9/06/2014

Mujeres migrantes, las eternas nómadas

Daniela Villegas


Desde mucho antes que los seres humanos se establecieran como sedentarios y que la división entre lo público y privado terminara por relegar a las mujeres a la esfera de lo doméstico, han existido muchas aventureras que han cruzado mares, fronteras y cielos en su explorar por el mundo.

Sin embargo las narrativas sobre el viaje, las exploraciones como vía de descubrimiento se han representado mayoritariamente en la figura de hombres, dejando un vacío en las historias de las mujeres exploradoras, marinas, cartógrafas, escritoras, periodistas, fotógrafas, etnógrafas, aviadoras, en suma todas las mujeres migrantes, en donde pareciese que nunca han existido, cuando siempre han estado ahí.

Es muy cierto que existen muchas mujeres viajeras como Francisca Pizarro, la primera viajera de la élite incaica a España; Flora Tristán, aventurera y feminista francesa; Nísia Floresta, viajera y poeta brasileña, Isabelle Eberhardt, entre muchas otras, aunque estas historias no se han dado a conocer al mismo nivel que las de James Cook, Hernán Cortés o Marco Polo.

La falta de distribución de narrativas de mujeres viajeras da pie a que en el imaginario social se las vea más como potenciales víctimas de violencia física, verbal, sexual e incluso asesinato al entrar al espacio de lo público, que como avezadas, temerarias y confiadas, tal como sus pares masculinos, lo que a la larga reafirma la idea de que las mujeres que inician una travesía no inician una jornada de intrépidas aventuras sino que tan sólo comienzan el principio del fin, ante el cúmulo de riesgos que se encuentran en el camino.

No es mi intención dejar a un lado las contundentes cifras que evidencian la alta tasa de actos de violencia contra mujeres migrantes, en su paso por las fronteras alrededor del mundo, sino evidenciar que estos casos atroces de violencia contra ellas, al ser reproducidos una y otra vez afianzan la idea de que lanzarse a las calles dentro de los sinuosos caminos de lo desconocido engendra necesariamente el riesgo del abuso físico, mental y monetario, donde el cuerpo de las mujeres es usado ya sea como moneda de cambio o como botín de guerra.

La falta de narrativas y por ende la visibilización de mujeres sin que tengan que verse enfrentadas con situaciones trágicas, no son comunes, pareciese que siempre tiene que existir el tinte de lo funesto, representado en la violación, el secuestro y el homicidio.

El que se perpetúe dentro de las narrativas este tipo de situaciones no está tan alejado de la realidad, empero no permite que socialmente podamos pensar a las mujeres en otra situación más que en la de vulnerabilidad, es como si de antemano ya tachásemos de inseguro su viaje, riesgoso e inevitablemente fatídico.

¿Acaso esa es la finalidad? Que de tanto temor mejor se queden en sus casas. Conocer las historias de las mujeres migrantes que buscan mejores condiciones de vida o por simple placer nos ayudaría a deconstruir el paradigma impuesto por la cultura patriarcal que invisibiliza y naturaliza la violencia de la cual es objeto la mujer.

Si no existen dentro del imaginario las mujeres que emprendan aventuras, no importará que sea de sus vidas, serán fácilmente violentadas, olvidadas, al sancionarse con la invisibilidad y el silenciamiento sus historias impidiendo que otras se puedan reflejar en ellas en sus luchas, miedos, nostalgia, alegrías, hazañas, aprendizajes.

Es de esta manera que el reciente lanzamiento de la campaña internacional Mujeres en la migración, transformadoras del mundo de la organización internacional Consejería de Proyectos (PCS, por sus siglas en inglés) es un importante paso para la visibilización de las historias de las mujeres migrantes en el caso de Guatemala, Costa Rica, El Salvador, Honduras y México.

Esta campaña como señala la organización busca “visibilizar a las mujeres, y al hacerlo no estigmatizarlas (revictimizarlas, presentarlas sólo como esposas, hijas o madres y sobre todo sólo presentar la parte sórdida de ser mujeres migrantes, sin mostrar la posibilidad de empoderamiento que subyace en muchos casos a la decisión de migrar y procurar el mejoramiento de sus realidades)”.

Justo el visibilizar la ruta de experiencias de las mujeres migrantes con todas sus fortalezas, conflictos y potencialidades permite comprender que para muchas mujeres migrar se convierte en elegir el propio destino.

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