12/03/2017

La Muestra : Una bella luz interior

La Muestra

Carlos Bonfil

Juliette Binoche, como Isabelle en Una bella luz interior, asume cada fracaso amoroso como un desafío para un nuevo intento

Trouble Every Day. La apuesta fue temeraria: cuando a la realizadora francesa Claire Denis un productor le propone llevar a la pantalla, muy a su manera, el largo ensayo del semiólogo Roland Barthes Fragmentos de un discurso amoroso, nada parece ganado de antemano. El personaje que vive las tribulaciones del amor en ese libro, y que busca en las máximas de Montaigne, La Rochefoucauld o Stendhal, citados y desmenuzados por el autor, algunas de las claves para entender su desvarío, es, al parecer, un hombre –un personaje romántico que entiende la pasión como una autoinmolación cotidiana.
El vuelco que propone la directora de Materia blanca (2009) y Buen trabajo(1999) es novedoso: quien profiere ahora el discurso interminable del amante desventurado es Isabelle (Juliette Binoche), una mujer madura y divorciada, parisina y sensual, que enfrenta la soledad y el desamor con todo el aplomo de quien ha decidido ensayar su suerte con varias parejas sucesivas, y pasar de un amante a otro, de un fracaso sentimental al siguiente, tomando la iniciativa, desdeñando los prejuicios relacionados con la edad y la jubilación sexual forzada, todo sin perder en el intento la vitalidad necesaria para asumir cada ocasión fallida como el estímulo para un desafío nuevo.
La cadena de amantes no es particularmente excitante: un banquero dominador y petulante (Xavier Beauvois), un joven actor sumido en la indolencia y la melancolía (Nicolas Duvauchelle), un pretendiente, dueño de una galería (Bruno Podalydès), tan desprovisto de carisma erótico que pronto se vuelve amigo y confidente, también la aparición fugaz de un enigmático y sensual hombre del pueblo que muy rápido se desvanece, hasta culminar toda la búsqueda en una presencia masculina robusta y luminosa que bien pudiera ser el anuncio de una relación estable.
Una ebriedad muy sobria, así habría tal vez definido Roland Barthes el comportamiento de esta insospechada heroína suya. Juliette Binoche ofrece aquí una composición dramática formidable. Su personaje no es siempre grato: discursiva hasta el hartazgo, demandante y acosadora, incluso manipuladora. Con todo ello, su poderío seductor es innegable. También su desparpajo de mujer intransigentemente libre, a pesar de su pretendido anhelo de someterse, por amor, a la voluntad masculina. Si en la cinta Copia fiel (2010), del iraní Abbas Kiarostami, Binoche desplegaba infinitos matices expresivos en su rostro, lo que Claire Denis obtiene de ella en esta cinta es una gran variedad de expresiones corporales rebosantes todas de sensualidad madura. Una bella luz interior, complicidad inteligente y sensible de una actriz y su directora.
Se exhibe en la sala 10 de la Cineteca Nacional; 15 y 21 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1

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