Los
inquilinos de un edificio en Montes Urales, en Polanco, ya tienen mil
500 millones de pesos para su transición a la burocracia peñista
Los
inquilinos de un edificio en Montes Urales, en Polanco, ya tienen mil
500 millones de pesos para su transición a la burocracia peñista. Más
de medio centenar (sin contar secretarias, choferes, guardaespaldas,
ayudantes, etc.) nombrado por Peña, andan “locos de contento”. Entre
ellos está una corrupta y traidora. Un borrachín; una mayoría
montielistas y peñistas; una cuña de la “profesora”; otra de Salinas y
otra de los Moreira, un representante de la “lavadora” HSBC; el
vicepresidente electo; un enviado de Bimbo y otro de los Del Mazo; un
heredero de Carpizo. Un espía del ex desgobernador Robinson-Bours; un
medio hermano del presidente del PRI (éste quiere la secretaría de
Gobernación). Y como en la célebre serpiente que se muerde la cola,
para formar un círculo: “no están todos los que son ni son todos los
que están”.
Faltan los nombramientos de Alejandro Luna Ramos (una de sus hermanas es ministra de la Suprema Corte y otra es magistrada), como pago puntual a sus genuflexiones (y no es japonés como para suponer que por eso doblaba la espalda y casi se ponía de rodillas), al entregarle la constancia de mayoría a Peña. La magistrada Alanís espera que la nombre ministra de la Corte. Y el resto de esos magistrados saben que serán llamados al reparto del pastel. El nombramiento del presidente del IFE: Leonardo Valdés Zurita y de los siete Consejeros que aceptaron la complicidad y se pusieron de tapete para que caminara sobre ellos Peña. Y el de Fox (uno de sus hijastros es diputado federal… ¡felicidades, señora Sahagún!), por su conversión al priismo-peñista. Le vendría bien otro rancho, para instalar un museo para su cónyuge. O, de plano, mandarlo “más lejos del más allá”, para ver si se le quita lo hocicón.
Carlos Salinas desde su búnker de Tlalpan es el poder tras el trono. Y en cuanto termine su sexenio (si lo termina), tiene reservada la secretaría general de la ONU para Peña; quien antes se embelesó con la vida de Álvaro Obregón, y ahora quiere parecerse a López Mateos. A su tío Arturo Montiel lo quiere en Pemex. Liébano Sáenz como jefe de asesores en Los Pinos para que siga coordinando las encuestas. Azcárraga y Salinas Pliego con su “telebandada” de diputados y senadores, como gurús en mercadotecnia, reportándole cómo va su popularidad. Y Aguilar Camín será su guía, que organizará “lluvia de ideas” para irle cultivando.
El presidente electo por el IFE, el TRIFE, Soriana, Monex, Scotiabank y no más de 10 o 12 millones de electores, dice que son transitorios, para entenderse con los calderonistas de salida. Los ocho del IFE y los siete del tribunal electoral llevan mano en los próximos nombramientos al lado del alter ego de Peña… su próximo Joseph Córdoba, a través del cual Carlos Salinas manejará los hilos del neosalinismo: el señor Videgaray. Leonardo Valdés, el presidente del IFE, que firma “sesudos” artículos en El Universal (el comercial es gratuito), y Luna Ramos, presidente del TRIFE, el tribunal de la nueva inquisición electorera, serán llevados por Peña. Uno a la dependencia anticorrupción por crearse. Y el otro en la de transparencia.
Faltan los nombramientos de Alejandro Luna Ramos (una de sus hermanas es ministra de la Suprema Corte y otra es magistrada), como pago puntual a sus genuflexiones (y no es japonés como para suponer que por eso doblaba la espalda y casi se ponía de rodillas), al entregarle la constancia de mayoría a Peña. La magistrada Alanís espera que la nombre ministra de la Corte. Y el resto de esos magistrados saben que serán llamados al reparto del pastel. El nombramiento del presidente del IFE: Leonardo Valdés Zurita y de los siete Consejeros que aceptaron la complicidad y se pusieron de tapete para que caminara sobre ellos Peña. Y el de Fox (uno de sus hijastros es diputado federal… ¡felicidades, señora Sahagún!), por su conversión al priismo-peñista. Le vendría bien otro rancho, para instalar un museo para su cónyuge. O, de plano, mandarlo “más lejos del más allá”, para ver si se le quita lo hocicón.
Carlos Salinas desde su búnker de Tlalpan es el poder tras el trono. Y en cuanto termine su sexenio (si lo termina), tiene reservada la secretaría general de la ONU para Peña; quien antes se embelesó con la vida de Álvaro Obregón, y ahora quiere parecerse a López Mateos. A su tío Arturo Montiel lo quiere en Pemex. Liébano Sáenz como jefe de asesores en Los Pinos para que siga coordinando las encuestas. Azcárraga y Salinas Pliego con su “telebandada” de diputados y senadores, como gurús en mercadotecnia, reportándole cómo va su popularidad. Y Aguilar Camín será su guía, que organizará “lluvia de ideas” para irle cultivando.
El presidente electo por el IFE, el TRIFE, Soriana, Monex, Scotiabank y no más de 10 o 12 millones de electores, dice que son transitorios, para entenderse con los calderonistas de salida. Los ocho del IFE y los siete del tribunal electoral llevan mano en los próximos nombramientos al lado del alter ego de Peña… su próximo Joseph Córdoba, a través del cual Carlos Salinas manejará los hilos del neosalinismo: el señor Videgaray. Leonardo Valdés, el presidente del IFE, que firma “sesudos” artículos en El Universal (el comercial es gratuito), y Luna Ramos, presidente del TRIFE, el tribunal de la nueva inquisición electorera, serán llevados por Peña. Uno a la dependencia anticorrupción por crearse. Y el otro en la de transparencia.
Álvaro Cepeda Neri - Opinión EMET
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