Intrépidas buscadoras de peligro. Las propuestas originales de Carmín tropical, segundo
largometraje de Rigoberto Perezcano, son evidentes: tratamiento en
ficción de un tema (la diversidad sexual en su variante oaxaqueña muxe),
abordado por lo común en México sólo a través del documental, y recurso
a técnicas narrativas del thriller, con tintes de cine negro,
para centrar ese tópico en una realidad lacerante: los crímenes de odio
por homofobia, muy a menudo impunes, como tantos otros delitos en el
país.
A cinco años de haber abordado con gran fortuna en Norteado el
tema de la inmigración clandestina a Estados Unidos, a partir de los
fallidos intentos del protagonista Andrés (Harold Torres), coronados con
un irónico desenlace exitoso, el cineasta oaxaqueño explora ahora la
subcultura de los travestis de la región juchiteca abordando un suceso
de nota roja. El cuerpo de Daniela, un joven muxe, ha sido descubierto
con 27 puñadas en la espalda y la sospecha principal del crimen recae
sobre el stripper Rubén Jiménez, apodado el Muñeco,
quien una vez detenido declara su inocencia y defiende su hombría,
admitiendo haber sostenido relaciones sexuales con ella y aclarando
haber jugado sólo el papel de
temerarioo
machete. Hasta aquí el lado pintoresco del asunto.
De modo novedoso, Mabel (José Pescina), amiga travesti de Daniela,
regresa de su autoexilio en el norte del país y se propone, en la
tradición del cine negro, conducir por cuenta propia una investigación
que la policía local sólo cumple a medias. Esta estrategia narrativa
subraya el hecho de que la impunidad de muchos crímenes de odio reposa
en el calculado desdén de las autoridades que prefieren calificarlos de
crímenes pasionales (según un prejuicio tenaz: los
desviadosse matan entre ellos), para cerrar con premura los casos y justificar así el escarmiento.
La comunidad muxe (derivativo zapoteco del vocablo mujer) ha sido
explorada por documentalistas notables como Alejandra Islas y Maricarmen
de Lara, quienes señalan a la región del istmo de Tehuantepec como un
lugar donde, por tradición local, homosexuales y travestis gozan de una
gran tolerancia social. El muxe se siente mujer, es educado como tal y
se le reconocen sus aportes en el cuidado de los hermanos menores y los
ancianos. En el documental de Islas, Muxe’s: auténticas intrépidas buscadoras de peligro (2005),
los protagonistas referían su experiencia en primera persona, su gusto
por la vestimenta regional y esa enorme libertad sexual que, en lenguaje
coloquial, hace que “al muxe ‘le gusta la mojarrita en caldo’, teniendo
también algo de iguana, ‘por andar de palo en palo’”. Algo de ese humor
sigue presente en la cinta de Perezcano, particularmente en los
diálogos de Mabel y sus dos compañeras travestis, Darina y la Faraona, detrás de cuyo desenfado aparente existe el temor de ser ellas también las próximas víctimas del asesino misterioso.
Lo interesante en el tratamiento ficcional que hace Carmín tropical de
lo que pudo haber sido tema de un documental de denuncia es su manera
de incursionar en la complejidad sicológica de los personajes. Modesto
(Luis Alberti), el enigmático taxista que ayuda a Mabel en sus
pesquisas, y que parece sentirse seducido por ella, ilustra con mayor
elocuencia que Rubén, el sospechoso preso, los sentimientos encontrados
del machista, su ambiguo acercamiento erótico al objeto de su repulsa.
La dinámica entre la muxe temeraria y su chofer encandilado es
fascinante, y ambos personajes son estupendamente interpretados por
actores noveles. La mirada del ci- neasta es tan respetuosa como
precisa, evita las tentaciones del tremendismo moral (esa variante del
melodrama que hace de los personajes marginales lamentables freaks
de feria ambulante) y el gusto por las deprimentes atmósferas de
arrabal en pos de una dudosa estética de lo grotesco.
Lo suyo es una
ficción resultado de una paciente indagación al lado de valiosos
activistas muxes, como la infatigable Amaranta Gómez, y una
reivindicación de la dignidad del travesti juchiteco en un complejo
clima social donde a la tolerancia aparente la acompaña un odio
soterrado, justamente la misma ambivalencia presente en el personaje de
Modesto, un taxista sicológicamente muy norteado. Carmín tropical, el
título mismo concentra el misterio y la sensualidad en la propuesta
policial, también el carácter turbio del comportamiento homofóbico.
Parafraseando un poema célebre de Octavio Paz, podría repetirse, con una
modificación pertinente, que la vergüenza es ira vuelta contra uno
mismo: si todo un hombre se avergüenza es león que se agazapa para
saltar.
Se exhibe en salas comerciales y en la Cineteca Nacional.
Twitter: @CarlosBonfil1
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