Nuestros enemigos no se equivocan cuando agreden por igual a la Nación
mexicana y a los trabajadores, fundamentalmente a sus instrumentos de
lucha, porque saben bien que la nuestra es una Nación de trabajadores.
Es más, para poder privar a la Nación de sus derechos políticos y
patrimoniales, primeramente el gobierno persigue de manera implacable a
sindicatos y partidos obreros a fin de desaparecerlos o de diezmar su
fuerza combativa.
Carlos Marx y Federico Engels dicen en El
Manifiesto Comunista que los trabajadores no tienen patria y que no se
les puede arrebatar lo que no poseen; y tienen razón, porque las
naciones en Europa se formaron a impulsos de la burguesía, interesada
en destruir los principados feudales y crear mercados nacionales que
agrupen a un mayor número de personas que hablen el mismo idioma.
Empero, los fundadores de nuestro país, Hidalgo, Morelos y Juárez no
fueron burgueses, aún cuando se aprovecharon de las tesis más avanzadas
de la ilustración y de la Revolución francesa.
La propia
Revolución Mexicana (1910-17) considerada por muchos como
democrático-burguesa, fue un movimiento democrático, antifeudal y
antiimperialista, impulsado por obreros y campesinos y algunos sectores
de la pequeña burguesía rural. Flores Magón inspiró las huelgas de los
obreros de Bellavista y de Cananea, precursoras del la Revolución. Los
generales Villa y Zapata, principales caudillos del movimiento, no
fueron burgueses, ni propietarios de industrias ni de comercios. Podría
decirse que el presidente Madero si era un burgués por pertenecer a una
familia acaudalada, pero no hay que olvidar que él era considerado como
“El loco de la familia”. El más ilustre representante de la pequeña
burguesía que participó en la Revolución fue sin duda el general
Obregón, pero la prosperidad de su negocio agropecuario en Sonora,
podría medirse por el nombre de su predio:”La Quinta Chilla”.
Más delante, los fundadores de la doctrina marxista afirman en el
propio Manifiesto:”Mas, por cuanto el proletariado debe conquistar el
poder político, elevarse a la condición de clase nacional, constituirse
en nación, todavía es nacional, aunque de ninguna manera en el sentido
burgués…”
En México, por razones de sus particularidades, la
Nación fue construida por trabajadores y está formada por trabajadores,
los demás sectores de la sociedad actúan como enemigos de ella o como
cómplices. La burguesía nacional es una clase social arribista que se
montó en el movimiento revolucionario, para dirigir al país por un
breve periodo de su historia, para luego abdicar a favor del
imperialismo.
Hablando de la profunda identidad de los
intereses de los trabajadores y los derechos de la Nación, cuando en la
Cámara de Diputados se discutió y aprobó el dictamen que elevó a rango
constitucional la nacionalización de la Banca, y frente a la decisión
de limitar los derechos sindicales de los trabajadores bancarios,
expresé:
“…Pero sobre todo hace falta respetar las
organizaciones de lucha de los trabajadores del campo y de la ciudad;
garantizar su independencia respecto del poder público y de la clase
explotadora, así como su vida democrática interna. Esa es la razón por
la que estamos en contra de que se limiten los derechos sindicales de
los trabajadores bancarios al someterse sus relaciones de trabajo a las
disposiciones del apartado B, que impide la contratación colectiva y
limita el derecho a la huelga.
Frente a los argumentos
que al respecto formuló el Presidente de la República queremos
simplemente afirmar que nunca en la historia de este país se ha
mostrado la incompatibilidad entre los intereses de la clase obrera, de
los trabajadores todos y los intereses de la nación mexicana. Jamás en
la vida los trabajadores han sido acusados de falta de solidaridad
nacional. Por el contrario, son ellos los que han encabezado con su
lucha las mejores causas de la Nación y del pueblo”.
En otro orden de ideas, pienso sinceramente que, en 1940, las fuerzas
revolucionarias tuvieron en sus manos una decisión trascendental que
marcaria el destino de nuestro país en el mediano y largo plazo; en
lugar de optar por el socialismo escogieron el camino del capitalismo
decadente. Tenían de su parte al ejército que resultó victorioso en la
revolución de 1910-17; los obreros y los campesinos estaban mejor
organizados que la incipiente burguesía; El presidente Cárdenas y la
pequeña burguesía gobernante simpatizaban con el movimiento obrero; se
había nacionalizado la industria petrolera y la industria eléctrica,
con excepción de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro; se había
avanzado profundamente en la aplicación de la Reforma Agraria; por si
fuera poco, se había creado una situación revolucionaria: el enemigo
principal de nuestro pueblo, el imperialismo norteamericano, se estaba
involucrando en la Segunda Guerra Mundial; y, finalmente, en Europa y
Asia había triunfado la gran revolución proletaria, haciendo emerger
poderosamente a la Unión Soviética.
Efectivamente, la
burguesía nacional que fue la más poderosa de todas las burguesías de
América Latina, después de conducir a nuestro país por un elevado y
sostenido desarrollo económico, empezó por traicionar a sus antiguos
aliados y terminó por traicionarse a sí misma, deteniendo el
crecimiento, frustrando el desarrollo independiente y malogrando los
objetivos revolucionarios.
