Miguel Concha
A dos meses del terremoto
que sacudió con violencia la costa de Chiapas y Oaxaca, la situación de
emergencia persiste. Aún hay casas derruidas y familias que no han
recibido apoyo de parte de las autoridades. Hay también escuelas que no
están en posibilidades de reanudar clases, así como escuelas que operan
bajo altas condiciones de riesgo. Esto es lo que comprobó la Misión de
Observación Civil integrada por la Red Nacional de Organismos Civiles de
Derechos Humanos Todos los derechos para todas y todos; Voces
Mesoamericanas; Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas;
Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova; Servicio y Asesoría
para la Paz, y el Centro de Derechos Humanos Digna Ochoa, con el
acompañamiento de observadores internacionales del Movimiento Sueco por
la Reconciliación y el Servicio Internacional para la Paz. Visitó las
comunidades de Bahía de Paredón y Huizachal, del municipio de Tonalá, y
las de Gustavo López y Nuevo Urbina del municipio de Pijijiapan, en
Chiapas, y pudo constatar las severas afectaciones en las viviendas,
aunque la gran mayoría sólo con daños parciales que pueden ser
reparados.
Sin embargo, hay casos muy específicos donde el daño fue total y las
casas, o se derrumbaron, o tuvieron que ser demolidas ante los riesgos
que implicaban. Los servicios de salud, que de por sí tienen serias
fallas estructurales –como lo muestra la huelga de hambre que enfermeras
chiapanecas iniciaron a principios de año por diversas demandas,
incluyendo abasto de medicamentos e insumos médicos–, se han visto
mermados, pues no hay servicio en las clínicas. El sector educativo se
encuentra también seriamente afectado, desde aquellos planteles que no
cuentan con instalaciones seguras, y aquellos en los que se imparten
clases en zonas de alto riesgo, hasta casos en los que les tocará asumir
a los maestros y padres de familia algunos gastos para su
reconstrucción.
La generalidad en estas cuatro comunidades es la indolencia y el
maquillaje de las autoridades federales; la inoperancia institucional y
la falta de coordinación entre los tres niveles de gobierno. Las
personas que integraron la Misión escucharon los testimonios de los
llamados damnificados. Los de aquellos que en segundos lo perdieron
todo, y los de aquellos que vieron desvanecerse el patrimonio de años,
cuando apenas terminaban de poner sus vidas a salvo. Para la Misión ha
resultado particularmente preocupante todo lo relacionado al uso y
distribución de recursos del Fondo Nacional de Desastres, pues se
detectaron irregularidades que ponen en riesgo la aplicación adecuada de
este apoyo económico, y su llegada segura a quienes más lo necesitan.
Prevalecen la desinformación, la discrecionalidad y el uso opaco de los
mismos. Hay personas censadas que no han recibido sus tarjetas, o porque
sin avisarles cambió su situación de afectación, o porque les afirman
que ya fueron enviadas, y no hay funcionario o institución que se haga
responsable de informar. Menos aún de corregir las irregularidades. Hay
también casos en los que las casas fueron determinadas como de daño
total, pero recibieron recursos como daño parcial, así como casos en los
que la gente recibió una parte del recurso, pero no tienen idea de
cuándo recibirán el resto, y si de verdad lo recibirán.
Hay pues una seria vulneración del derecho a la información,
pues las personas beneficiarias nunca accedieron a información clara
sobre su situación y sobre la acción gubernamental, y aquellos osados
que se atrevieron a preguntar, o que expresaron inconformidad, fueron
callados y amenazados con perder el beneficio. Bajo estas condiciones,
la gente de las comunidades tiene razones para pensar que hay inequidad y
discriminación en los criterios de asignación de apoyos. Y por si esto
fuera poco, la Misión recibió información sobre la participación
inadecuada de
fundacionesque bajo el discurso gris de la caridad, llegaron a estas comunidades a ofrecer la construcción de casas, como donación.
Sin embargo, y una vez que la gente accede y las casas ya tienen
cierto grado de construcción, les han hecho firmar contratos donde
renuncian al recurso que por derecho les es otorgado por el Fonden, en
favor de la fundación. Lo cual es preocupante, pues nos encontramos ante
un evidente caso de corrupción, en el que no dudamos que estén
involucrados funcionarios públicos. A esto hay que agregar que las casas
que ofrece la fundación son construidas bajo términos que no son
negociables: son muy pequeñas; tienen alrededor de 45 metros cuadrados;
están hechas de tabicón, y los techos son muy bajos y de láminas
metálicas. Todo lo cual las hace además muy calientes para una zona
donde en abril la temperatura puede sobrepasar los 40 grados. Sus
cimientos y castillos son muy delgados, con varillas angostas, y sin
amarres; lo que reduce su posibilidad de sobrevivir a otro terremoto.
Con ello se está violando el derecho de las personas damnificadas a una
vivienda digna, una vivienda de calidad y con perspectiva sociocultural.
En este contexto sobresale el trabajo que realiza el Centro Digna
Ochoa –cuya sede se encuentra en Tonalá–, que se ha enfocado en el
fortalecimiento de la organización y participación comunitaria para las
labores de reconstrucción y reactivación de las economías locales. Ha
constituido una esperanza para quienes quedaron fuera de los censos de
damnificados, pues no sólo se ha dedicado a documentar las violaciones
de derechos humanos cometidas en esta situación de emergencia, sino que
se encuentra buscando la forma de promover la construcción autogestiva y
la ayuda mutua frente a la imposición de las autoridades y las
fundaciones. Sin embargo, la documentación y denuncias que realiza han
causado que se enfrente a hostigamientos, intimidación y amenazas.
Exigimos que se dé seguimiento a la denuncia interpuesta ante la
Fiscalía estatal, y que la investigación se lleve a cabo con perspectiva
de derechos humanos, siempre tomando en cuenta la labor que realizan
las personas como defensoras. Exigimos que los gobiernos federal,
estatal y local garanticen el derecho a defender derechos humanos de
todas las personas que colaboran en dicho centro.
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