9/25/2012
El país de Nunca Jamás
Escrito por Alejandro Encinas Rodríguez
En Peter Pan, la novela fantástica del escritor escocés James Matthew B, se recrea “El país de Nunca Jamás” (Neverland), una isla donde el tiempo no transcurre, donde los niños, liderados por Peter Pan, nunca crecen, sólo existe la diversión y la felicidad.
La novela constituye una metáfora de la infancia eterna, pero también se relaciona con la sensación de inmortalidad y de escapismo ante la incapacidad de algunas personas para entablar lazos significativos con la realidad, quienes establecen un refugio psicológico para protegerse de lo que pasa en el mundo y su alrededor. De acuerdo con la leyenda, para llegar a este lugar se debe “girar en la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer”, hasta llegar… a Los Pinos.
Como una mala parodia, el México del “Nunca Jamás” en que sueña Calderón se convirtió en el reflejo de un universo donde la infancia política se eternizó, dónde el Ejecutivo federal recreó al político que no quiso crecer para evitar las responsabilidades de la edad madura. El último informe de gobierno de Felipe Calderón constituye la cúspide de la ficción con que se pretende esconder el saldo de una gestión desastrosa. La recreación de un país imaginario, donde la fatuidad con que se presume la estabilidad macroeconómica y la cruzada contra el crimen, evade la realidad que enfrentan a diario los mexicanos.
Esta infancia política retozó en un juego de sangre, que pese a vaciar los cuarteles e inundar el territorio nacional de policías, marinos y soldados, causó más de 95 mil víctimas; 230 mil desplazados y miles de desaparecidos.
Para el gobierno del México del “Nunca Jamás”, nuestro país es respetado en el mundo, no importan editoriales como el de Le Monde, en el cual consideran a México una “espiral de la barbarie”, una “auténtica hecatombe” que constituye “el conflicto mas mortífero del planeta en los últimos años”. En el México del “Nunca Jamás” la corrupción y la impunidad establecieron sus reales, lo mismo en obras inútiles y celebraciones faraónicas e innecesarias, que en el lavado de más de tres billones de pesos.
En el México del “Nunca Jamás” los agentes de la DEA y la CIA operan con toda libertad y “orientan” a un gobierno débil y confundido, mientras los negocios de los cárteles de la droga son 15 veces más rentables que las empresas de Carlos Slim. En el México del “Nunca Jamás” no importa al autodenominado “presidente del empleo”, dejar un saldo de 52 millones de pobres; 13 millones de personas en la economía informal; 2.5 millones de desempleados y 4 millones de subocupados; por el contrario, impulsa una contrareforma laboral para legalizar el despido.
En el México del “Nunca Jamás” la evasión se contagia, como sucedió con el diputado Luis Alberto Villareal en la instalación del Congreso, quien aseveró: “Ha sido meta del PAN en el gobierno generar el estado de bienestar que ni siquiera en los países del primer mundo se ha alcanzado”. En el México del “Nunca Jamás” no importa que se enfrente la mayor descomposición del sistema ni que se profundice el descrédito y la crisis de las instituciones públicas, pues la alternancia del panismo no significó cambio alguno al viejo régimen priísta, sino la profundización del mismo.
El México del “Nunca Jamás” es también el país de la teleficción y de los monopolios. El de la supremacía de los medios de comunicación y la oligárquica económica sobre la subordinación de las instituciones del Estado.
Calderón parece replicar el llamado de Peter Pan a los niños cuando se separan en definitiva de él: “¡Volved conmigo a mi país! —les rogó Peter Pan—. No os hagáis mayores nunca. Aunque crezcáis, no perdáis nunca vuestra fantasía ni vuestra imaginación. De ese modo seguiremos siempre juntos”.
Ante el mundo imaginario de Calderón, donde no pasa el tiempo y nada pasa, quienes luchamos por una verdadera transformación de México hemos aprendido a medir el tiempo, y a Felipe Calderón le ha llegado su tiempo.
Senador de la República
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