En
cambio, México ha ido caminando en reversa desde hace tres décadas, en
condiciones cada vez más adversas para las clases mayoritarias.
Por
primera vez, mercancías mexicanas desplazaron a las chinas en el
mercado estadounidense. Esta que podría ser una buena noticia, no lo es
porque refleja una realidad muy lamentable para México: es resultado de
los bajos salarios que perciben los trabajadores mexicanos, menores ya
que los de China. Según datos de la Organización Internacional del
Trabajo (OIT), hace una década el salario promedio en el sector
manufacturero mexicano era 237.9 por ciento más elevado que en el país
asiático; hoy la diferencia sólo es de 7.3 por ciento.
Obviamente, de ser aprobada la reforma laboral, la brecha será al revés: los salarios en México serán muy inferiores a los chinos, sin que ello redunde en beneficios a nuestro país, pues el auge de las exportaciones derivado de tal situación vendría a mejorar la competitividad, pero de las empresas matrices de las maquiladoras establecidas en México. El mercado interno se vería más presionado a la baja, al revés de lo que sucede en el país asiático, cuya fortaleza se ubica precisamente en su mercado interno. Así, todos y cada uno de los argumentos para justificar la reforma fascista, se caen al no tener asidero en la realidad.
Tal parece que los pocos beneficiarios de una reforma laboral antidemocrática, no tienen idea de las terribles consecuencias que tendrá para el país la aprobación de la misma; o si la tienen, minimizan los dramáticos efectos de su entrada en vigor. De ahí que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) considere fundamental que se debata más ampliamente antes de que los diputados del PRI y del PAN procedan a votarla. La precarización del trabajo, en las actuales condiciones del país, será un gravísimo problema no sólo para millones de familias que apenas sobreviven con no más de tres salarios mínimos, sino para la nación en general al reducirse aún más el mercado interno, situación que afectará a las pequeñas y medianas empresas que han logrado subsistir en un entorno muy desfavorable.
Los dramáticos efectos se habrían de sentir muy pronto, al cerrarse cada vez más la posibilidad de mejorar la calidad de vida de millones de mexicanos, sin que la nación reciba un solo beneficio. Investigadores y analistas, como José Luis Calva, del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, coinciden en que la precarización brutal de mano de obra no necesariamente redundaría en más empleos, sino en mayores problemas sociales de todo tipo.
El presidente del Consejo de Administración de Telmex, Carlos Slim Domit, durante el acto anual “México Siglo XXI”, afirmó que “México cuenta con mucha fortaleza macroeconómica que debe traducirse en cada vez más desarrollo interno, generación de empleos y mayor bienestar para toda la población”. Tal escenario progresista, no se vería concretado de aprobarse la reforma laboral. Muy pronto la “fortaleza macroeconómica” se iría acabando, por efecto de la reducción aún más acelerada del mercado interno, y por la necesidad de que el Banco de México tomara medidas orientadas a evitar una caída drástica del peso.
Sería muy lamentable que la próxima administración federal se iniciara en un marco de fuerte inestabilidad social y política, por el absurdo afán de poner en vigor políticas públicas contrarias al imperativo de corregir las acciones que han propiciado fenómenos adversos, como la expansión de la economía informal; la persistencia de la monstruosa carga fiscal a Pemex, en detrimento de su capacidad productiva; el aumento de 15 millones de pobres en el país, con toda la secuela de males sociales que estamos padeciendo, particularmente una violencia cada vez más incontrolable.
El ex presidente de Brasil, Luis Inacio “Lula” Da Silva, recomendó a los jóvenes mexicanos exigir a los políticos que cumplan lo que prometen en campaña, porque “generalmente antes de los comicios los pobres son los activos más valiosos, pero pasando las elecciones a los pobres no se les invita ni un café”. Así lo dijo en el evento organizado por la Fundación Telmex. Es hora de que tal verdad sea una anécdota del pasado, pues los pobres tienen derecho a exigir justicia, en el marco de la ley antes de que se tenga que pasar a otros campos de lucha porque no se les deje otro camino. Así lo entendió el mandatario brasileño y logró sacar de la pobreza a 28 millones de ciudadanos. Ahora Brasil es una potencia económica mundial.
