Si su apuesta fue que al votar por el favorito del lopezobradorismo
para presidir la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y el
Consejo de la Judicatura Federal (CJF) estaría protegido de su propia
historia, quedó claro que calculó mal y ahora está sometido a una
investigación gubernamental por sus millonarias cuentas bancarias.
El pleno de ministros sabe que, en general, no es bien visto por el
presidente López Obrador y seguramente más de uno ya habrá puesto sus
barbas a remojar. El próximo podría ser el ministro Luis María Aguilar
Morales, cuya gestión como presidente de la Corte y del CJF, ese
poderoso y oscuro órgano de gobierno judicial, está bajo escrutinio.
Aguilar Morales, no sería el único.
La duda es si se trata de ejercicios de transparencia propios de un
régimen democrático o una manera de ablandar a quienes desde el máximo
tribunal del país y de los juzgados y tribunales federales tendrán que
resolver juicios en asuntos que son vitales para el régimen.Los inmediatos, pero no los únicos, son los proyectos de
infraestructura: el aeropuerto de Santa Lucía, en el Estado de México;
el tren maya, en cinco estados del sur y sureste del país, y la
refinería de Dos Bocas, en Tabasco.
El presidente y sus controvertidas propuestas acabarán en tribunales.
Hay una estrategia legal en marcha para oponerse y, en última
instancia, detener esos proyectos. Ya por intereses políticos o
económicos y de franca oposición, el colectivo #NoMasDerroches ha
emprendido un largo camino que, por lo menos, dilatará los deseos
presidenciales.
Al margen de lo que su gobierno haga o pueda hacer para actuar en
contra de quienes promovieron los juicios de amparo, López Obrador ya
anticipó en el caso Medina Mora que está dispuesto a apretar a los
jueces, a cuya estigmatización de corruptos y privilegiados ha
contribuido de manera decisiva, con más y menores razones.
El presidente tiene ahora la mayoría legislativa para reformar al
Poder Judicial, como amagó desde un inicio el coordinador de Morena en
el Senado, Ricardo Monreal.
Cualquier reforma al PJF tendría que ser con la consideración de
jueces, magistrados y sociedad, no al gusto del régimen, como la
extraviada idea de crear una sala anticorrupción en la Corte, como lo
propuso Monreal.
El presidente de la Corte salió al paso al rechazar, esa propuesta.
Cierto que no se trata de entrar en una confrontación de poderes, pero
tampoco de la simulación para terminar siendo obsequiosos.
La manera en que el máximo tribunal resolvió los juicios
constitucionales por la Ley de Remuneraciones, para que nadie gane más
que el presidente, fue en el tradicional estilo salomónico de la Corte:
un poco para las dos partes. Y en ese caso, el ministro Zaldívar abogó
claramente y, desde el inicio, a favor del oficialismo y evitar lo que
habría sido una derrota política, la primera, del lopezobradorismo.
En la llamada Cuarta Transformación, el Poder Judicial se enfrenta al
reto de consolidarse como tercer poder o regresar a lo que fue durante
el régimen del PRI: un poder de tercera al gusto del Ejecutivo.
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