8/31/2014

Discoterapia

Jazz
Antonio Malacara

Alex Mercado Trío, Symbiosis, Fonca, 2014. Hace dos años anotábamos en este espacio nuestra impresión y sobresalto cuando recién descubríamos a uno de los mejores pianistas en la historia de nuestro jazz (La Jornada, 16/11/2012). Bien, pues déjenme ahora comentarles que Álex Mercado está a punto de convertirse en uno de los jazzistas más importantes del planeta (sépalo o no el planeta).

Al margen de la evidente e impecable técnica instrumental que nos mostró desde sus primeras pinceladas, en Symbiosis, el segundo álbum en su haber, el compositor logra puntualizar los cimientos de un estilo propio, de una voz tan particular como definitiva (y definitoria), aunque tan flexible y elástica como el jazz mismo. Mercado echa mano de la disciplina academicista y de la música clásica, las incorpora a las diferentes gramáticas del jazz contemporáneo y después, con asombrosa naturalidad, las envuelve en discretas, discretísimas atmósferas pop (en la más pura de sus acepciones), para obsequiarnos finalmente con nuevas formas de la dignidad y la honestidad y la belleza.

Pero además, en toda esta milagrería están inmersos dos de los mejores jazzistas de la escena neoyorkina: Antonio Sánchez y Scott Colley, mancuerna de batería y contrabajo con sobradas tablas y prestigio, que aportan grandes dosis de su propia simiente para el diseño final en cada uno de los temas.

Jorge Fernández Quartet

Fragments of Mexico, Intolerancia, 2014. Después de un amplio y sustancioso andar por las instalaciones de FAS Trío, Proyecto Gecko, Piano & Drums y la Wong Gang, Jorge Fernández deja en claro su amplia, enriquecedora evolución como baterista, y nos presenta su debut como líder de grupo: un álbum que desde los primeros trazos se muestra propositivo, genuinamente contemporáneo, exponiendo a Jorge como un compositor de arduos (y por momentos complejos) despliegues armónicos, de rítmicas que se cruzan y se rompen y se vuelven a ensamblar en un suspiro… pero sin abandonar un solo instante la cordialidad de sus líneas melódicas.

Además, el cuarteto es de primera línea. Los solos y los constantes diálogos entre el el sax tenor y el clarinete bajo de Blair Latham y el piano de Daniel Hidalgo Wong evidencian la gran estatura conceptual de cada uno de ellos. El contrabajo de Arturo Báez se ensambla a la perfección con la batería y se desliza con prudencia entre cada uno de los tracks, aunque por momentos desenvaina en solitario un discreto y elocuente discurso. Un disco estupendamente construido desde sus cimientos. Uno no se cansa de escucharlo.

Matías Carbajal

Mirando al cielo, Edición de autor, 2014. En medio de una intensa y prolífica exploración musical, Matías Carbajal presenta uno de sus discos mejor enraizados en los códigos del jazz, aunque el joven maestro no abandona del todo (ni creo que lo haga nunca) el elegante linaje del art rock y el progresivo, de donde ha ido abrevando para armonizar su propio estilo.

Porque además, la heterogeneidad del gran combo de músicos que rodea a Carbajal en sus diferentes presentaciones por los foros de la ciudad, mantiene una diversidad cultural y estilística de la que todo mundo se nutre y retroalimenta, pero que, en esencia, da vida y presencia a este tecladista, a la marcada intensidad de sus compases, a los claroscuros de sus líneas melódicas, pero ante todo, al eclecticismo de su discurso. Salud.

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