Jazz
Alex Mercado Trío, Symbiosis, Fonca,
2014. Hace dos años anotábamos en este espacio nuestra impresión y
sobresalto cuando recién descubríamos a uno de los mejores pianistas en
la historia de nuestro jazz (La Jornada, 16/11/2012). Bien,
pues déjenme ahora comentarles que Álex Mercado está a punto de
convertirse en uno de los jazzistas más importantes del planeta (sépalo
o no el planeta).
Al margen de la evidente e impecable técnica instrumental que nos mostró desde sus primeras pinceladas, en Symbiosis,
el segundo álbum en su haber, el compositor logra puntualizar los
cimientos de un estilo propio, de una voz tan particular como
definitiva (y definitoria), aunque tan flexible y elástica como el jazz
mismo. Mercado echa mano de la disciplina academicista y de la música
clásica, las incorpora a las diferentes gramáticas del jazz
contemporáneo y después, con asombrosa naturalidad, las envuelve en
discretas, discretísimas atmósferas pop (en la más pura de sus
acepciones), para obsequiarnos finalmente con nuevas formas de la
dignidad y la honestidad y la belleza.
Pero además, en toda esta milagrería están inmersos dos de los
mejores jazzistas de la escena neoyorkina: Antonio Sánchez y Scott
Colley, mancuerna de batería y contrabajo con sobradas tablas y
prestigio, que aportan grandes dosis de su propia simiente para el
diseño
finalen cada uno de los temas.
Jorge Fernández Quartet
Fragments of Mexico, Intolerancia, 2014.
Después de un amplio y sustancioso andar por las instalaciones de FAS
Trío, Proyecto Gecko, Piano & Drums y la Wong Gang, Jorge Fernández
deja en claro su amplia, enriquecedora evolución como baterista, y nos
presenta su debut como líder de grupo: un álbum que desde los primeros
trazos se muestra propositivo, genuinamente contemporáneo, exponiendo a
Jorge como un compositor de arduos (y por momentos complejos)
despliegues armónicos, de rítmicas que se cruzan y se rompen y se
vuelven a ensamblar en un suspiro… pero sin abandonar un solo instante
la cordialidad de sus líneas melódicas.
Además,
el cuarteto es de primera línea. Los solos y los constantes diálogos
entre el el sax tenor y el clarinete bajo de Blair Latham y el piano de
Daniel Hidalgo Wong evidencian la gran estatura conceptual de cada uno
de ellos. El contrabajo de Arturo Báez se ensambla a la perfección con
la batería y se desliza con prudencia entre cada uno de los tracks,
aunque por momentos desenvaina en solitario un discreto y elocuente
discurso. Un disco estupendamente construido desde sus cimientos. Uno
no se cansa de escucharlo.
Matías Carbajal
Mirando al cielo, Edición de autor, 2014. En
medio de una intensa y prolífica exploración musical, Matías Carbajal
presenta uno de sus discos mejor enraizados en los códigos del jazz,
aunque el joven maestro no abandona del todo (ni creo que lo haga
nunca) el elegante linaje del art rock y el progresivo, de donde ha ido
abrevando para armonizar su propio estilo.
Porque además, la heterogeneidad del gran combo de músicos que rodea
a Carbajal en sus diferentes presentaciones por los foros de la ciudad,
mantiene una diversidad cultural y estilística de la que todo mundo se
nutre y retroalimenta, pero que, en esencia, da vida y presencia a este
tecladista, a la marcada intensidad de sus compases, a los claroscuros
de sus líneas melódicas, pero ante todo, al eclecticismo de su
discurso. Salud.
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