Dos hechos históricos marcaron en
la administración del presidente Alemán, el rompimiento de la burguesía
con obreros y campesinos. El asalto a los sindicatos más importantes
para imponerles, mediante la fuerza pública, a dirigentes adictos al
gobierno, destruyendo la independencia y la democracia interna de esas
organizaciones de clase. Y la reforma al artículo 27 constitucional,
para otorgar el amparo a terratenientes afectados por una resolución
presidencial de dotación de ejidos, lo que violaba el principio de que
la Nación tiene el derecho inalienable de imponer a la propiedad
privada las modalidades que dicte el interés público y, cancelaba en la
práctica, el reparto de tierras a los campesinos.
En tiempos
del presidente López Mateos, hubo un repunte del agrarismo, provocado
por las invasiones de tierras que la UGOCM de Jacinto López, planeó y
ejecutó sobre millones de hectáreas en el noroeste del país. Por otra
parte, la política de nacionalizar las ramas importantes de nuestra
economía se mantuvo hasta la época del presidente López Portillo, en
que el sector público había asumido del control de los teléfonos, la
electricidad, el petróleo, la petroquímica básica , la minería, la
industria siderúrgica, las compañías de aviación, la construcción de
carros de ferrocarril, camiones y automóviles, lo mismo que tractores,
el crédito, el acopio y distribución de varios productos los agrícolas,
el servicio de banca y crédito y muchas empresas más.
Sin
embargo, desde la administración del presidente Miguel Alemán, las
empresas públicas empezaron a desviar sus funciones nacionales ,
democráticas y progresistas , concebidas para impedir la penetración de
los monopolios extranjeros y elevar los niveles de vida de la población
para atender, con mayor empeño, las necesidades de la llamada
iniciativa privada de elevar permanentemente sus ganancias,
proporcionándole mercancías y servicios a bajo costo, y haciéndole
pedidos generosos, al tiempo que aumentaban los actos de corrupción de
sus administradores y altos empleados.
De hecho, para las
postrimerías del gobierno de Echeverría, el capitalismo de Estado ya se
había convertido en capitalismo monopolista de Estado, cosa que los
neoliberales legalizaron en las primeras semanas de su gobierno,
modificando la Constitución, para establecer la obligación del Estado
de apoyar a la empresa privada. Y por si fuera poco, se empezó a
incrementar escandalosamente la deuda externa que, en tiempos de López
Portillo, llegó a más de 100 mil millones de dólares.
En el
mes de diciembre de 1982, la Cámara de Diputados del Congreso de la
Unión inició el proceso legislativo para reformar la Constitución que
concluyó semanas más tarde, con lo cual quedó listo el marco jurídico
que implantó el Capitalismo Monopolista de Estado y sus prácticas
perversas, para convertir a México en el único país en el mundo que
elevó a rango constitucional las tesis del neoliberalismo
Lo
peor de todo fue que se permitió que los grandes monopolios globales
despojaran a la Nación mexicana de su soberanía y convirtieran al
Estado nacional en una dependencia del gobierno norteamericano,
servidor también de esos grandes monopolios, pero con funciones
diferentes.
La burguesía nacional empezó a declinar desde los
tiempos del Presidente Echeverria. Después provocó su irremisible
hundimiento con el reconocimiento de la inmoral deuda externa y su pago
puntual; con la promulgación de una legislación neoliberal que aplica
religiosamente; con la firma del tratado libre comercio que la desplazó
como clase dominante; para terminar con su desaparición total del
escenario político y económico del país.
La burguesía
nacional puso a remate, desde el poder público, la mayor parte de las
empresas nacionalizadas que aseguraban al Estado mexicano la rectoría
del desarrollo económico e impedían la penetración de los monopolios
extranjeros. De manera simultánea se ha venido deshaciendo de las
empresas de su propiedad para convertirse en un parásito social.
El PRI encabezado por Peña Nieto ha regresado a la Presidencia dela
República sólo para entregar a los monopolios extranjeros, con carácter
de urgente, lo que aún quedaba del patrimonio nacional: el petróleo y
la electricidad, acompañados de enormes extensiones del territorio, que
sumadas a las que ya disponen los cocesionarios de la minería, dejan a
la nación sin su morada y a los mexicanos sin alimentos, ya que no
habrá más espacio para la agricultura, la ganadería y la silvicultura.
Para lograr sus objetivos bastardos el gobierno ha implementado una
feroz persecución en contra de sindicatos otrora poderosos, como lo
eran el Sindicato Mexicano de Electricistas, el Sindicato Minero, el
Sindicato de Maestros y otros, y todo a nombre de “los sagrados
intereses de la patria”, cuando estos miserables son los que no tienen
patria ni tienen madre.
Es la hora de que los trabajadores
formemos un frente político con las mejores fuerzas de la Nación
Mexicana para arrojar del poder a estos gobernantes fascistas,
genocidas y traidores a la patria y destruir para siempre el sistema de
la explotación capitalista.
Salvador Castañeda O´Connor es director de la revista Unidad Comunista.
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