10/13/2011

Con un guión que hasta Hollywood puede envidiar



Página 12

El gobierno de Estados Unidos acusó ante la Justicia a dos ciudadanos iraníes –y, por elevación, al gobierno de Irán– de querer contratar a narcos mexicanos a cambio de 1.500.000 dólares con el objetivo de asesinar al embajador de Arabia Saudita en Washington. En verdad, los narcos no eran narcos, sino agentes de la DEA y eso –según la versión norteamericana– permitió descubrir el plan, lo que llevó a la detención de un iraní y a declarar prófugo a otro, que vive en Teherán. El documento oficial de 21 páginas presentado a la Justicia –y al que tuvo acceso Página/12– no menciona a la Argentina, pero según la agencia ABC News, fuentes de la investigación sostuvieron que los supuestos terroristas tenían también planeado atacar las embajadas de Israel y Arabia Saudita en Buenos Aires. Ni Interpol ni la SIDE recibieron información oficial sobre un eventual ataque en territorio argentino. Por las dudas, anoche se reforzó la custodia de ambas delegaciones diplomáticas. El encargado de Negocios de Irán en Buenos Aires, Alí Pakdaman, en diálogo con este diario, rechazó la acusación: “Es un armado rudimentario que no se lo puede creer nadie. ¿Quién va a creer que desde Irán giran dinero a través de un banco a un supuesto intermediario de terrorismo? ¿Quién puede creer que hablen por teléfono, cuando todos saben que cualquier llamada desde Irán a Estados Unidos está intervenida? Y, encima, meten a la Argentina a través de una agencia periodística. Justo cuando faltan unos días para las elecciones. Esto es una difamación y una forma de presionar al gobierno argentino (ver aparte)”.

Dos fiscales de Nueva York, Glen Kopp y Howard Kim, se presentaron ante el juez Michael Dolinger para anunciarle las conclusiones de una investigación realizada por el FBI, la CIA, la DEA y otras agencias norteamericanas. El secretario de Justicia, Eric Holder, fue quien presentó toda la investigación en una conferencia de prensa. La causa judicial se desarrolla en Nueva York porque en el aeropuerto de esa ciudad fue detenido Manssur Arbabsiar, un iraní naturalizado norteamericano, es decir, que tiene pasaporte de Estados Unidos. A Arbabsiar lo acusan de ser el organizador del ataque, aunque recibía instrucciones y dinero de Gholam Shakuri, supuestamente un militar que se mantuvo en Irán durante toda la puesta en marcha del plan. Para la Justicia de Estados Unidos, Shakuri ahora es un prófugo.

A lo largo de las páginas de la acusación, no aparecen ni Buenos Aires ni la Argentina. La única referencia indirecta surge en la transcripción de diálogos entre el iraní Arbabsiar y el supuesto narco, que en verdad es un agente de la DEA. El iraní le dice al mexicano que el plan es matar al embajador saudita en Washington, pero que después podrían hacer negocio con otros ataques: “Contra embajadas que están en Estados Unidos y fuera de Estados Unidos”. La agencia ABC News sostuvo ayer que fuentes no identificadas de la investigación dijeron que la intención era atacar las embajadas saudita e israelí de la capital argentina. Sin embargo, si se analiza toda la acusación y sobre todo el aspecto casi artesanal de la trama, la idea de los atentados en Buenos Aires parece más que lejana.

La denuncia

Lo denunciado por los norteamericanos es lo siguiente:

- Arbabsiar y Shakuri son parte de las Brigadas Revolucionarias y su objetivo era matar al embajador de Arabia Saudita en Washington, Adel Al-Jubeir.

- En el marco de ese plan, Arbabsiar se trasladó desde Texas a México para encontrarse allí con los integrantes de un cartel mexicano de drogas. A ese contacto mexicano lo llaman en el escrito judicial CS-1 y –justito– resultó un informante de la DEA. CS-1 fue acusado de tráfico de drogas en un estado norteamericano, pero a raíz de su colaboración con sucesivas investigaciones se cambió de bando y cobra de la DEA. Esto lo dice el texto en forma explícita.