En cambio, México ha ido caminando en reversa desde hace tres décadas, en condiciones cada vez más adversas para las clases mayoritarias. Con la aprobación de la reforma laboral, se dará el tiro de gracia a los trabajadores, y comenzará una nueva etapa de lucha, política y social, con objetivos muy claros, primordialmente el de frenar los avances de un régimen fascista que no se detiene ante nada con tal de lograr sus objetivos de dominación y control totalitario.
Obviamente, de ser aprobada la reforma laboral, la brecha será al revés: los salarios en México serán muy inferiores a los chinos, sin que ello redunde en beneficios a nuestro país, pues el auge de las exportaciones derivado de tal situación vendría a mejorar la competitividad, pero de las empresas matrices de las maquiladoras establecidas en México. El mercado interno se vería más presionado a la baja, al revés de lo que sucede en el país asiático, cuya fortaleza se ubica precisamente en su mercado interno. Así, todos y cada uno de los argumentos para justificar la reforma fascista, se caen al no tener asidero en la realidad.
Tal parece que los pocos beneficiarios de una reforma laboral antidemocrática, no tienen idea de las terribles consecuencias que tendrá para el país la aprobación de la misma; o si la tienen, minimizan los dramáticos efectos de su entrada en vigor. De ahí que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) considere fundamental que se debata más ampliamente antes de que los diputados del PRI y del PAN procedan a votarla. La precarización del trabajo, en las actuales condiciones del país, será un gravísimo problema no sólo para millones de familias que apenas sobreviven con no más de tres salarios mínimos, sino para la nación en general al reducirse aún más el mercado interno, situación que afectará a las pequeñas y medianas empresas que han logrado subsistir en un entorno muy desfavorable.
Los dramáticos efectos se habrían de sentir muy pronto, al cerrarse cada vez más la posibilidad de mejorar la calidad de vida de millones de mexicanos, sin que la nación reciba un solo beneficio. Investigadores y analistas, como José Luis Calva, del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, coinciden en que la precarización brutal de mano de obra no necesariamente redundaría en más empleos, sino en mayores problemas sociales de todo tipo.
El presidente del Consejo de Administración de Telmex, Carlos Slim Domit, durante el acto anual “México Siglo XXI”, afirmó que “México cuenta con mucha fortaleza macroeconómica que debe traducirse en cada vez más desarrollo interno, generación de empleos y mayor bienestar para toda la población”. Tal escenario progresista, no se vería concretado de aprobarse la reforma laboral. Muy pronto la “fortaleza macroeconómica” se iría acabando, por efecto de la reducción aún más acelerada del mercado interno, y por la necesidad de que el Banco de México tomara medidas orientadas a evitar una caída drástica del peso.
Sería muy lamentable que la próxima administración federal se iniciara en un marco de fuerte inestabilidad social y política, por el absurdo afán de poner en vigor políticas públicas contrarias al imperativo de corregir las acciones que han propiciado fenómenos adversos, como la expansión de la economía informal; la persistencia de la monstruosa carga fiscal a Pemex, en detrimento de su capacidad productiva; el aumento de 15 millones de pobres en el país, con toda la secuela de males sociales que estamos padeciendo, particularmente una violencia cada vez más incontrolable.
El ex presidente de Brasil, Luis Inacio “Lula” Da Silva, recomendó a los jóvenes mexicanos exigir a los políticos que cumplan lo que prometen en campaña, porque “generalmente antes de los comicios los pobres son los activos más valiosos, pero pasando las elecciones a los pobres no se les invita ni un café”. Así lo dijo en el evento organizado por la Fundación Telmex. Es hora de que tal verdad sea una anécdota del pasado, pues los pobres tienen derecho a exigir justicia, en el marco de la ley antes de que se tenga que pasar a otros campos de lucha porque no se les deje otro camino. Así lo entendió el mandatario brasileño y logró sacar de la pobreza a 28 millones de ciudadanos. Ahora Brasil es una potencia económica mundial.
En cambio, México ha ido caminando en reversa desde hace tres décadas, en condiciones cada vez más adversas para las clases mayoritarias. Con la aprobación de la reforma laboral, se dará el tiro de gracia a los trabajadores, y comenzará una nueva etapa de lucha, política y social, con objetivos muy claros, primordialmente el de frenar los avances de un régimen fascista que no se detiene ante nada con tal de lograr sus objetivos de dominación y control totalitario.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
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