Daniela Villegas
Desde mucho antes que los seres humanos se establecieran como
sedentarios y que la división entre lo público y privado terminara por
relegar a las mujeres a la esfera de lo doméstico, han existido muchas
aventureras que han cruzado mares, fronteras y cielos en su explorar
por el mundo.
Sin embargo las narrativas sobre el viaje, las exploraciones
como vía de descubrimiento se han representado mayoritariamente en la
figura de hombres, dejando un vacío en las historias de las mujeres
exploradoras, marinas, cartógrafas, escritoras, periodistas,
fotógrafas, etnógrafas, aviadoras, en suma todas las mujeres migrantes,
en donde pareciese que nunca han existido, cuando siempre han estado
ahí.
Es muy cierto que existen muchas mujeres viajeras como
Francisca Pizarro, la primera viajera de la élite incaica a España;
Flora Tristán, aventurera y feminista francesa; Nísia Floresta, viajera
y poeta brasileña, Isabelle Eberhardt, entre muchas otras, aunque estas
historias no se han dado a conocer al mismo nivel que las de James
Cook, Hernán Cortés o Marco Polo.
La falta de distribución de narrativas de mujeres viajeras da
pie a que en el imaginario social se las vea más como potenciales
víctimas de violencia física, verbal, sexual e incluso asesinato al
entrar al espacio de lo público, que como avezadas, temerarias y
confiadas, tal como sus pares masculinos, lo que a la larga reafirma la
idea de que las mujeres que inician una travesía no inician una jornada
de intrépidas aventuras sino que tan sólo comienzan el principio del
fin, ante el cúmulo de riesgos que se encuentran en el camino.
No es mi intención dejar a un lado las contundentes cifras que
evidencian la alta tasa de actos de violencia contra mujeres migrantes,
en su paso por las fronteras alrededor del mundo, sino evidenciar que
estos casos atroces de violencia contra ellas, al ser reproducidos una
y otra vez afianzan la idea de que lanzarse a las calles dentro de los
sinuosos caminos de lo desconocido engendra necesariamente el riesgo
del abuso físico, mental y monetario, donde el cuerpo de las mujeres es
usado ya sea como moneda de cambio o como botín de guerra.
La falta de narrativas y por ende la visibilización de mujeres
sin que tengan que verse enfrentadas con situaciones trágicas, no son
comunes, pareciese que siempre tiene que existir el tinte de lo
funesto, representado en la violación, el secuestro y el homicidio.
El que se perpetúe dentro de las narrativas este tipo de
situaciones no está tan alejado de la realidad, empero no permite que
socialmente podamos pensar a las mujeres en otra situación más que en
la de vulnerabilidad, es como si de antemano ya tachásemos de inseguro
su viaje, riesgoso e inevitablemente fatídico.
¿Acaso esa es la finalidad? Que de tanto temor mejor se queden
en sus casas. Conocer las historias de las mujeres migrantes que buscan
mejores condiciones de vida o por simple placer nos ayudaría a
deconstruir el paradigma impuesto por la cultura patriarcal que
invisibiliza y naturaliza la violencia de la cual es objeto la mujer.
Si no existen dentro del imaginario las mujeres que emprendan
aventuras, no importará que sea de sus vidas, serán fácilmente
violentadas, olvidadas, al sancionarse con la invisibilidad y el
silenciamiento sus historias impidiendo que otras se puedan reflejar en
ellas en sus luchas, miedos, nostalgia, alegrías, hazañas,
aprendizajes.
Es de esta manera que el reciente lanzamiento de la campaña
internacional Mujeres en la migración, transformadoras del mundo de la
organización internacional Consejería de Proyectos
(PCS, por sus siglas en inglés) es un importante paso para la
visibilización de las historias de las mujeres migrantes en el caso de
Guatemala, Costa Rica, El Salvador, Honduras y México.
Esta campaña como señala la organización busca visibilizar a
las mujeres, y al hacerlo no estigmatizarlas (revictimizarlas,
presentarlas sólo como esposas, hijas o madres y sobre todo sólo
presentar la parte sórdida de ser mujeres migrantes, sin mostrar la
posibilidad de empoderamiento que subyace en muchos casos a la decisión
de migrar y procurar el mejoramiento de sus realidades).
Justo el visibilizar la ruta de experiencias de las mujeres
migrantes con todas sus fortalezas, conflictos y potencialidades
permite comprender que para muchas mujeres migrar se convierte en
elegir el propio destino.
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