- Lo que habrían pactado en ese viaje, el 24 de mayo pasado, es el asesinato del embajador saudita. Los mexicanos cobrarían 1.500.000 dólares por el trabajo. No se menciona el cartel, pero por la descripción que se realiza se trataría de los Zetas o del cartel de Sinaloa.

- En el encuentro de México se habría acordado también que el crimen se cometería usando explosivos, en particular un explosivo plástico, el C-4. En la acusación se relata que el mexicano le advirtió al iraní que podría haber más muertos, además del embajador, porque el ataque se concretaría en un restaurante de Washington. Arbabsiar dio el visto bueno “sin importarle la cantidad de víctimas”. En el texto se mencionan palabras que no le traen buenos recuerdos a Estados Unidos: “Se utilizarían armas de destrucción masiva”. Estos términos fueron usados por Washington en su momento para invadir Irak, aunque luego se demostró que tales armas de destrucción masiva no existían.

- Los fiscales enumeran varios viajes y encuentros en México. En el realizado el 14 de julio, CS-1 grabó su diálogo con Arbabsiar. La transcripción no es del todo clara: “Voy a necesitar cuatro tipos. Ya estoy hablando con uno. El acepta el millón y medio”. En la acusación se concluye que un total de cinco personas participarían y que cobrarían el millón y medio de dólares por asesinar al embajador. Es más, el agente de la DEA le dijo a Arbabsiar que uno de los hombres del cartel ya estaba en Washington estudiando al embajador saudita.

- En los diálogos grabados por el hombre de la DEA, Arbabsiar asombrosamente mostró todo su juego. Dijo, por ejemplo, que Shakuri, el que le mandaba el dinero desde Irán, trabajaba para el gobierno, que era un alto militar, que le entregaba la plata para los gastos y otros detalles que no parecen propios del secreto de un plan terrorista. Otro dato curioso es que Arbabsiar le hizo a CS-1 dos giros bancarios por 49.000 dólares, es decir que usaron bancos oficiales para mover el dinero.

- El 20 de septiembre el hombre de la DEA le anunció al iraní que estaba listo para el atentado, pero que requería una garantía. Y dio dos opciones: o entregaba la mitad del millón y medio o él mismo servía de garantía haciéndose presente en México durante la operación del asesinato en Washington. Arbabsiar contestó que viajaría a México y se quedaría allí durante el atentado y pagaría inmediatamente después.

- El 28 de septiembre, Arbabsiar se tomó un avión desde Nueva York a México. En este país no lo dejaron entrar y lo devolvieron al aeropuerto John F. Kennedy. Ahí fue detenido no bien se bajó del avión.

- De inmediato, Arbabsiar confesó. Dijo que efectivamente arregló con CS-1 el asesinato del embajador saudita en Washington, que le mandó por transferencia bancaria los 100.000 dólares de adelanto y que trabajó para Irán en ese plan. Es más, dijo que estuvo en Teherán, donde se encontró con Shakuri y con una tercera persona de la rama Quds de la Guardia Revolucionaria.

- En acuerdo con el FBI, Arbabsiar llamó a Shakuri en lo que los fiscales interpretaron como otra prueba. Arbabsiar le dijo que “el Chevrolet está listo”, lo que significaba, en código, que el atentado contra el embajador estaba preparado. “Este muchacho (por el de la DEA) quiere más plata, 50.000. Pero que termine el trabajo y después le damos el resto. Que lo haga rápido.”

Como se ve, lo denunciado consiste en que un supuesto enviado de Irán les compra un atentado, llave en mano, a supuestos narcos de los Zetas o del cartel de Sinaloa. Sólo habla con uno de esos narcos, que resultó ser un hombre de la DEA. No hay verificación de compra de explosivos ni de la forma en que se iba a realizar la operación. Y está la promesa de que si el atentado en Washington salía bien, le iban a comprar otros atentados. Según ABC News, en Buenos Aires.

