12/28/2010

2010, el año más violento


Alberto Aziz Nassif

Cuando la rutina de la violencia se impone, los balances anuales se convierten en un indicador de malas noticias. La singularidad del año 2010 en México ha sido ser el año más violento en décadas. Las cifras son impactantes, van ya más de 30 mil muertes en los últimos cuatro años, y en los primeros 11 meses del año se acumularon, según la Procuraduría General de la República, 12,456, más todas las del mes de diciembre. Nada asegura que los próximos dos años no vayan a superar estas cifras y entonces tendremos el sexenio más violento desde hace un siglo.

El recorrido de la muerte tuvo impactos que marcaron al 2010 y cada registro aumentó la capacidad de indignación y de temor. Temprano aparecieron los 14 jóvenes asesinados en Villas de Salvárcar, en Ciudad Juárez; más tarde llegaron asesinatos múltiples en las casas de apoyo a drogadictos, varias matanzas a lo largo del año en el estado de Chihuahua, que termina con la peor estadística del país. Hace unos días la muerte de Marisela Escobedo, frente al Palacio de Gobierno, ha desfondado de un golpe las últimas resistencias de una realidad que inunda a un territorio sin autoridad. Esta madre de familia pagó con su vida el reclamo de justicia para su hija asesinada, y deja constancia de un sistema judicial que no funciona. Mientras tanto, la impunidad crece y se apodera de los espacios públicos. Por más visitas y operativos que puso en marcha Felipe Calderón, la situación de violencia, muerte y destrucción en Chihuahua sólo se incrementó durante 2010.

La muerte de los 72 migrantes centroamericanos, en agosto pasado, fue otro de los golpes que sofocaron el ánimo y puso al descubierto el infierno de estos actores anónimos e invisibles, que pagan con su vida el tránsito por un territorio sin ley y sin orden. La política migratoria del Estado mexicano está en su peor nivel. En lugar de procesar a los responsables, la matanza quedó en la impunidad y sólo se hizo, de forma tardía, el cambio de la titular del área y luego, como premio, se le dio el segundo puesto en el partido gobernante. Otro caso que generó un alto impacto fue la captura del niño sicario de 14 años, El Ponchis, con una carrera de más de tres años en las filas del crimen organizado. Su confesión fue la de cuatro asesinatos que hizo por degollamiento de sus víctimas.

La penetración del narcotráfico y el crimen organizado en la vida política y en las instituciones no fue una novedad del 2010, pero lo que sí sucedió este año fue la irrupción de una tendencia más visible que dejó el asesinato de varios presidentes municipales, un candidato a gobernador del PRI, un ex gobernador y el desafuero del primer narcodiputado federal. Otra parte del problema tiene que ver con la captura de los gobiernos municipales, que, según un estudio, ya se calcula que el 73% de los ayuntamientos están capturados o bajo el control del crimen organizado (EL UNIVERSAL, 23/XII/2010). Si la impartición de justicia tiene amplios huecos por donde se cuela la impunidad, este año también se hizo presente de forma más preocupante la fuga de reos de las cárceles, que se ha dado por decenas, lo cual implica que el círculo criminal termina por cerrarse.

Cada día crece el mapa de la violencia, que se ha vuelto el principal problema para la ciudadanía. El país libra una guerra sin control, con una estrategia repetitiva y fallida. En 2010 el país se cubrió excesivamente de cadáveres, ejecuciones, narcofosas, asesinatos y captura de capos, que sólo anuncian nuevas caras y más matanzas. Termina un año en donde el gobierno hizo el intento de dialogar con la sociedad para debatir la estrategia de combate al crimen organizado, pero no se cambió ni un centímetro la ruta. Las propuestas de reformas legislativas quedaron atoradas —otra vez— entre los intereses de un sistema político que no genera consensos. Termina un año en donde la celebración del Bicentenario y el Centenario fueron una parafernalia costosa y poco significativa. Se va el 2010 con las mismas inercias de los años anteriores, pero ahora con la certeza de que los próximos dos años estarán dominados por la lógica electoral. ¿Qué importa que siga la violencia y se acumulen los cadáveres?, ¿qué importa que no haya reformas?, ¿qué importa que sigan matando a las madres que piden justicia o a los periodistas que hacen su trabajo, o a los migrantes que buscan trabajo en Estados Unidos? No importa, mientras los políticos sigan con un altísimo financiamiento público, acceso a la televisión y los burócratas privilegiados tengan sus bonos de riesgo. ¿Qué importa si el 2010 fue el año más violento…?
Investigador del CIESAS

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