Gerardo Fernández Casanova
(especial para ARGENPRESS.info)
Es cierto, Peña Nieto está cambiando a México. En su II Informe ante la Asamblea de Accionistas rinde cuentas claras de los importantes cambios registrados, los que nos colocan en la antesala del primer mundo. Ahora México es una empresa moderna de clase mundial; ya no más atavismos retrógradas de nacionalismos trasnochados o patriotismos nostálgicos; hoy sólo se ve para adelante con la certeza de un futuro promisorio de grandes utilidades. Los accionistas agradecidos aplaudieron y festejaron con entusiasmo los impresionantes resultados de la gestión gerencial.
Los que no somos accionistas nos quedamos picados por la envidia de quienes sí lo son. Algunos curiosos nos dimos a la tarea de espiar en internet el famoso informe; fue como esos programas de TVUNAM que presentan largometrajes sin cortes comerciales; el de Peña Nieto fue un largo comercial sin cortes fílmicos. Eso sí, con toda la tecnología de Televisa, maquillaje y teleprompter incluidos, para mostrar la mano firme que conduce la nave con certeza y buena cara.“México ya es otro –sentenció el informante- y está en movimiento”.
En su calidad de dueño de los desatinos nacionales, Peña despeñó al viejo país e instauró uno nuevo a su gusto, sin tomarse la molestia de preguntar a los paisanos. Nos cambió hasta la manera de andar. Cambió, por ejemplo, la riqueza de nuestros recursos petroleros por la ilusa inserción global. Cambió el bienestar de los mexicanos por el de los gringos. Cambió nuestra salud por un titipuchal de minas venenosas. Cuentas de vidrio y espejitos, junto con promesas falsas, son ahora el único patrimonio nacional.
El informe cuenta cómo nos deformó.Flanqueado por los dos adocenados chucho-perredistas que presiden ambas cámaras del legislativo, el actor principal del largo comercial mostró su capacidad de concertación (cooptación) de las fuerzas políticas, con la que su abyecta mayoría parlamentaria pudo imponer los cambios “estructurales tan necesarios”.
El México nuevo nace con el ADN del viejo autoritarismo priísta, mordiéndose la cola de la corrupción y la compra de voluntades, sea en la elección o en la votación parlamentaria. Tarjetas de Soriana para los electores pobres y pingües prebendas para los legisladores ricos. Con dinero baila el perro (o el chucho). Así, hasta yo puedo.El día anterior en la reunión del Congreso General, el secretario Osorio Chong hizo entrega formal del documento del Informe Presidencial, sustituto de la comparecencia del titular del Ejecutivo.
Desde luego esta fórmula es preferible a la vieja parafernalia de aplausos al presidente en su día, pero tiene un significado mayor: la supuesta soberanía reunida en el Congreso no representa a la nación, de ahí que se opte por otro escenario ante las “fuerzas vivas” y ante las cámaras de televisión para rendir el informe; es más cómodo y sin riesgos de afrenta a la figura presidencial.
Así, las Tumbas Etruscas son testigos del paso de una voluntad popular que no tiene ni voz ni voto.En esa reunión de Congreso los partidos fijaron sus posturas políticas ante el estado de la nación. Para llorar la abyección de los oradores del Verde y de Nueva Alianza (¿o tranza?) que se deshicieron en elogios a la vigorosa, patriótica y atinada dirección del país a manos del Señor Presidente Enrique Peña Nieto. Mis respetos a Dolores Padierna, del perredismo no chuchista, que puso las cosas en su lugar; para comenzar denunció la renuncia del legislativo a actuar con independencia respecto del ejecutivo; al diálogo de sordos en que se convirtió la aprobación de las tan cacareadas reformas, por el que el debate fue soslayado a cambio de horas de discursos opositores que no merecieron la más mínima atención de la aplanadora mayoritaria.Pero eso sí: el programa asistencial Oportunidades ahora se llamará Prospera. Esto sí que es importante. ¡Adiós pobreza! Vamos todos a prosperar o, por lo menos, a seguir pro esperando.
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