Alejandro Encinas Rodríguez
El mejor instrumento para analizar el perfil de un gobierno es el ejercicio de su gasto. El presupuesto permite identificar con claridad las prioridades, el uso y destino de los recursos, así como las fortalezas y debilidades de cada gestión.
Lo mismo pasa con las candidaturas que postulan los partidos con las listas de representación proporcional, las cuales permiten identificar el nivel de desarrollo partidario, sus vínculos con la sociedad y el relevo generacional, así como las orientaciones generales del discurso y prioridades de cada partido.
Los diputados plurinominales son resultado de un abrupto proceso de reformas ganadas a pulso por la oposición, iniciado en 1977, que dejó atrás la figura de “diputado de partido”, única forma de representación que permitía a partidos de oposición con registro —la mayoría cobijados por el propio gobierno— tener presencia en la Cámara de Diputados.
El registro de nuevos partidos y el reconocimiento legal de la izquierda inyectaron pluralidad al Congreso, incrementó los niveles de competencia electoral y permitió a la oposición ocupar posiciones de representación proporcional, hasta alcanzar la alternancia en gobiernos locales y a nivel nacional.
La representación proporcional terminó con la desmedida sobrerrepresentación del PRI y garantizó a los partidos la presencia de sus principales cuadros en el Congreso, así como la postulación de líderes sociales, intelectuales y ciudadanos sin partido, elevando el nivel del debate y la calidad del trabajo legislativo. Lo que lamentablemente se ha venido perdiendo, como un signo indubitable de la crisis del sistema de partidos y del agotamiento de los mecanismos legales que aún permiten a éstos detentar el monopolio de la representación popular y a la partidocracia la manipulación de los aparatos partidarios.
Reflejo de la crisis son los personajes enlistados por los grandes partidos nacionales:
El PRI: el rostro viejo de un partido viejo. El nuevo PRI se representa cabalmente en los rostros de Emilio Gamboa y Manlio Fabio Beltrones encabezando las listas, o en la escudería charra encabezada por Romero Deschamps y el Pemexgate, Joel Ayala de la FSTSE o la renovación que encarna el ex gobernador tamaulipeco Manuel Cavazos.
El PAN: protección y encubrimiento. Tras un proceso electoral, impugnado ante tribunales y que Luis H. Álvarez calificó de degradante, el PAN optó por el ajuste de cuentas, el cobijo a socios y familiares de Felipe Calderón y de quienes están cuestionados por el mal manejo de recursos o en la gestión de gobierno, como Fernando Larrazábal, alcalde implicado en la tragedia del Casino Royale.
El PRD: todas las canicas a las tribus. Contra su tradición democrática, el PRD renunció a procedimientos democráticos en la selección de sus candidatos violando las reglas que permitieron definir sus candidatos a la presidencia y a la jefatura de gobierno. Tras conocerse los resultados desfavorables en las encuestas a los jefes de las tribus, la negociación excluyó a los aspirantes y a los candidatos propuestos por López Obrador, abandonando además la apertura de candidaturas a ciudadanos sin partido. Hoy no hay ningún candidato externo, ningún intelectual, dirigente sindical, agrario o del movimiento LGBT prevaleciendo las lealtades a las corrientes, como premio al empleado del mes en una franquicia. Lo mismo se postula a candidatos que se exhiben portando armas y choferes de dirigentes que a personajes desprestigiados, como Amador Jara, fiel aliado de Ulises Ruiz en Oaxaca.
Allende el descontento en las filas partidarias, estas nominaciones dan cuenta del estado de los partidos que tenemos en el país.
Diputado federal por el PRD
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