ese
paraíso veraniego, acompañado de Carol Dunlop, escritora, activista y
fotógrafa estadounidense con la que vivió una historia de amor, era ya
"uno de los objetivos del C-047", un grupo especial de la DGS
responsable de seguir a figuras extranjeras en tiempos de la guerra
fría.
"Por los agentes del C-047 no sólo pasaban tus cartas, que por eso
tardaban más de lo común en llegar. Desde por lo menos 1967 seguían las
cartas que tus amigos de Cuba mandaban. También te seguían cuando te
encontrabas con amigos, atendían tus conferencias, registraban tus
declaraciones", dice el texto, escrito en estilo epistolar.
"En pocas letras: te habías convertido en un perseguido del espionaje
mexicano", agrega el reportaje, en el cual se hace notar la ironía de
que el archivo que hoy resguarda los informes sobre sus actividades y
su correspondencia hospedó en 1975 a la tenebrosa cárcel de Lecumberri.
En este edificio, conocido también como "Palacio Negro", eran
confinados personajes considerados "subversivos" y "terroristas", entre
ellos activistas del movimiento de 1968, que culminó con la Matanza de
Tlatelolco, durante la cual murieron cientos de estudiantes y
dirigentes que encabezaban protestas antigubernamentales previas a los
Juegos Olímpicos.
Los agentes registraron sus palabras, reseñaron sus reuniones, las
conferencias que ofreció en el Palacio de Bellas Artes y en la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y denunciaron sus
"esfuerzos por conseguir la libertad de los presos en Argentina,
Uruguay y otras naciones".
Los partes no incluían comentarios ni juicios de valor y eran de una redacción descuidada, a veces con faltas de ortografía.
La revista mexicana señala que un parte del 24 de enero de 1983 reseña
que Cortázar, "aplaudió el apoyo dado al proceso sandinista" por
intelectuales como el mexicano Carlos Fuentes, el alemán Gunter Grass,
y el británico Graham Green".
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