2/11/2016
“México, el neoliberalismo que no cesa”
El 4 de febrero el Secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, suscribió en nombre de México el Tratado de Asociación Transpacífico (TPP), un acuerdo de liberalización comercial multilateral que forma parte del proyecto de expansión geopolítica y geoeconómica de Estados Unidos (EEUU), diseñado para hacer frente a su pérdida de hegemonía global y contener el avance de la República Popular China, potencia que, pese a su reciente desaceleración, se erige como la candidata más factible para sustituir a EEUU como próximo hegemón mundial.
El TPP responde claramente a los intereses del establishment de EEUU. Sin embargo, para el Gobierno de México, el acuerdo “es un parteaguas en la historia del comercio internacional y le servirá a México para consolidarse como un importante centro para la producción y exportación de bienes y servicios”[1]. Dicho tratado deberá ser aprobado por el Senado, y esperar a que otros cinco países lo ratifiquen, para poder entrar en vigor. Un trámite que en el caso mexicano se presenta sin complicaciones habida cuenta de la actual composición del Senado donde el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN), que se han pronunciado a favor del TPP, concentran 92 de los 127 escaños. Aprobación que podría contar además con los 7 votos del Partido Verde (PVEM), aliado del PRI en esta legislatura.
Con este acuerdo el Gobierno mexicano cree reforzar su posición internacional aunque no pareciera que México vaya a modificar en los próximos años su función como “maquila” ni como exportador de productos primarios por obra de la aplicación del TPP. De hecho, el margen de maniobra de la economía mexicana está limitado por la firma en 1994 del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con EEUU y Canadá que supone la integración económica y financiera con estos países, especialmente con EEUU. Como informó recientemente el Banco de México en su Programa monetario 2016, por el impacto de las condiciones externas y los mercados financieros, el peso puede seguir su caída frente al dólar afectando a los precios finales de los productos que llegan a los consumidores. Se espera, por tanto, un aumento de la inflación que llegaría a un 3% este año ya que el Banco de México prevé un escenario en que los “cambios en la postura de política monetaria en ese país [EEUU] tengan un impacto importante [en México]”[2].
En esos mismos días, en el sur del país se perpetraba la destrucción de unos manglares, y el asesinato de la fauna que en ellos habitaba, para la construcción del nuevo complejo turístico Malecón Tajamar en Cancún, Quintana Roo. Las protestas de grupos ecologistas y de defensores de animales, que tildaron esta acción de “ecocidio”, pusieron en agenda el tema de la explotación inmobiliaria desaforada en la costa mexicana. En los últimos 40 años, se han reducido en un 55% los manglares del Estado de Quintana Roo, cifra que no puede separarse de la expansión hotelera en un Estado donde más del 60% de las habitaciones pertenecen a capital español[3], a pesar de que la Constitución mexicana establecía en el artículo 27, antes de su reforma, la imposibilidad de que extranjeros compraran tierras en el litoral mexicano. Pero este Estado no es el único que padece una explosión inmobiliaria, la Ciudad de México también está en el punto de mira de los inversores[4].
El capital internacional tiene un gran aliado con el Gobierno mexicano y las principales fuerzas políticas del país. Las reformas estructurales que se están acometiendo bajo el paraguas del Pacto por México (energética, financiera, educativa y de telecomunicaciones, entre otros acuerdos temáticos) son la agenda política que la derecha latinoamericana ansía aplicar en sus respectivos países si se consuma la restauración conservadora que el pueblo argentino ya está padeciendo en estos primeros meses de Gobierno de Mauricio Macri. Pero, si bien en Argentina esta agenda se está recuperando para volver a marchas forzadas al neoliberalismo, en México nunca se abandonó la agenda neoliberal. Es más, en estas décadas de época ganada en América Latina y el Caribe, en México se alargó y profundizó la noche neoliberal yendo contracorriente de los vientos de cambio regional.
Sin embargo, el debate político mexicano no siempre aborda en profundidad el impacto que estas políticas neoliberales están teniendo en la población mexicana, incluyendo aquí la estrategia de represión política desplegada para imponer en muchos territorios megaproyectos diseñados para beneficio del capital autóctono e internacional. Asuntos como la captura del Chapo Guzmán, la filtración de sus conversaciones con la actriz Kate del Castillo o, en días más recientes, la visita del Papa Francisco, acaparan portadas y establecen otra agenda mediática. Ni qué decir tiene el papel de los conglomerados mediáticos internacionales que no dedican a la actualidad mexicana ni una décima parte del tiempo que gastan en alertarnos del “desastre” cotidiano que se vive en Venezuela donde, ahí sí, gobiernan los “malos”.
Si las riquezas de todos los mexicanos y mexicanas se están vendiendo al mejor postor, parece importar poco. El enriquecimiento de una minoría en un corto espacio de tiempo se presenta como un bien para el conjunto de la población del país, aunque los datos refuten estas premisas. Se persiste en aplicar unas recetas que tanto en la región como en la República Mexicana han demostrado su fracaso social (en México tras décadas de políticas de liberalización y privatización, el 46,2% de la población vive en situación de pobreza[5]). Ocultar la realidad mexicana es clave para que los pueblos de América Latina y el Caribe no sepan lo que les espera detrás de los eslóganes que hablan de “cambio” en la región y de “fin del ciclo progresista”. Quizás sea tiempo de poner más el foco en lo que pasa en los países gobernados por la derecha regional antes de que sea demasiado tarde.
- Arantxa Tirado / Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)
http://www.celag.org/mexico-el-neoliberalismo-que-no-cesa-por-arantxa-tirado/
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