2/21/2010

Utopía

El engrudo se les hizo bolas


Eduardo Ibarra Aguirre


Gracias a la Comisión Federal de Electricidad, Empresa de clase mundial –reza el machacón eslogan--, usted no recibió Utopía el jueves 18 para ser publicada al día siguiente, porque la paraestatal tan defendida como eficiente por Felipe de Jesús Calderón Hinojosa después de que dejó sin empleo a 44 mil 500 trabajadores sindicalizados de Luz y Fuerza del Centro, no abasteció de energía a mi colonia de las 11 a las 17 horas y de las 17:30 hasta las 22:30 horas. En los cinco años y medio que tiene este espacio y tras 792 entregas, ésta es la primera vez que no se redacta por tal motivo. Aparte están las abundantes alteraciones en el voltaje que registran el regulador del refrigerador y el No break de la computadora.


Alteraciones y descargas que son la pesadilla de los capitalinos que sufren daños en los electrodomésticos sin que ningún funcionario de la CFE, incluido Alfredo Elías Ayub, se haga cargo de los costos económicos que causan las decisiones políticas autoritarias de su jefe y sin reparar en los insoslayables aspectos técnicos, como lo reveló la Secretaría de Hacienda al reconocer una disminución sensible en los pasivos y un incremento en la productividad de LFC durante nueve meses de 2009. O la Procuraduría Federal del Consumidor que observó un incremento de 30 por ciento en las quejas de los usuarios en enero de 2010 respecto al mismo mes del año anterior.


Pero qué se puede esperar de un grupo gobernante que desde el 19 de febrero de 2006 tiene abandonados los cadáveres de 63 mineros en Pasta de Conchos, ubicada en San Juan de Sabinas, Coahuila, y los presuntos responsables de lo que se denomina homicidio industrial, ostentan su impunidad e ilimitada riqueza, como a juicio de los deudos y del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros sería el concesionario de la mina, el Grupo México y su socio principal Germán Feliciano Larrea Mota Velasco, quienes no sólo no fueron molestados por el gobierno de Vicente Fox Quesada y Martha María Sahagún Jiménez –y su tristemente celebre secretario del Trabajo Francisco Javier Salazar Saénz, impune vicepresidente de la Cámara de Diputados, y el de Gobernación Carlos María Abascal Carranza--, sino que actualmente despacha en Bucareli uno de sus mejores exabogados. Y en la que se debe laborar por la Previsión Social, se toma abiertamente partido por los intereses del gran capital.


Nada se puede esperar del gobierno República que también en materia laboral y de sindicalismo hace honor a la descripción que tanto se usa aquí, la de grupo gobernante. Sólo un secretario faccioso como el pianista y otrora reseñador de conciertos en Este País, como Javier Lozano Alarcón, venido a secretario del Trabajo por el veto que impuso Televisa para que ocupara la de Comunicaciones y Transportes, puede postular que los trabajadores de Cananea: "Ya hicieron suficiente daño a la industria minera, al mercado del cobre y al municipio por una huelga sin razón".


Se necesita sensibilidad de paquidermo –con todo respeto para los bellos elefantes-- cuando Calderón Hinojosa echa la casa por la ventana para festejar --en la más completa opacidad sobre el multimillonario gasto-- el centenario de la Revolución y puja junto a los Larrea Mota Velasco para imponer con la fuerza bruta un fallo judicial contrario a los mil 100 mineros en huelga desde hace tres años y medio.


Al gobierno de Calderón se le atravesó la Cámara de Senadores que le exige cancelar la concesión, el Congreso de Sonora que demanda la solución negociada del conflicto y un movimiento de solidaridad sindical –incluida la poderosa AFLCIO estadunidense-- y popular que les echó a perder el engrudo.


Acuse de recibo


Le entrego la última parte del largo comentario de Juan Amael Vizzuett Olvera sobre La foto de la derrota (15-II-10): "He notado que, en el caso mexicano, hay sectores de las izquierdas que aprovechan este fenómeno, indudablemente condenable, para 'ajustarles las cuentas' a las fuerzas armadas de nuestro país. ¿Por qué? Porque desde octubre de 1968, un sector de las izquierdas detesta a las instituciones armadas por los acontecimientos de la Plaza de las Tres Culturas, así como un sector de las derechas desconfía de esas fuerzas castrenses porque no están comandadas por los miembros de las oligarquías, a la manera de Sudamérica, sino por oficiales surgidos de los sectores populares. Creo que haber lanzado a las instituciones militares a las calles, a una lucha desgastante contra un enemigo viscoso, amorfo, opulento, corruptor, semejante a una hidra de mil cabezas --cada vez que una se corta, se regenera automáticamente-- fue uno de los mayores errores que haya cometido un gobierno mexicano durante los años recientes. Pero también creo que, quienes aprovechan la descomposición de las instituciones para satanizarlas, cometen un error muy grave: creen que ha llegado la hora de cobrarse la revancha por el dos de octubre y usan las violaciones a las garantías individuales -- documentadas o no-- para satanizar a toda la institución".


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