Carlos Bonfil
Alegoría de una nación dividida. En su séptimo largometraje de ficción, la brasileña Lucía Murat (Casi dos hermanos,
2004), relata la relación compleja y recientemente tormentosa entre
Camila (Joana de Verona), joven sicóloga portuguesa residente en Brasil,
y Gloria (Grace Passô), empleada afrobrasileña, elevadorista en la
Universidad del Estado de Río de Janeiro. Cuando ésta, mujer de escasos
recursos, con una dura experiencia pasada de abuso sexual y un hermano
en la cárcel, acepta convertirse en paciente de Camila, la mujer que en
todos los aspectos es su antítesis perfecta, se intensifican en la
trabajadora, habitante de una favela miserable, las sensaciones de
inseguridad emocional, vulnerabilidad física y resentimiento social que
tienen como destinataria principal a la joven doctora, quien a su vez
responde de manera defensiva, incluso paranoica.
En esta relación de mutua dependencia y amor-odio, Gloria es para la
sicóloga un mero objeto de estudio en su exploración de los límites de
la imparcialidad clínica, que la interlocutora sensible que reclama un
grado mayor de comprensión y empatía. El desencuentro se produce
rápidamente. En un diálogo elocuente confiesa la paciente:
Tuve un sueño en el que usted, doctora, era como yo, y yo me sentía muy bien siendo como usted: blanca, rica e inteligente. Pero a usted no le gustaría estar en mi lugar, ¿no es cierto?La observación que hace la directora y guionista de estas tensiones emocionales de los personajes es interesante en cuanto, a través del recelo mutuo y la transferencia de culpas e inseguridades, se sugiere el marco mayor de la polarización que se produce en una sociedad donde se acentúan la intolerancia y el racismo.
La solvencia profesional de una actriz tan vigorosa como Grace Passô
en el papel central le permite salir indemne de algunas facilidades en
el guion (en coautoría con el escritor Raphael Montes), como la
ilustración de los fantasmas eróticos de Gloria en el elevador, algo que
añade a su precariedad económica el lastre de una frustración sexual en
su idealización de la belleza de una pareja blanca. El asunto se trata
de forma esquemática y un tanto burda; eso contrasta luego con apuntes
mucho más finos al ahondar en la relación más plena de la protagonista
con su amante ocasional y cómplice negro. En este momento de
definiciones, se sugiere para Gloria, por encima de cualquier
determinismo social, la posibilidad, nada lejana, de una reivindicación
final y una victoria amorosa. Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca
Nacional. 15 y 20 horas.
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