La película se centra en una familia texana de los años 50. Uno de sus tres hijos muere a los 19 años y la pérdida altera sobre todo a la madre (Jessica Chastain) quien cuestiona los designios de Dios. En tiempo presente, vemos al hermano mayor (Sean Penn) aún penando al desaparecido, mientras deambula con cara de tristeza entre altos edificios urbanos. De repente, hay un giro temático y, tras un flashback de varios millones de años, se nos muestra el proceso de creación de la Tierra –supervisado por una presencia luminosa que uno supone es Diosito mismo– con todo y un episodio de la vida diaria de los dinosaurios. No les estoy tomando el pelo. Los caminos del Señor –Malick– son misteriosos e insondables.
La siguiente parte –la más duradera– es algo más legible pero menos fascinante. En esencia, presenciamos la estricta educación que el padre militar (Brad Pitt) le imparte a sus tres hijos, provocando en ellos el deseo de rebelarse y portarse mal. Todas esas escenas están filmadas con cámara en mano y lente gran angular, factor que contribuye a cierta monotonía estética. Con el trabajo esmerado del fotógrafo mexicano Emmanuel Lubezki, hay ratos que sugieren las películas caseras mejor filmadas de la historia. Para el acto final, volvemos a la grandeza cósmica del universo, como en un espectáculo de IMAX, y a toda la familia deambulando por una playa feliz, que presuntamente representa al Más Allá.
No he descrito la película completa para arruinarle la sorpresa a algún lector, sino para compartir la interrogante. ¿Qué le sucedió a Terrence Malick? Ya sus realizaciones anteriores contenían esas imágenes poéticas de la naturaleza en medio del caos humano. Pero eran como apartes sobre la realidad metafísica de las cosas. Ahora todo el discurso responde a esa estética, acompañada en la mayoría de los casos por una grandilocuente música sacra que le da al asunto un incómodo aire de religiosidad cristiana, en plan promocional.
La decepción fue una respuesta previsible ante tanta expectativa. Media hora antes de iniciar la proyección, ya casi no quedaban asientos en el Gran Teatro Lumiére y muchos miembros de la prensa se quedaron sin poder entrar. Durante los créditos finales comenzaron a alternarse dos oleadas, la de los silbidos y abucheos, seguida por los aplausos de quienes sustentarán, de seguro, una postura de superioridad intelectual (o espiritual).
Fiel a su costumbre de mantenerse en secreto y no ofrecer entrevistas, Malick no se presentó al festival de Cannes y dejó la conferencia de prensa encargada a los intérpretes Chastain y Pitt y a los productores, quienes muy probablemente no pudieron contestar todas las inquietudes de la prensa amotinada.
Ya a la mitad de su trayecto, la competencia del 64 festival de Cannes no consigue levantar cabeza. Las esperanzas de que el nivel mejore están cifradas ahora en nombres prestigiosos como el español Pedro Almodóvar, el turco Nuri Bilgué Zheylán, el finlandés Aki Kaurismäki, el japonés Takeshi Miike, y el danés Lars Von Trier, entre otros. Si todos ellos van a defraudar de la misma manera, vamos a exigir la devolución de nuestro dinero.
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