Por la Redacción
México, DF, 26 sep 12 (CIMAC).-
Seis de cada 10 adolescentes que han tenido relaciones sexuales en
México no utilizaron anticonceptivos durante la primera vez, lo que
agrava el problema de embarazos tempranos, que según especialistas no
ha sido atendido de manera eficaz por el Estado mexicano al faltar
educación sexual, servicios especializados y métodos anticonceptivos
para las y los jóvenes.
Aunque la mayoría de las mexicanas de
entre 15 y 19 años dice tener conocimientos sobre anticonceptivos,
menos de la mitad de quienes están casadas o unidas los utilizan, y
entre las solteras el porcentaje de uso es de sólo 4.5 por ciento,
según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
En
la conmemoración del 26 de septiembre “Día de la prevención del
embarazo adolescente” es preciso recordar que las gestaciones
prematuras son resultado de la pobreza, falta de oportunidades y de
acceso a métodos de control natal, señala el libro “El ‘problema’ del
embarazo en la adolescencia”, del investigador Claudio Stern.
El académico señala que para disminuir el embarazo en este grupo de edad es necesario implementar una política pública integral.
Diversas
organizaciones civiles en México han denunciado de manera permanente
que a pesar de la importancia que para este grupo de población tienen
todos los temas relacionados con la salud sexual y reproductiva, la
información y la atención que se les proporciona a las y los
adolescentes son insuficientes.
A lo anterior se suma la falta
de acceso a métodos anticonceptivos y servicios de salud “amigables”.
De acuerdo con monitoreos de la Red por los Derechos Sexuales y
Reproductivos en México (Ddeser), sólo existen de uno a dos servicios
de salud con personal capacitado y sensibilizado y con un espacio
destinado para atender a las y los jóvenes, en cada entidad federativa.
En
las últimas décadas la tasa de fecundidad a nivel nacional de las
adolescentes lejos de disminuir se ha incrementado. A inicios de los
90, 12.1 por ciento de las mujeres de 15 a 19 años había tenido al
menos una hija o hijo, y para 2009 la cifra alcanzó el 15.5 por ciento.
El embarazo en la adolescencia es considerado un problema desde
diferentes ópticas, ya que implica mayor riesgo de mortalidad materna,
menores oportunidades de educación y, en ocasiones, el abandono total
de los estudios, así como el fortalecimiento del círculo de la pobreza
y un mayor riesgo de mortalidad infantil.
El programa de
Acción de la Conferencia Internacional sobre Población y el Desarrollo
(El Cairo 1994) afirma que las madres adolescentes enfrentan un riesgo
mayor de perder la vida debido al embarazo y el parto, y sus hijas e
hijos tienen niveles más altos de morbilidad y mortalidad.
Los
efectos sociales en las jóvenes madres son importantes, sobre todo si
se considera que la mayoría de los embarazos adolescentes se gestan en
jóvenes en situación de pobreza y de escasa escolaridad, quienes tienen
que asumir la responsabilidad de la crianza de la hija o e hijo. Muchas
de ellas se convierten en jefas de un hogar con bajos ingresos.
Para
aquéllas que desean poner término al embarazo, las posibilidades de
hacerlo son frenadas por las leyes que penalizan el aborto, el temor de
una intervención insegura, el sentimiento de culpabilidad, y el alto
costo de la cirugía, entre otros factores.
La Organización
Mundial de la Salud (OMS) considera como embarazo adolescente o
temprano aquél que ocurre entre los 15 y 19 años de edad.
Los
embarazos prematuros podrían disminuir, apuntan defensoras de los
derechos sexuales y reproductivos, si hubiera educación sexual,
servicios de eficaces de salud, y oportunidades vitales para las y los
adolescentes.
El 26 de septiembre de 2003 se instauró en
Uruguay el “Día de la prevención del embarazo adolescente”, a
iniciativa de instituciones públicas y privadas preocupadas por la
educación y el fomento del ejercicio de la sexualidad responsable en
las y los jóvenes.
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