El complot rápido y furioso para ocupar Irán

Irán

por: Pepe Escobar/ Rebelión

Nadie ha perdido dinero apostando a la aburrida previsibilidad del gobierno de EEUU justo cuando Ocupad Wall Street aviva las imaginaciones a través de todo el espectro –penetrando las nocivas puertas giratorias entre el gobierno y el capitalismo de casino– Washington nos devuelve a todos a la tierra y anuncia sensacionalmente un complot terrorista de Irán y un cártel mexicano salido directamente de la franquicia de la cinta Rápido y Furioso. La víctima potencial: Adel al-Jubeir, embajador en EEUU de esa adorable Meca contrarrevolucionaria, Arabia Saudí.

El director del FBI, Robert Mueller, insistió en que el complot terrorista organizado por Irán “se lee como las páginas de un guión de Hollywood”. Así es. Y un guión bastante malo. El dúo de Rápido y Furioso, Paul Walker/Vin Diesel no querrían participar aunque les pagaran.

Los buenos muchachos en esta producción de Washington son el FBI y la DEA (Administración de Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas). En boca del Fiscal General [Ministro de Justicia] Eric Holder, descubrieron un “mortífero complot dirigido por facciones del gobierno iraní para asesinar con explosivos a un embajador extranjero en suelo estadounidense”.

Holder agregó que el atentado contra la embajada saudita en Washington también formaba parte del plan. Elucubraciones posteriores lo ampliaron a atentados planificados contra la embajada israelí en Washington, así como contra las embajadas saudí e israelí en Buenos Aires.

El Departamento de Justicia ha pregonado una historia bastante tenebrosa –Operación Coalición Roja (no, no es posible inventar algo semejante)– centrada en un cierto Manssor Arbabsiar, de 56 años, que tiene pasaporte iraní y estadounidense y un “co-conspirador” basado en Irán, Gholam Shakuri, supuesto miembro de la Fuerza Quds del Cuerpo de Guardias Revolucionarios Islámicos (IRGC, por sus siglas en inglés).

Presuntamente Arbabsiar tuvo una serie de encuentros en México con un topo de la DEA que se presentó como peso pesado de un cártel mexicano de la droga. El iraní-estadounidense parece haber sido convencido de que el topo era miembro del cártel mexicano de los Zetas, y supuestamente alardeó de que era “dirigido por importantes miembros del gobierno iraní”, incluido un primo “miembro del ejército iraní pero que no usa uniforme”.

Para completar el asunto, dijo al topo de la DEA que sus compinches en el gobierno iraní podrían contribuir con “toneladas de opio” al cártel mexicano (tal vez una conexión afgana). Luego discutieron una “serie de misiones violentas”, completas con el alarde de Arbabsiar sobre un atentado con bomba contra un restaurante repleto en Washington utilizado por el embajador saudí.

Holder caracterizó todo el asunto como un plan de “asesinato por encargo” por 1,5 millones de dólares. Arbabsiar fue arrestado hace solo algunos días, el 29 de septiembre, en el aeropuerto Kennedy en Nueva York. Supuestamente confesó, según el Departamento de Justicia. Por su parte Shakuri sigue en libertad.

Holder insistió: “Estados Unidos está comprometido a responsabilizar a Irán por estas acciones”. Pero no llegó a afirmar que el complot fue aprobado por los máximos niveles del gobierno iraní. ¿Y ahora qué? ¿Guerra? Domínate. Washington debería consultar primero a los chinos sobre si están dispuestos a pagar la cuenta (la respuesta será que no).

