Escrito por Daniel de la Garza
Hace 14 años, se estrenó una película que resultaría profética. Fue antes de los reality show Big Brother, Survivor y musicales como La Academia.
Dirigida por Peter Weir y protagonizada
por Jim Carrey, el filme de 1998 narra la historia de Truman Burbank,
quien sin saberlo, protagoniza un programa de televisión que se
transmite de forma ininterrumpida durante las 24 Horas.
A pesar de que Truman vive en un
ambiente controlado, sus reacciones son auténticas. Sus amigos y familia
son actores profesionales. La ciudad en la que habita, Seahaven, es el set más
grande del mundo. Todo a su alrededor conspira para buscar su
estabilidad y felicidad, pero sobre todo para no levantar suspicacias de
la farsa.
Para mantenerlo en su zona de confort,
los creativos del show manipulan sus miedos. Truman teme entrar al agua
después de la traumática experiencia en la que perdió a su padre en un
viaje a bordo de un barco. Desde luego, dicho suceso fue parte del
guión, pero con ello se busca inhibir cualquier ambición de salir de su
espacio, cuya frontera está delimitada precisamente por un océano que no
conduce a ningún lado.
El show debe continuar, a pesar de las
pifias y las fallas técnicas que se presentan y que de vez en cuando
hacen que el protagonista se cuestione sobre las inconsistencias del
mundo en el que habita. El personaje principal no está consciente que
por encima de sus aspiraciones se encuentra una considerable inversión
que se ha hecho en él y ante todo es lo que se debe preservar.
En una vida rutinaria, Truman adopta sin
entender a plenitud todas las convenciones del mundo que ha sido creado
para él. Cuando llega a cuestionar aquellas reglas sociales, los
actores que fungen como gente cercana le infunden temores sobre perder
su estabilidad laboral y sus medios de sobrevivencia. En la búsqueda del
rating todo se vale.
Truman se da cuenta paulatinamente que
controla su espacio, cuando empieza a observar un patrón en las pifias
de la producción del programa. Se da cuenta que nada es cómo parece,
sobre todo cuando el actor que interpretaba a su padre irrumpe en el
set. En medio de la confusión recurre a quienes considera sus amigos.
Sus confidentes tienen respuestas a todas sus inquietudes: Se imagina cosas y no encontrará una alternativa mejor que Seahaven.
Cuando la curiosidad de Truman se vuelve
incontenible, los creativos del programa vuelven a manipular su
realidad: Aquellas visiones de un mundo que parece ser ficticio, se
derivan de la aparición de su padre quien en realidad no había muerto.
Mediante la cooptación del frustrado actor que casi les arruina el
espectáculo, quienes dirigen el programa escenifican un telenovelesco reencuentro entre padre e hijo.
El personaje de Truman es como aquellas
personas que sólo han tenido acceso a una parte de la verdad pero que en
su fuero interno saben que existen otras variables de la misma que no
conocen y se encuentran dispuestos a llegar hasta las últimas
consecuencias.
En la parte final de la película, cuando
Truman se percata de la falsedad de su mundo, se enfrenta a una difícil
elección. Puede volver a una vida ideal que sabe que es falsa, o puede
encaminarse hacia un futuro incierto, pero real. Truman decide no ser
parte del engaño.
El análisis de esta excelente película
se vuelve especialmente relevante cuando la realidad supera a la
ficción, y el reciente escándalo ocasionado por la confirmación por parte del diario The Guardian de lo que el semanario Proceso ha revelado desde hace años, da cuenta de ello.
Durante años, Peña Nieto fue noticia de forma consistente, sin importar el pretexto, en la principal Televisora del país. Contrario a lo que externan los comunicadores de esa empresa,
la cobertura tuvo siempre un sesgo favorable hacia su persona y su
administración como gobernador del Estado de México. Millones de
ciudadanos compraron la percepción de un político joven, experimentado,
lejano a la confrontación. Los aspectos más favorables de su vida
privada fueron parte de una telenovela que buscaba sembrar simpatías en
el electorado.
Todo aquello es de dominio público para
una parte de la población, pero no para aquellos que se informan
principalmente a través de la televisión. Muchos ciudadanos de buena fe
no tenían razones para sospechar que la creación virtual de un candidato
tenía su origen en un convenio con la televisora que fue financiado por
recursos públicos, similar a la actitud que tenía Truman con respecto a
su entorno.
En los últimos meses, el mito que fue
construido a lo largo de años, ha demostrado sus carencias y
contradicciones. Similares a las fallas técnicas del set gigante
donde habitaba Truman. Muchos de aquellos quienes habían definido su
preferencia por el candidato del consorcio televisivo comenzaron a dudar
sobre su autenticidad, como lo han registrado prácticamente todas las
encuestas.
Revelación tras revelación, se confirma
con documentos e investigación periodística lo que ha sido la mayor
irregularidad de la elección del 2012: una candidatura surgida no del
liderazgo de un político sobresaliente, sino de un medio masivo de
comunicación que ha diseñado una estrategia que hasta hace pocas
semanas, parecía imbatible.
Muchos ciudadanos se verán en un dilema
similar al protagonista del filme de Peter Weir: ante el derrumbe de una
maniobra que contó con alevosía y ventaja para su ejecución, tomarán la
decisión de seguir adelante o no con la impostura mediática, que es
contraria a la democracia y al derecho de acceso a la información.
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