Según la Presidencia de la
República, muchos mexicanos somos unos ingratos porque nos la pasamos
criticando al gobierno. Desde su atalaya, donde mira la realidad
nacional con un optimismo desbordado, la burocracia dorada no acepta que
se ponga en duda que hay margen de sobra para las críticas que se ganan
a pulso sus integrantes. Por eso decidió mandar hacer un espot en el
que la frase final es lapidaria: “¡Ya chole con tus quejas!”, en
respuesta a quienes no aceptamos que México camina en reversa, y que las
mal llamadas reformas estructurales están agravando los problemas del
país.
A fuerza de espots nos quieren
hacer creer que México avanza positivamente en todos los aspectos de la
vida nacional, que en el actual “gobierno” se han implementado
políticas públicas que, ahora sí, nos impulsarán al primer mundo. Pero
como las críticas a tan vulgar y absurdo regaño no se hicieron esperar
en las redes sociales, en pocas horas los responsables de la
comunicación social de Los Pinos se vieron forzados a retirar de los
medios electrónicos dicho engendro.
El despropósito político fue
monumental, pues se demostró que las tentaciones autoritarias están
allí, en espera de hacerlas realidad a la primera oportunidad. El
mensaje es clarísimo: “¡Ya basta de quejas, o te callas o te atienes a
las consecuencias!”. Esto a pesar de que los mismos organismos
internacionales causantes de nuestras desgracias, se la pasan criticando
al gobierno mexicano, no porque no sigan las instrucciones que les dan
los jerarcas del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial
(BM) o de la OCDE, sino porque son demasiado ineficientes y torpes.
Pero como con ellos no se
pueden molestar, el enojo lo descargan contra el pueblo mexicano. Y lo
hacen de una manera sádica; por ejemplo, incrementando el salario
mínimo en dos pesos a nivel nacional, bajando los precios de productos
del campo hasta volver incosteable su producción, propiciando la
decadencia de la educación pública gratuita y laica, entre muchas otras
acciones empobrecedoras, absurdas a final de cuentas pues inhiben un
crecimiento real y fortalecen la desigualdad y la desmoralización de la
gente, además de incentivar una acelerada descomposición social,
problema que irrita a los organismos internacionales.
La OCDE acaba de dar a conocer
su informe titulado Midiendo el bienestar en los estados mexicanos, en
el que puntualiza que los resultados de las acciones del gobierno
federal “son mediocres”. Asienta que en promedio, el país ha empeorado
en lo que se refiere a seguridad, ingresos y empleo. Afirma que “el
empeoramiento de la situación laboral, aunque menos grave que el de la
seguridad, se ha extendido a la mayoría de los estados en los últimos
diez años”.
Las críticas no son a las
políticas públicas, pues son impuestas por dichos organismos
internacionales desde hace poco más de tres décadas, sino a la impericia
de la burocracia dorada, que no ha sabido implementarlas adecuadamente.
Según los jerarcas de los organismos globales mencionados, sus
estrategias son correctas, lo que está mal es la incapacidad manifiesta
del “gobierno” de Enrique Peña Nieto para instrumentarlas correctamente.
El hecho concreto es que
aparte de que las políticas públicas derivadas del Consenso de
Washington son de por sí antidemocráticas y perversas, la torpeza del
grupo en el poder las pervierte aún más. Y lo más dramático del caso es
que el futuro se vislumbra incluso más sombrío porque nos esperan
problemas terribles una vez que se ponga en marcha el Acuerdo
Transpacífico de Asociación Económica (ATP). Tal situación, obviamente
preocupa al FMI, al BM y a la OCDE, de ahí sus críticas y señalamientos
puntuales al régimen neoliberal mexicano, el cual funcionó bien,
conforme a las estrategias trazadas por ellos, en el “gobierno” de
Ernesto Zedillo.
Que dicho acuerdo trasnacional
tendrá consecuencias desastrosas, incluso para los trabajadores
estadounidenses, lo dijo el senador independiente por el estado de
Vermont, Bernie Sanders: “Wall Street y otras grandes corporaciones han
ganado de nuevo”. Pensando en sus electores, afirmó: “Necesitamos
políticas comerciales que beneficien a los trabajadores y los
consumidores estadounidenses, no sólo a los directores ejecutivos de las
grandes corporaciones multinacionales”.
Con mucha más razón, aquí en
México lo que necesitamos es un régimen democrático, que se preocupe por
el futuro de los mexicanos no sólo por el bienestar de una minoría
apátrida y voraz
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