Alberto Aziz Nassif
Como
en las obras de teatro el segundo debate marcó la llamada, ya empezó la
fase final de la campaña y estamos a sólo 18 días de la elección. Hay
dos situaciones que rodearon a este debate, un cambio de contexto entre
el 6 de mayo y el 10 de junio y una gran expectativa de que este
encuentro sería determinante para el resultado. Independientemente de
que no sabemos los resultados del 1° de julio, si podemos ver que el
contexto de exigencia ha salido a las calles y forma un amplio
movimiento social, #Yosoy132 que exige respuestas sobre la concentración
mediática. Por otra parte, si se esperaba que el debate fuera un
momento para definir o modificar tendencias e intenciones del voto,
considero que eso no sucedió.
El
cambio de contexto y los múltiples cuestionamientos sobre la rigidez
del formato para debatir hicieron que se modificaran las reglas del
segundo encuentro entre candidatos presidenciales. Indudablemente
todavía se puede mejorar mucho el mecanismo para no caer en esos largos
tiempos que se aprovecharon para repetir los spots; se necesita terminar
con esa vocación por el monólogo de nuestros políticos. Algo se avanzó.
A diferencia del 6 de mayo ahora no hubo sorpresas, simplemente se fue
develando la estrategia argumental de cada candidato y se comprobaron
escenarios calculados.
La
baja en las encuestas obligó a Josefina a armar un ataque y mostrar
argumentos convincentes de que ella era la mejor opción. Logró dar
golpes a los dos candidatos que la superan en las intenciones del voto,
pero creo que no pudo convencer a los que la han abandonado o
simplemente no la ven como una opción atractiva. Siguió aferrada en ser
la continuadora de Calderón y vender un futuro que ya se conoce y no
entiende que por eso se quiere modificar. Su oferta es más de lo mismo
en las políticas públicas. Es factible que el desempeño de una Josefina
en posición de ataque no la saque del tercer lugar en la competencia.
Junto a ella estuvo Quadri, quién ya no tuvo la sorpresa del primer
debate y pronto se desinfló como globo pinchado; quiso jugar el ambiguo
rol de moderar y marcar las preguntas, pero estuvo sobreactuado y
arrogante. Eso de presentarse como un ciudadano frente a los políticos
sólo le dejó un enorme ridículo que fue completado con la sentencia de
Josefina: un voto por él, es un voto por Gordillo y su familia. Es
factible que el Panal haya regresado al dilema de si va o no a conservar
el registro.
En
otro espacio del debate estuvieron López Obrador y Peña Nieto. Una
posibilidad era tener una estrategia de mucha confrontación como sucedió
el 6 de mayo, porque además hoy había material nuevo como la
cena-charola o el reportaje de The Guardian, pero resultó lo que menos
se esperaba: no hubo confrontación, ni ataques entre ellos. Lo que sí
hubo fue un desempeño diferente de cada uno. Peña Nieto desarrolló su
plan con una larga lista de ofertas y reformas; no se alteró en ningún
momento, dejó de ser el blanco de confrontación, salvo en algunos
momentos con la panista, a la que respondió sin perder el estilo. Pero,
al final de cuentas, ganó al no despeinarse y pasar sin pena ni gloria.
Se dice que fue a cuidar su ventaja de puntero y lo consiguió.
Por
su parte, AMLO fue con una estrategia para ganar a los votantes que no
están con él. Sin engaños ni trucos presentó sus cartas para
contrarrestar la avalancha de guerra sucia. Logró salirse del lugar en
el que había empezado a acomodarse frente a los ataques. La
descalificación del IFE y el anuncio de otro fraude le costaron mucho en
los días previos. Los ataques de la panista estuvieron fuera de foco y
con un acento exagerado, así que con una broma y algunos datos
biográficos los pudo esquivar fácilmente. AMLO fue propositivo, pero no
fue un innovador. Recurrió a su experiencia y a presentarse como un
gobernante incluyente y no sectario; dio garantías de una buena relación
con Estados Unidos, para despejar el fantasma de Chávez y, además,
presentó a su gabinete. Con todas las cartas abiertas fue el que más
cambió entre mayo y junio.
Los
grandes ausentes del debate fueron los más de 60 mil muertos de este
sexenio y Felipe Calderón, que no resistió la tentación y se subió al
debate a través de un texto de su twitter, pudo más su posición
anti-AMLO que su investidura. Ausentes también estuvieron los monopolios
mediáticos y la captura del Estado por el narcotráfico. Sin embargo,
los estudiantes en las calles se han encargado de poner estos temas en
la mesa. Así terminó el segundo debate. Segunda llamada…
@AzizNassif
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