Jesús Cantú
MÉXICO,
D.F. (Proceso).- Los legisladores pospusieron tanto como pudieron la
incorporación a la Constitución de los instrumentos de democracia
directa. Cuando finalmente cedieron, aunque con acotaciones importantes
que buscan limitar las posibilidades de que la ciudadanía acceda a la
llamada consulta popular, decidieron monopolizar las solicitudes y
pervertir el uso de dicho instrumento.
Los instrumentos de
democracia directa tienen fundamentalmente dos intenciones: permitir
que sean los mismos ciudadanos quienes directamente decidan sobre
asuntos que se consideran fundamentales para la vida nacional y abrir a
los ciudadanos vías institucionales para controlar el poder de sus
representantes.
En el primero de los casos, en muchos países se establece
como un candado para las reformas constitucionales el que
necesariamente tengan que ser ratificadas en un plebiscito, lo que
blinda a las Cartas Magnas de los caprichos de los legisladores. En
otros casos permite a los grupos parlamentarios sin fuerza suficiente
en el Congreso para sacar adelante reformas legales, lograrlas por la
vía del respaldo popular.
En cuanto a la segunda intención, la idea es que el
ciudadano tiene una vía para someter a la soberanía popular actos de
autoridad (administrativos, por parte de los Ejecutivos o legislativos,
como reformas legales o constitucionales) que considere lesivos para la
mayoría. Es decir, revertir o ratificar las decisiones de los
representantes electos, lo cual los obliga a ser más cuidadosos con sus
actos de poder, pues la ciudadanía tiene la posibilidad de echarlos
abajo.
Los legisladores se cuidaron de colocar en la legislación
secundaria, la Ley Federal de Consulta Popular, diversas disposiciones
con la intención de dificultar la posibilidad de que los ciudadanos
pudieran hacer uso de dicho instrumento (Proceso 1949).
Entre las normas no previstas en la Constitución y
establecidas en la ley destacan la imposibilidad de firmar dos
solicitudes de consulta popular, es decir, los ciudadanos únicamente
pueden firmar una solicitud y en caso de que firmen más de una,
únicamente será contabilizada la primera en tiempo. Pero además de ello
obligaron a que en al menos 17 entidades de la república obtengan el
respaldo de 1% de los ciudadanos que forman la lista nominal de
electores de cada una de ellas.
Desde antes de que se aprobara la legislación, el PRD y
el todavía potencial partido político Movimiento de Regeneración
Nacional ya habían expresado su intención de convocar a una consulta
popular sobre la reforma energética. Aunque el tema de la consulta y el
objetivo de la misma es idéntico, revertir la reforma en la materia,
decidieron duplicar esfuerzos, dificultar más su trabajo –especialmente
por las consideraciones establecidas en el párrafo superior– y
eventualmente convertirse en factor determinante –suponiendo que haya
ciudadanos que firmen las dos solicitudes– para fracasar en el intento.
Hace algunas semanas el PAN decidió impulsar una consulta
popular sobre el tema de los salarios mínimos, por lo cual ya inició su
campaña de recolección de firmas.
Y, por si todavía no fuera suficiente, esta misma semana
el PRI decidió llevar a consulta popular la reducción a la mitad de los
diputados plurinominales y la eliminación de dicha representación en el
Senado, y aunque el Revolucionario Institucional tiene el número
suficiente de legisladores en ambas cámaras para hacer la solicitud con
33% de los legisladores, decidió hacerlo por la vía de conseguir 2% de
las firmas de los ciudadanos del padrón.
Así los cuatro partidos, que casi con toda seguridad
obtendrán los cuatro primeros lugares en las preferencias electorales
de los ciudadanos, se encuentran hoy recolectando firmas para solicitar
la realización de una consulta popular.
Para el PRD y Morena era la única vía que tenían para
revertir la reforma en la materia, pues la alianza de PRI y PAN
garantizaba automáticamente la mayoría necesaria para sacar adelante
las reformas legislativas; lo deplorable es que en lugar de unirse en
la búsqueda de dicho objetivo, se dividan.
Pero PAN y PRI lo hacen con una triple intención: una es
dificultar la consecución de las firmas por parte de las fuerzas de
izquierda, pues nuevamente hay que recordar que los ciudadanos
únicamente pueden firmar una solicitud de consulta popular y
eventualmente los principales firmantes de la solicitud blanquiazul
pueden repetirse con los del PRD y Morena, ya que el tema de los
salarios mínimos es un tema dirigido fundamentalmente a las clases
populares y, particularmente, a los más desprotegidos. Los priistas, en
cambio (y más allá de que el actual presidente había hecho esa
propuesta incluso desde antes de ser candidato) pretenden aprovechar la
indignación popular que desataron los recientes escándalos de los
legisladores federales.
La segunda intención de los dos partidos es intentar
llevar más electores (que eventualmente simpaticen con sus candidatos)
a las urnas, pues no hay que olvidar que son elecciones intermedias,
que normalmente tienen un mayor abstencionismo que las presidenciales,
y la izquierda podría tener una ventaja importante si el único tema de
consulta (en la jornada electoral del primer domingo de junio de 2015)
fuese el de la reforma energética, que evidentemente tiene más
detractores entre los votantes de la izquierda. Es fundamentalmente una
estrategia de mercadotecnia electoral.
Y una tercera intención es confundir al electorado, pues
también por disposición de la legislación secundaria,
independientemente del número de convocatorias, todas las preguntas se
incluirán en una sola papeleta. Así, en caso de aprobarse, tres
consultas (pues es obvio que las solicitudes del PRD y Morena, se
fusionarían) las tres preguntas irían en una misma papeleta, en un
orden no especificado en la legislación y, por lo tanto, incluso
todavía sujeto a litigio.
Lo más lamentable es que los partidos políticos buscan
que los ciudadanos se sumen a sus demandas, no ellos retomar las
demandas ciudadanas; lo que sucede con las eventuales consultas
populares es una muestra clara de la distorsión del papel de los
partidos políticos en la política mexicana: En lugar de abanderar las
demandas ciudadanas se dedican a intentar aprovecharlas para la
consecución de sus intereses partidistas.
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