El confiado anuncio de este extraño complot por el procurador general estadunidense, Eric Holder, tiene alarmante similitud con la tristemente célebre aseveración del ex secretario de Estado Colin Powell ante Naciones Unidas, en 2003, de que Estados Unidos poseía pruebas irrefutables de que Saddam Hussein desarrollaba armas de destrucción masiva.
El problema es que el gobierno estadunidense se ha comprometido en público con una versión de los acontecimientos, por improbable que sea, y que, de ser cierta, daría fundamento a una guerra contra Irán. Será difícil que Washington retroceda en sus acusaciones.
¿Podrían ser ciertas? La conjura descrita en el tribunal fue pueril, fácil de descubrir y con muy pocas probabilidades de éxito. Un informante de la agencia antidrogas (DEA) en Corpus Christi, Texas, con supuestos vínculos con los zetas mexicanos, afirmó haber sido contactado por un amigo iraní de su tía, llamado Manssor Arbabsiar, para contratar zetas y encargarles ataques. Se descubrió un supuesto vínculo con la fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria Iraní (GRI). Nada de esto tiene sentido. La GRI es famosa por asegurarse de que nunca se pueda rastrear hasta Irán la responsabilidad por sus actos. Por lo regular opera a través de testaferros. Y sin embargo, de pronto envía 100 mil dólares desde una cuenta propia conocida para contratar asesinos en México.
Los beneficiarios de tal maquinación son evidentes. Serán los neoconservadores derechistas y los partidarios extremistas de Israel, que desde hace mucho presionan por una guerra contra Irán. En Medio Oriente, Arabia Saudita y Bahrein han estado vociferando que Irán orquesta las protestas chiítas pro democracia, pero no han encontrado muchos que les crean en el mundo. Ahora sus señalamientos se tomarán más en serio en Washington. Habrá menos presiones sobre países como Bahrein para que satisfagan las demandas de sus poblaciones chiítas.
En Irak, Estados Unidos y Gran Bretaña han visto siempre la mano oculta de Irán en apoyo a sus opositores, pero jamás han podido probarlo. También es cierto, hasta un punto nunca apreciado en Estados Unidos, que Washington y Teherán estuvieron juntos en lo referente a deshacerse de Saddam Hussein e instalar un gobierno chiíta. Tuvieron puntos en común y lucharon entre sí por ganar influencia. Lo mismo ha ocurrido en Afganistán, donde Irán estuvo muy complacido de ver al talibán antichiíta arrojado del poder en 2001.
Algunos especialistas sugieren que podría haber una facción rufiana
dentro de la Guardia Revolucionaria, pero no hay evidencia de que exista o de que tuviera un motivo convincente para asociarse con capos mexicanos.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
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