Predeciblemente, el proverbial torrente de “funcionarios estadounidenses” salió con una tormenta de fuego, dando su propio giro a todo lo que veían. Un Pentágono alarmado aumentará su vigilancia de la Fuerza Quds y las “acciones de Irán” en Irak, Afganistán y el Golfo Pérsico. Ex embajadores de EE.UU. declararon que “es un ataque contra EE.UU. si se ataca a este embajador”. Washington está a punto de imponer más sanciones a Irán; y Washington llevará urgentemente el asunto al Consejo de Seguridad de la ONU.

¿Qué nos espera? ¿Una resolución de R2P (“responsabilidad de proteger”) que ordene a la OTAN que proteja a todo acólito de la Casa de Saud a través del mundo bombardeando Irán hasta un cambio de régimen?

Ali Akbar Javanfekr, portavoz del presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, por lo menos introdujo un poco de sentido común. “Pienso que el gobierno de Estados Unidos está ocupado en fabricar un nuevo escenario y la historia ha mostrado que tanto el gobierno de EE.UU. como la CIA tienen mucha experiencia en la fabricación de escenarios semejantes… Pienso que su objetivo es llegar al público estadounidense. Quieren apartar la mente del público de los serios problemas interiores que enfrenta actualmente y atemorizarlo con problemas fabricados fuera del país.” Irán ni siquiera ha establecido todavía si esos dos personajes son realmente ciudadanos iraníes.

El gobierno iraní –que se enorgullece de una actitud lógica ante la diplomacia– tendría que haber sido inoculado con un virus al estilo de demencia Stuxnet para conducirse de una manera tan contraproducente, al atacar a un consejero de política exterior de alto perfil del rey Abdullah en suelo estadounidense. La agencia noticiosa oficial iraní IRNA describió el complot como el “nuevo escenario propagandístico de EEUU” contra Irán.

En cuanto al mantra de Washington de que “Irán se ha estado insinuando en muchas de las luchas en Medio Oriente”, es propaganda saudí sin diluir. De hecho, es la Casa de Saud la que ha estado realizando la feroz contrarrevolución que ha aplastado toda posibilidad de una Primavera Árabe en el Golfo Pérsico, desde la invasión y represión en Bahréin a la rápida prevención de protestas dentro de las provincias orientales de Arabia Saudí dominadas por chiíes.

Todo el asunto huele a un pretexto debilucho para un casus belli. La oportunidad del anuncio no podría ser más sospechosa. El consejero nacional de seguridad de la Casa Blanca, Thomas E. Donilon, informó al rey Abdullah hace ya dos semanas, en una reunión de tres horas en Riad. Mientras tanto el gobierno estadounidense no ha estado planeando complots, sino realizando asesinatos selectivos de ciudadanos de EE.UU., como en el caso de Anwar al-Awlaki.

¿Por qué ahora? Holder está atrapado en un escándalo más –sobre si mintió respecto a la Operación Rápido y Furioso (no, no se puede inventar algo semejante)-, una operación federal encubierta mediante la cual numerosas armas estadounidenses terminaron en manos de –aquí los tenemos de nuevo– cárteles mexicanos de la droga.

Por lo tanto, ¿cómo enterrar Rápido y Furioso, el abismo económico, los 10 años de guerra en Afganistán, el creciente atractivo de Ocupad Wall Street, para no hablar del papel saudí en el aplastamiento del espíritu de la Primavera Árabe? Descubriendo un lindo complot al estilo al Qaida en suelo estadounidense, y para colmo, dirigido por el “malvado” Irán. Al Qaida y Teherán encabezan el reparto; ni siquiera Cheney y Rumsfeld en su apogeo podían presentar algo semejante. ¡Viva la GWOT (guerra global contra el terror)! ¡Y viva el espíritu neoconservador! Recordad, los hombres de verdad van a Teherán, y el camino comienza ahora.

Pepe Escobar es corresponsal itinerante de Asia Times. Su último libro es Obama Does Globalistan (Nimble Books, 2009).

