MUJERES CAUTIVAS
Por: Teresa C. Ulloa Ziáurriz*
Cuando se acerca la fecha para que la Comisión de Carta de Derechos
dictamine el contenido del Artículo 15 de la Constitución de la Ciudad
de México y muy especialmente el Apartado F, creo que viene a cuentas
compartir con ustedes una historia que me cimbró el corazón.
El jueves 16 de noviembre asistí a una víctima de trata y explotación de
la prostitución, en su audiencia de ampliación de declaración. Al tomar
la palabra dijo lo siguiente:
“Soy Víctima 1, una indígena. Cuando tenía 16 años de edad, en 2006,
acompañé un domingo al mercado de mi pueblo a mi papá y a mi mamá. Ahí
nos abordó un hombre que iba acompañado de su madre y me ofrecieron
trabajo cuidando a la señora que estaba enferma y haciendo el aseo de la
casa. Le pidieron permiso a mi madre y a mi padre y me ofrecieron
pagarme 400 pesos a la semana, y como éramos muy pobres, acepté el
trabajo. Más tarde, el hombre y su madre fueron a mi casa a recogerme y
llevarme a San Pablo del Monte, Tlaxcala, el lugar donde iba yo a
trabajar.
Al llegar a la casa, me pude percatar que tenía tres pisos y estaban
tres mujeres en la sala que me las presentaron como hijas de la señora
que supuestamente yo iba a cuidar. Me acomodaron en una habitación en la
planta baja y aproximadamente a las once de la noche llegó el hombre y
me dijo que ése era su cuarto y me violó. Traté de resistirme, pero era
más grande y más fuerte que yo y me golpeó hasta que no pude seguir
resistiéndome. Traté de escaparme pero no pude, él se pasó toda la noche
en el cuarto.
Al día siguiente me dijo que me arreglara porque ya nos íbamos y a pesar
de mis protestas y de que en innumerables ocasiones les dije que yo me
quería regresar con mis papás, a golpes me llevó al comedor, donde la
supuesta señora enferma -su mamá- me dijo que estaba muy contenta que ya
fuera yo la novia de su hijo y que yo tenía que estar con él, a donde
él me llevara.
Su hermano nos llevó a la Central Camionera de Puebla, a mí, al hombre, a
dos muchachas que iban muy golpeadas, como yo, y a dos hombres más que
me dijo, eran sus hermanos. Abordamos un autobús de la línea Futura que
nos llevó hasta Reynosa, Tamaulipas.
Al llegar ahí, nos acomodaron en un hotel y de ahí nos llevaron a la
zona de tolerancia, y una mujer que le decían “Nancy” nos dijo que
teníamos que prostituirnos, y contrató tres cuartos con un señor y le
dijo que nosotras pagaríamos la renta en la noche. Yo me negué a
prostituirme y pasé toda la noche encerrada en ese cuarto sucio, oscuro y
siniestro y al día siguiente, cuando me llevaron al hotel, el hombre me
golpeó hasta que se cansó porque no llevaba dinero y me dijo que si no
me prostituía me iba a matar e iban a matar a toda mi familia.
Casi inmediatamente me llevaron de nuevo a la zona de tolerancia, que
estaba controlada por el Cártel del Golfo, pero el hombre llegó y me
volvió a golpear y me dijo que me iban a estar vigilando, que mejor me
pusiera a talonearle, porque si no me iban a desmembrar.
Como yo era la más jovencita, me dieron un acta de nacimiento de otra
mujer, “Maricela”, de 20 años y me dieron su credencial de elector, y
así me registraron en los servicios sanitarios municipales. Yo me dí
cuenta que hombres armados nos vigilaban y nos llevaban a los servicios
municipales.
Ahí empezó mi pesadilla, tenía que cobrar 400 pesos por quince minutos y
mil por una hora. Llegué a producirles mil dólares diarios, no tenía un
sólo día de descanso. No podía negarme a atender a un cliente, no
importaba en qué condiciones llegaba, si venía tomado, sucio, armado,
etcétera.
Me mantuvieron en la zona de tolerancia por 4 años, hasta que un día me
dijeron que me preparara porque nos íbamos. Un señor, Ramiro, que era
el pollero y esposo de una de las hermanas del hombre, nos cruzó la
frontera y ahí nos subieron en una Van café que nos llevó hasta Nueva
York. Llegando a Nueva York, nos alojamos en la casa de un primo del
hombre, donde vivía también otra joven que también estaban explotando
sexualmente.
Al día siguiente me hicieron que me comunicara con varios “deliveris”
(taxistas que nos recogían y nos llevaban a donde teníamos que prestar
servicios sexuales), a veces en Nueva Jersey, en Nueva York, Virginia y
Connecticut. Cuando no había trabajo con los deliveris nos llevaban a
algún burdel.
Trabajaba de día y de noche, muy mal alimentada, y dormía cuando más
cuatro horas. Cuando me venía la menstruación me hacían que me pusiera
un tapón hecho con pantimedias para que no dejara de trabajar y no fuera
yo a ensuciar a algún cliente.
Nunca recibí un solo dólar, todo el dinero que ganábamos las otras
jóvenes y yo se lo mandaban a la señora que supuestamente estaba enferma
en San Pablo del Monte, a mí me decía mi proxeneta que era porque
estaba construyendo una casa muy grande.
Me obligaban a decir que estaba ahí por mi gusto, pero, afortunadamente
cuando ya tenía año y medio en Nueva York, en una redada en un burdel de
Queens, me detuvieron, y cuando les conté mi historia me protegieron y
me asistieron.
Hoy tengo residencia legal en Estados Unidos, pero tengo 10 años de no
ver a mi familia, en un país frío, indiferente al dolor, me acaban de
diagnosticar Virus del Papiloma Humano y a los 26 años en enero próximo
‘me van a vaciar’, una consecuencia de atender a 50 hombres diarios por
tanto tiempo. Estoy sola, enferma, deprimida, todavía no he podido
reconstruir mi vida”.
Cuando le conté que en la Ciudad de México están tratando de reconocer
la prostitución como trabajo no asalariado, me pidió que les dijera a
las diputadas y diputados constituyentes que no lo hagan, que no hay
peor humillación para las mujeres que la prostitución. Que ni siquiera
se imaginan las formas en que son obligadas a decir que están ahí por su
libre elección y que nadie las explota.
Me dijo: “por las demás víctimas y posibles víctimas de grupos
delictivos como el que me esclavizó por tantos años diles que no lo
hagan, por favor. Que todo mi dolor y mi historia sirva para que no haya
ni una víctima más de las redes de trata y prostitución. Que quiero
sentirme orgullosa de la capital de mi país”.
*Directora Regional de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas
en América Latina y el Caribe (CATWLAC, por sus siglas en inglés).
Twitter: @CATWLACDIR
Facebook: Catwlac Directora
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario