Lo que ameritaría un diagnóstico es la crisis del PAN, pues, al
oponerse, no exhibe sus propuestas alternativas. Sería sencillo suponer
que ese partido carece de planteamientos vigentes, pero ese intento
explicativo resultaría tan simple como inexacto.
Acción Nacional abrazó la política neoliberal con mayor rapidez que
el PRI porque siempre fue un partido crítico del estatismo mexicano y
del Estado social. El liberalismo católico en México no fue en casi nada
un socialcristianismo y ni siquiera una democracia cristiana. La
crítica panista a la falta de democracia se limitó al control del
gobierno sobre los procesos electorales y a los fraudes. El PAN no es un
partido democrático en la expresión clásica liberal, pero cuando se
consolidaron los neoliberales priistas en el poder, el PAN proclamó su
“victoria cultural”.
Sin embargo, justo por lo anterior, se tendría que esperar que Acción
Nacional reivindicara abiertamente su tendencia neoliberal y expusiera
sus alternativas a las propuestas del nuevo gobierno. Pero no está
ocurriendo así.
En el último trance legislativo, el PAN no quiso buscar un acuerdo
sobre la reforma constitucional en materia de educación pública, pero,
en lugar de señalar una orientación propia, se hundió en contradicciones
y necedades sin un sentido político claro: acusó al proyecto de la
mayoría de no contener absolutamente ningún cambio respecto del texto
aún vigente (reforma de Peña Nieto que fue votada también por el PAN)
pero, al mismo tiempo, repudió las derogaciones y las nuevas redacciones
del texto constitucional.
La mayor acusación de los panistas en la Cámara de Diputados fue que
Morena estaba engañando a los maestros y al pueblo porque en realidad no
buscaba abrogar la reforma de 2013 sino mantenerla exactamente igual,
como si ellos estuvieran repudiando lo que entonces apoyaron. Pero no.
En contradicción con sus acusaciones, el PAN estuvo criticando que se
suprimiera la evaluación de los maestros con fines de determinar la
permanencia de éstos en la docencia, es decir, la llamada evaluación
punitiva.
Así ha sido la conducta panista en casi todos los lances legislativos
y en sus baterías críticas, sin que la dirección panista haga esfuerzo
alguno para introducir concepciones programáticas coherentes.
Las ideas políticas neoliberales siguen siendo tan fuertes dentro de
la sociedad como antes del triunfo de López Obrador. No obstante, sus
principales exponentes, fuera de las grandes empresas, casi no se
expresan con discursos consecuentes. El PAN es uno de esos organismos
agazapados.
En el curso de la lucha política, el punto es si es posible actuar
indefinidamente sin defender una plataforma completa, congruente, clara,
sincera. Mientras esa situación siga presente en el PAN, este partido
no podrá intentar salir de su crisis, debido a que se trata de una
crisis de dirección provocada principalmente por la falta de
definiciones programáticas. Es por ello que se hace imposible un
diagnóstico que lleve a encontrar la medicina necesaria para curar los
males del Partido Acción Nacional.
Este no es un problema en sí mismo, pues se trata tan solo de un
partido, sino que la ausencia de oposición –hay que estar
repitiéndolo—no puede más que generar un deterioro de las relaciones
políticas del país. La confrontación puede encontrar un cauce
democrático cuando es clara ante los ojos de la gente y los
protagonistas son precisamente actores políticos formales y no solamente
poderes o partidos informales.
He aquí lo complicado de la situación.
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