La conjura contra las embajadas israelí y saudita en Washington es poco verosímil

Eric Holder, fiscal general estadounidense

Editorial de La Jornada de México

EEUU: El juego de las conjuras

El fiscal general de Estados Unidos, Eric Holder, informó ayer que la FBI y la DEA lograron frustrar un importante acto terrorista en Estados Unidos, urdido por facciones del gobierno iraní, que incluía el asesinato del embajador de Arabia Saudita en Washington, Adel Al-Jubeir, y ataques con bomba contra las embajadas de ese país y de Israel. De acuerdo con la acusación presentada por el gobierno estadunidense, uno de los detenidos, el ciudadano iraní Manssor Arbabsiar, sostuvo varias reuniones en México con un agente infiltrado de la DEA que se hizo pasar por integrante de algún cártel del narcotráfico y a quien pagaría por llevar a cabo el atentado.

Más tarde, el subsecretario de Relaciones Exteriores para América del Norte, Julián Ventura, informó que el pasado 28 de septiembre personal del Instituto Nacional de Migración impidió el ingreso al país a Manssor Arbabsiar -sobre quien pesaba una orden de arresto girada por una corte de Estados Unidos-, emitió una alerta internacional y lo hizo regresar a territorio estadunidense, donde fue finalmente detenido.

Es pertinente recordar que uno de los rasgos característicos de la proyección internacional de Estados Unidos, particularmente en lo que se refiere a seguridad nacional, ha sido la difusión -con ayuda de los círculos de pensamiento cercanos al poder y de los principales medios de comunicación de ese país- de presuntos vínculos entre enemigos reales o imaginarios de Washington, independientemente de si tales nexos se corresponden con la realidad. El ejemplo más célebre de esa tendencia es la invención del llamado eje del mal por George W. Bush, que incorporaba a los gobiernos de Corea del Norte, Iraq e Irán, los cuales eran presentados por el político texano como regímenes aliados entre sí -lo que no podía ser más falso-, además de cómplices del terrorismo internacional.

En el caso concreto de nuestro país, desde hace tiempo el gobierno de Washington ha venido jugando con la idea de alianzas entre las organizaciones delictivas que operan en el territorio y grupos terroristas internacionales: baste citar, como botones de muestra, las declaraciones de la secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano, quien en febrero pasado sostuvo que la administración de Obama “ha estado pensando qué pasaría si Al Qaeda se uniera con losZetas“; los dichos formulados un mes después por el director de Inteligencia estadunidense, James Clapper, quien aseguró que la narcoviolencia en la frontera con México supone una potencial amenaza terrorista para Estados Unidos y, más recientemente, las expresiones del senador republicano de Texas Michael McCaul, quien sostuvo que los niveles de violencia extrema al sur de la frontera se ajustan totalmente a la noción de terrorismo.

Estas afirmaciones, a su vez, han de ser contrastadas con lo asentado por el embajador Carlos Pascual en un cable diplomático fechado en febrero de 2010, filtrado por Wikileaks y difundido por este diario: Ninguna organización terrorista internacional conocida tiene presencia operativa en México ni han tenido lugar incidentes terroristas dirigidos contra personal o intereses estadunidenses en territorio mexicano u originados en él.

La supuesta conjura contra las embajadas israelí y saudiárabe en Washington es poco verosímil por sí misma, pero resulta preocupante que las propias instancias del gobierno vecino se empeñen en involucrar a México en ella, así sea mediante falsos narcotraficantes.

No debe olvidarse que, aunque lo dicho ayer por Holder carezca de elementos de sustento en la realidad, el telón de fondo ineludible de ese presunto atentado frustrado es el creciente protagonismo de Estados Unidos en la guerra contra el narcotráfico emprendida por el gobierno calderonista y la correspondiente abdicación de este último a potestades y responsabilidades soberanas en materia de inteligencia y seguridad. Así pues, no puede descartarse que el propósito real de esta revelación sea potenciar el injerencismo estadunidense en el proceso de violencia que se desarrolla en México y dar sustento a las cada vez más desembozadas propuestas de intervención militar por parte de diversos políticos y funcionarios estadounidenses.


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