Sara Lovera
SemMéxico. D.F. 7 diciembre 2015.- La jornada de los 16 días de activismo contra la violencia de género nos ha permitido esclarecer la condición social de las mujeres, porque la violencia que se ejerce contra ellas es un espejo/reflejo de la violación a sus derechos y de su estatus como persona en sociedades como la nuestra, donde todo conspira contra la dignidad de más de la mitad de la población.
La jornada que se realiza en todo el mundo termina este 10 de diciembre Día Internacional de los Derechos Humanos.
Si
bien la información oficial reconoce que cada día siete mujeres son
asesinadas en México, sólo por ser mujeres, el solo dato tendría que
mover a millones de personas a la indignación, ya que revela que esto no
sucede espontáneamente, sino que tras él existe un proceso que coloca a
las mujeres en esa cúspide de una horrenda realidad.
El
proceso es, sin lugar a dudas, el camino que se hace durante mucho
tiempo de la vida de cada mujer. Un espacio que sociedad y gobierno
podrían aprovechar para desplegar acciones de prevención. En diez
estados examinados con lupa, puede apreciarse que mientras el
feminicidio es foco de atención, sin duda muy trascendente, quedan en la
opacidad todos los eventos que se fundan en la discriminación femenina,
realmente existente.
Por ejemplo, la información
estadística y sociológica sobre el embarazo en adolescentes, donde hay
niñas hechas madres a los 10 años, deja claro para quienes analizan, que
muchas de ellas son abusadas sexualmente, por sus padres, hermanos
primos o conocidos.
Del mismo modo la reiterada violencia
de pareja –todos los indicadores señalan que ha crecido
exponencialmente- habla de cómo se establecen las relaciones en la unión
de dos personas y cómo son las mujeres las que sufren agresiones
cotidianas. Y si vemos el tamaño del acoso y el hostigamiento, en el
trabajo, entonces estamos hablando de una situación sistémica a la que
no hemos hecho caso.
Escuché en una mesa internacional de
periodistas que una mujer dijo que sí, que es grave lo que pasa pero que
las mujeres son las culpables. 40 años de describir la condición de
opresión femenina no han cimbrado las conciencias. ¿Quién es agredido
tiene la culpa?¿A quién roban es porque lo provocó? O estamos hablando
de otra cosa.
Muy importante resulta saber que la Comisión
Nacional de Derechos Humanos es responsable de vigilar que en el país
se apliquen correctamente las leyes y la política oficial de género.
¿Por qué a esa Comisión nadie la llama a rendir cuentas? Por oficio,
tendría que ser el ojo avizor de una política emprendida por el Estado
Mexicano hace 40 años.
Recién un funcionario se preguntaba
porque hacíamos tantas leyes para las mujeres cuando el asesinato de
hombres es tan alto y, además, decía que las mujeres son muy violentas
con sus hijos e hijas.
Esta afirmación es la más evidente
manifestación de lo que piensan muchas personas. Creen que defender o
promover los derechos humanos de las mujeres es igual a disminuir o
discriminar a los hombres.
A mí me parece que es
encomiable que se defienda la libertad de expresión. Este 10 de
diciembre volveremos a la plaza del Monumento a Zarco a exigir que la
policía explique por qué no se resuelven los casos de asesinato,
persecución, asedio contra las y los periodistas. Me parece superlativo
que se haga una movilización, todos los días, para defender los derechos
laborales de las y los maestros; no hay nada más sano para la
democracia que empujar la transparencia en el uso de los recursos
públicos. La pregunta que me atosiga y me descompone, es ¿por qué no se
exige a periodistas y maestros que cumplan con el respeto y promoción de
los derechos de las mujeres?
Estamos en la urgencia de un
cambio cultural para transformar las condiciones de discriminación y
exclusión que sufren los grupos y personas sin poder. Donde las mujeres
somos mayoría. ¿Por qué la CNDH no examina las palabras y la conducta
del funcionariado público? ¿Por qué no diagnostica y señala a quienes
infringen sistemáticamente el artículo primero de la Constitución?
Lo
digo porque es insultante y sistemática la manera como hablan muchos
locutores y locutoras en la radio; tremenda la manera como se presentan
hechos y fotografías de las mujeres en los medios; increíble la
descalificación de las mujeres que hoy participan crecientemente en los
procesos electorales y ya no digamos el golpeteo contra las hijas de
políticos y políticas que quieren también dedicarse a esa actividad.
La
violencia de los medios es sistémica, continuada. Hay que ver un rato
la televisión matutina para oír cómo se presenta una imagen devastadora
de las mujeres y cómo se venden productos con sus cuerpos; tremendo el
diálogo y los comentarios de presentadores de programas en cadena
nacional. No hay quien los pare y les diga que esa violencia de trato,
lenguaje e imágenes promueve la violencia contra las mujeres y lo que es
mucho peor la naturaliza y la justifica.
Debemos ver el
comportamiento de las y los profesores en el aula. Alguien tendría que
hacer algo, sin miramientos, porque esas personas, con micrófono en
mano, violan la constitución. Arreciará el tema en 2016 porque en
jornadas de lucha por el poder, como las electorales, “no se toca a los
medios”. Porque tienen libertad de expresión.
En la misma
reunión de defensores y defensoras de periodistas, un trabajador de un
medio de Guerrero, me contó que ahora las mujeres son sicarias y narco
traficantes, o sea que merecen ser violentadas, porque no son buenas. Me
pregunto qué clase de nota hará ese compañero de una mujer, trabajadora
del sexo que es atacada en un hotelucho de la salida de Acapulco. Usará
toda clase de epítetos, o de otra que ha dejado encargados a sus hijos
para ir por el sustento cotidiano.
¿Quién vigila a los
medios? Ahora se discuten nuevas cuestiones sobre la Ley de
Comunicaciones y la reforma que no acaba de construirse. Las diputadas,
42.2 por ciento de representación en la Cámara, han estado
plausiblemente activas. ¿Cuándo le entraran a los medios?
Ningún
momento mejor que este. Ahora en que las mujeres deberán incluirse al
50 por ciento en las listas electorales, en todas las listas electorales
donde se renovarán Congresos y ayuntamientos.
Tiempo para
que las que harán campaña, además de condolerse por la violencia de
género, deban poner en la mesa la discusión a fondo sobre el papel de
los medios.
Libertad de expresión no es libertad de palabra para mantener la condición disminuida de las mujeres.
- Sara Lovera, Palabra de Antígona
http://www.alainet.org/es/articulo/174072
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